Toda la Biblia, especialmente el Nuevo Testamento, muestra que Dios no presta atención a lo que una persona hizo antes de creer en El. Podemos buscar desde Mateo 1 hasta Apocalipsis 22 y no encontraremos ni un versículo que indique la manera en que debenos terminar con nuestro pasado. Las epístolas, donde nuestra maldad pasada es sacada a la luz, nos muestran lo que debemos hacer desde el momento de ser salvos en adelante, no lo que debemos hacer con nuestro pasado. Los libros de Efesios, Colosenses y 1 Tesalonicenses mencionan el pasado, pero sólo nos muestran cómo seguir adelante.
Usted recordará que alguien le preguntó a Juan el Bautista qué debía hacer, y Juan le contestó: “El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene alimentos, haga lo mismo”. No se refirió al pasado sino al futuro. Ciertos recaudadores de impuestos también le hicieron la misma pregunta, y él les contestó: “No exijáis más de lo que os está ordenado”. Y a los soldados les respondió: “No hagáis extorsión a nadie, ni toméis nada mediante falsa acusación; y contentaos con vuestro salario” (Lc. 3:10-14). Esto muestra que Juan, al predicar el arrepentimiento, hacía énfasis en lo que debemos hacer desde el momento de nuestra salvación en adelante, no en lo que debemos hacer con las acciones de nuestro pasado.
Pablo en sus epístolas hace énfasis en lo que debemos hacer en el futuro, porque todo nuestro pasado ha sido cubierto por la sangre preciosa. Si erramos aun un poco en este asunto, corromperemos no sólo el evangelio, sino también el camino del Señor, el camino del arrepentimiento y la restitución. Esto es algo muy delicado.
“¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os desviéis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los que viven de rapiña, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos” (1 Co. 6:9-11a). Aquí Pablo habla de la conducta que los creyentes tenían en el pasado, pero no les dice cómo deben resolver ese asunto. “Mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo, y en el Espíritu de nuestro Dios” (1 Co. 6:11). El énfasis aquí no está en lo que debemos hacer con las acciones del pasado, porque tenemos un Salvador que ya resolvió este asunto totalmente. Una persona salva ya fue lavada, santificada y justificada.
“Y vosotros estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, del espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros nos conducíamos en otro tiempo en las concupiscencias de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás; pero Dios, que es rico en misericordia, por Su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en delitos, nos dio vida juntamente con Cristo” (Ef. 2:1-5). Estos versículos no nos dicen lo que debemos hacer para poner fin a lo que está en nuestra carne, porque esto sólo se da una vez, cuando el Señor lo hizo con base en la rica misericordia de Dios y en el gran amor con que nos amó.
Dice Efesios 4:17-24, refiriéndose también a nuestra condición en el pasado: “Esto, pues, digo y testifico en el Señor: que ya no andéis como los gentiles, que todavía andan en la vanidad de su mente, teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos a la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón; los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza ... que en cuanto a la pasada manera de vivir, os despojéis del viejo hombre, que se va corrompiendo conforme a las pasiones del engaño, y os renovéis en el espíritu de vuestra mente, y os vistáis del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la realidad”.
“Por lo cual, desechando la mentira” (Ef. 4:25a). Esto se refiere a nuestro futuro; no nos indica que debemos eliminar la falsedad que teníamos en el pasado, sino que de ahora en adelante no debemos seguir practicándola. “Hablad verdad cada uno con su prójimo ... airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestra indignación, ni deis lugar al diablo” (Ef. 4:25b-27). Estos versículos tampoco se refieren al pasado, sino al futuro. “El que hurta, no hurte más” (Ef. 4:28a). Pablo no dijo que el que hurtaba debía devolver lo que había hurtado. El énfasis todavía está en el futuro. “Sino fatíguese trabajando con sus propias manos en algo decente ... Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para edificación según la necesidad, a fin de dar gracia a los oyentes. Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios ... Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia” (Ef. 4:28b-31).
“Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos; ni obscenidades, ni palabras necias, o bufonerías maliciosas, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias” (Ef. 5:3-4). Estas palabras, que reflejan el mismo principio, muestran las acciones que se presentan después de que hemos creído en el Señor, no las que hicimos antes de que creyéramos en El.
Después de leer las epístolas, encontramos una verdad maravillosa: Dios sólo tiene en cuenta lo que la persona debe hacer después de creer en el Señor, no lo que hizo en el pasado. Este es un principio básico.
Muchas personas se encuentran en cautiverio porque han aceptado un evangelio equivocado, el cual hace hincapié en el pasado del creyente. Con esto no quiero decir que no necesitemos limpiar nuestro pasado. Todavía hay ciertos hechos en nuestra vida pasada que necesitamos arreglar, sin embargo, éste no es el fundamento para seguir adelante. Dios siempre dirige nuestra atención al hecho de que los pecados que cometimos en el pasado fueron borrados por la sangre, y que fuimos completamente perdonados y salvos porque el Señor Jesús murió por nosotros. Nuestra salvación no se basa en la conducta que teníamos; porque uno no es salvo ni por arrepentirse de las malas cosas, ni por confiar en las buenas acciones que hizo en el pasado, sino porque el Señor Jesús llevó a cabo nuestra salvación en la cruz. Debemos afianzarnos en este fundamento.
(Mensajes para creyentes nuevos: Cómo terminar con el pasado #2, capítulo 1, por Watchman Nee)