¿Cuánto tiempo dura la luz de una vela? Obviamente hasta que la vela se consume. Pero si encendemos otra vela con la que está encendida, la luz se intensifica doblemente. ¿Disminuirá la luz de la primera vela por haber encendido la segunda? No. ¿Qué pasaría si usáramos la segunda vela para encender una tercera? ¿disminuirla la luz de la segunda? No. La luz de cada vela durará hasta que se consuma. Cuando la primera vela se apague, la segunda todavía permanecerá ardiendo, y cuando ésta se consuma, la tercera continuará alumbrando. Lo mismo sucederá si encendemos diez, cien o mil velas; la luz nunca se apagará. Este es un ejemplo del testimonio de la iglesia. Cuando el Hijo de Dios estuvo en la tierra se encendió la primera vela, y desde entonces, una tras otra ha ido encendiendo las demás. Durante diecinueve siglos, la iglesia igual que las velas, sigue el mismo ciclo: cuando una vela se apaga, otra se enciende. Este proceso continúa. Así como la salvación nunca se ha detenido, la iglesia tampoco ha dejado de alumbrar. Unos encendieron diez velas; otros cien, pero cada vela se ha ido encendiendo, y la luz sigue alumbrando.
Hermanos, ¿queremos que la luz de nuestra vela continué encendida, o que se consuma por completo? Alguien nos encendió, y ese alguien no quiere que esta luz se extinga. Todo cristiano debe predicar el evangelio para que la salvación llegue a los demás, y el testimonio se extienda por toda la tierra de generación en generación. Desafortunadamente para algunos, el testimonio termina cuando su luz se extingue. ¡Esto es una lástima! La iglesia se ha estado propagando por generaciones. El testimonio de algunos continúa, mientras que el de otros cesa sin pasar a la posteridad. La luz de una vela sólo puede brillar mientras ésta permanezca encendida. De la misma forma, el testimonio de un hombre sólo puede durar mientras él viva. A fin de que la luz de una vela siga alumbrando, antes de que se consuma, deben encenderse otras. De esta forma, la segunda, la tercera, la centésima, la milésima y la diezmilésima vela, seguirá propagando esta luz hasta extenderse a todas partes del mundo. Dicha propagación no menguará en lo absoluto la luz que cada vela tiene. Ser un testimonio no nos perjudica; por el contrario, cuando testificamos, el testimonio sigue en marcha.
¿Qué significa dar testimonio? En Hechos 22:15 el Señor, por medio de Ananías, le dijo a Pablo que sería testigo Suyo a todos los hombres, de lo que había visto y oído. Aquí se indica que lo que hemos visto y oído es la base de nuestro testimonio. No podemos dar testimonio de algo que no sabemos. Dios comisionó a Pablo para que diera testimonio de lo que había visto y oído. Leamos 1 Juan 4:14: “Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, como Salvador del mundo”. Esto es testificar. Sólo podemos ser testigos de lo que hemos visto. Agradecemos a Dios porque creemos en el Señor Jesús, lo conocemos y le recibimos, y porque nos libró de nuestros pecados, nos perdonó y nos dio paz. Somos salvos, creemos en el Señor y estamos gozosos. Este es un gozo que jamás habíamos experimentado. Anteriormente, la carga del pecado que llevábamos sobre nuestros hombros era muy pesada; pero ahora, por la misericordia del Señor, ya no existe. Si hemos visto y oído ¿qué debemos hacer? Debemos dar testimonio de nuestra experiencia. Por supuesto, esto no significa que debamos renunciar a nuestro empleo para dedicarnos a predicar. Simplemente debemos ser testigos ante amigos, familiares y conocidos de lo que hemos visto y oído, conduciéndolos así al Señor.
El evangelio se detendrá si no continuamos dando testimonio. Es indudable que somos salvos, tenemos la vida del Señor y estamos “encendidos”; pero si no encendemos a otros, nuestro testimonio se detendrá cuando nuestra vela se consuma. Vayamos al encuentro del Señor con las manos llenas de creyentes. Los creyentes nuevos deben aprender desde el comienzo a dar testimonio trayendo a muchos al Señor. No seamos negligentes en este asunto. Si un creyente no habla desde el comienzo, formará un hábito muy difícil de romper. El día que creímos en el Señor, recibimos un Salvador maravilloso, una salvación muy grande y una gloriosa emancipación y, por primera vez, gustamos un amor tan vasto. No obstante, todavía no damos testimonio de esto ni encendemos a otros con nuestra luz. Recordemos que estamos en deuda con el Señor.
(Mensajes para creyentes nuevos: Dar testimonio #4, capítulo 1, por Watchman Nee)