Mensajes para creyentes nuevos: Lectura de la Biblia, La #9, por Watchman Nee

III. LAS DIFERENTES MANERAS DE LEER LA BIBLIA

Debemos leer la Biblia en dos ocasiones diferentes en el día y debemos tener dos ejemplares, uno para cada ocasión. La primera lectura puede hacerse en la mañana, y la otra en la tarde, o ambas pueden hacerse de madrugada. Estas dos lecturas deben estar separadas por algún lapso. En la mañana o en la primera sesión de la lectura en la madrugada, debemos meditar, alabar al Señor y orar mientras leemos la Biblia, combinando nuestra lectura con meditación, alabanza y oración. En este período recibimos el alimento espiritual y nuestro espíritu es fortalecido. No lea mucho durante esta sesión. Tres o cuatro versículos son suficientes, pero en la tarde, o la segunda sesión de la lectura matutina se debe pasar más tiempo porque leemos con el propósito de estudiar la Palabra de Dios.

Si es posible, debemos tener dos Biblias porque la que se usa en la mañana, o en el primer período de lectura no debe tener marcas ni notas escritas (excepto, tal vez fechas, a las cuales aludiremos más adelante). La Biblia que usamos en el segundo período de lectura puede contener todo lo que nos haya llamado la atención, ya sea tomando notas, poniendo algún símbolo o subrayando los versículos. La Biblia que use en el primer período puede contener las fechas en las cuales encontramos algún versículo en particular, decidimos algo con el Señor o tuvimos alguna experiencia especial. Debemos anotar la fecha al lado del versículo porque ese día tuvimos un encuentro con Dios. No escriba otra cosa que no sea fechas. La Biblia que usamos en el segundo período la estudiamos y debemos escribir todos los hechos espirituales que descubramos y la luz que hayamos recibido. Procedamos entonces a describir la manera en que debemos leer la Biblia durante estos dos períodos.

A. En la primera sesión meditamos en la Palabra de Dios

En cuanto a la meditación de la Palabra, creo que la mejor manera para describirla es citar lo que George Müller dijo:

Al Señor le ha placido recientemente enseñarme una verdad sin mediación del hombre hasta donde sé, cuyo beneficio nunca he perdido; aún hoy, mientras preparo la quinta edición de esta publicación, veo que han pasado más de catorce años. Esto es lo que vi. Entendí que lo primero y más importante que debo tener cada día es hallar gozo para mi alma en el Señor. Debía preocuparme día a día por alegrar mi alma y mantener mi hombre interior nutrido, no por cuánto debía servir al Señor ni cómo debía glorificarle. No podría presentar la verdad a los incrédulos, beneficiar a los creyentes, aliviar a los afligidos ni comportarme como hijo de Dios en este mundo si no tuviese gozo en el Señor y si mi hombre interior no fuese nutrido y fortalecido, pues no tendría el debido espíritu. Antes de esto, yo solía entregarme a la oración después de levantarme en la madrugada, pero ahora he descubierto que lo más importante es leer la Palabra de Dios y meditarla para que mi corazón sea confortado, fortalecido, instruido, reprendido y amonestado. De este modo, al meditar la Palabra de Dios, mi corazón es conducido a tener comunión con el Señor.

Cuando empecé a meditar en el Nuevo Testamento bien temprano en la mañana, lo primero que hacía después de pedirle al Señor que bendijera Su preciosa Palabra, era meditar en ella buscando en cada versículo obtener bendición no con miras a ministrar en público la Palabra, ni con el fin de predicar lo que recibía, sino con el fin de alimentar mi alma. Después de algunos minutos mi alma era conducida a confesar los pecados, a dar gracias, a interceder o a suplicar y esto me conducía no exactamente a la oración sino a la meditación, aunque me volvía inmediatamente a la oración y me encontraba por momentos confesando mis faltas o intercediendo o haciendo súplicas o dando gracias. Pasaba luego a otro versículo mezclando todo con oración por mí o por otros a medida que leía la Palabra de Dios, pero siempre teniendo en cuenta que el objetivo de mi meditación era alimentar mi alma. Como resultado surgía la confesión, el agradecimiento, la súplica o la intercesión, mezclada con mi meditación, y mi hombre interior casi siempre era en gran manera nutrido y fortalecido. Para cuando iba a desayunar, con raras excepciones, estaba en paz y mi corazón estaba alegre. El Señor estaba satisfecho de comunicarse conmigo. Poco después o más adelante encontraba que me había convertido en proveedor de alimento para otros, aunque no por causa del ministerio público de la palabra que recibía en mi meditación sino por el provecho que recibía mi hombre interior...

Inclusive ahora, desde que Dios me enseñó esto, es muy claro para mí que lo primero que un hijo de Dios debe hacer cada mañana es procurarse alimento para su hombre interior. Así como el hombre exterior no puede trabajar por mucho tiempo sin alimento y debemos alimentarlo, asimismo lo primero que debemos hacer en la mañana es alimentar nuestro hombre interior. Debemos tomar el alimento con ese propósito; pero ¿cuál es el alimento para el hombre interior? No es la oración s ino la Palabra de Dios, y tampoco es la simple lectura de la Palabra que pasa por nuestras mentes como el agua por la tubería, sino el entendimiento y la profundización de lo que leemos y la retención de la misma en nuestro corazón. Cuando oramos, hablamos con Dios. Para que la oración persista requiere cierta medida de esfuerzo o deseo sincero, y la mejor manera de valernos del alma es permitir que el hombre interior sea nutrido al meditar en la Palabra de Dios. Es allí donde nos encontramos con nuestro Padre, quien nos habla, nos anima, nos conforta, nos instruye, nos hace humildes y nos reprueba. Por consiguiente, podemos meditar con la bendición de Dios, porque aunque somos débiles espiritualmente, cuanto más débiles seamos más necesitamos la meditación para ser fortalecidos en nuestro hombre interior. Si nos damos a la oración sin haber tenido tiempo de meditar, es muy posible que nuestra mente divague. Hago hincapié en este asunto porque sé cuán grande es el beneficio y el refrigerio espirituales que he obtenido, y con todo amor y solemnidad suplico a mis hermanos que mediten en este asunto. Por la bendición de Dios, gracias a esto he recibido de Dios la ayuda y fortaleza que me permiten pasar en paz por pruebas mayores que las que había experimentado antes. Ahora, después de 14 años, con el temor de Dios, me atrevo a recomendarlo.

¡Qué gran diferencia se ve durante el día en el servicio, las pruebas y las tentaciones cuando el alma es reconfortada y recibe gozo en la madrugada de cuando carece de preparación espiritual! (George Müller, Autobiografía de George Müller, “Una vida de confianza”, 1861, reimpreso en 1981, pp. 206-210.)

(Mensajes para creyentes nuevos: Lectura de la Biblia, La #9, capítulo 1, por Watchman Nee)