Mensajes para creyentes nuevos: Consagración #7, por Watchman Nee

III. UNA PERSONA CONSAGRADA

Después de leer Exodo 28:1-2 y 29:1, 4, 9-10, vemos que la consagración es algo muy especial. Israel fue la nación escogida por Dios (Ex. 19:5-6), pero no llegó a ser una nación consagrada. Las tribus de Israel eran doce, pero no todas recibieron el servicio santo: sólo la tribu de Leví. Esta fue la tribu escogida por Dios (Nm. 3:11-13); sin embargo, no toda la tribu de Leví estaba consagrada, ya que entre los levitas, sólo se asignó el servicio santo a la casa de Aarón. El servicio santo no se le dio a todos los israelitas ni a todos los levitas; la casa de Aarón fue la única que recibió el servicio santo. Así que, para recibir la consagración, uno tenía que pertenecer a esta casa. Sólo los miembros de la casa de Aarón eran aptos para ser sacerdotes y para consagrarse.

Gracias a Dios que hoy nosotros somos los miembros de esta casa. Todo aquel que cree en el Señor es miembro de esta familia. Todo aquel que ha sido salvo por gracia es sacerdote (Ap. 1:5-6). Dios nos escogió para que fuésemos sacerdotes. Inicialmente sólo los miembros de la casa de Aarón podían consagrarse, y si alguien que no pertenecía a esta casa se acercaba, moría (Nm. 18:7). Debemos recordar que sólo pueden consagrarse aquellos que son escogidos por Dios como sacerdotes. Así que, Dios nos ha escogido para ser sacerdotes por ser miembros de esta casa y por eso estamos calificados para consagrarnos.

Vemos que el hombre no se consagra porque haya escogido a Dios, sino porque Dios, quien es el único que escoge lo ha llamado. Aquellos que piensan que le hacen un favor a Dios al dejarlo todo, son extranjeros y no se han consagrado. Debemos darnos cuenta de que nuestro servicio a Dios no es un favor que le hacemos a El ni una expresión de bondad para con El. Tampoco es un asunto de ofrecernos a la obra de Dios, sino que Dios ha sido benevolente con nosotros dándonos una porción en Su obra y dándonos el honor y el privilegio. Dice en la Biblia que las vestiduras sagradas de los sacerdotes les daban honra y hermosura (Ex. 28:2) y la consagración es la honra y la hermosura que Dios nos da; es el llamado que Dios nos hace a Su servicio. Si nos gloriamos por algo, debemos gloriarnos en el maravilloso Señor. Para el Señor no hay nada especial en tener siervos como nosotros, pero para nosotros lo más maravilloso es tener al Señor. Debemos ver que la consagración es el resultado de haber sido escogidos, y que servir a Dios es un honor. No estamos elevando a Dios como si estuviéramos sacrificando algo para El, o como si tuviéramos algo de que gloriarnos. La consagración consiste en que Dios nos conceda al honor de servirle. Debemos postrarnos ante El y decir: “Gracias Señor porque tengo parte en Tu servicio. Gracias porque entre tantas personas que hay en este mundo, me has escogido a mí como parte de este servicio”. La consagración es un honor, no un sacrificio. Es cierto que necesitamos sacrificarnos, pero al consagrarnos no lo sentimos como un sacrificio, sino que tenemos la sensación de la plenitud de la gloria de Dios.

(Mensajes para creyentes nuevos: Consagración #7, capítulo 1, por Watchman Nee)