En Su muerte Cristo se entregó a Sí mismo por los creyentes a fin de redimirlos y purificar para Sí un pueblo que sea Su posesión personal y tesoro especial. Efesios 5:2 dice que Cristo nos amó y “se entregó a Sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante”. En la Biblia se hace distinción entre una ofrenda y un sacrificio. Una ofrenda es presentada para tener comunión con Dios, mientras que un sacrificio se ofrece para la redención del pecado. Cristo se entregó a Sí mismo por nosotros como ofrenda, para que pudiéramos tener comunión con Dios, y como sacrificio, para redimirnos del pecado. Al amarnos, Cristo se entregó a Sí mismo por nosotros. Esto fue para nuestro beneficio, pero también constituyó olor fragante que satisfizo a Dios.
En Gálatas 2:20 Pablo dice: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a Sí mismo por mí”. Mientras que el título Cristo denota principalmente la misión encomendada a Cristo de llevar a cabo el plan de Dios, el Hijo de Dios denota la persona misma de Cristo, que tiene como fin impartir la vida de Dios en nosotros. El Hijo de Dios nos amó y deliberadamente se entregó a Sí mismo por nosotros a fin de impartirnos la vida divina. Al escribir este versículo, Pablo estaba lleno de aprecio por el Señor Jesús. Ésta fue la razón por la cual al final del versículo él dijo que Cristo lo amaba y se había entregado por él.
En Tito 2:14 Pablo dice que Cristo “se dio a Sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para Sí un pueblo especial, Su posesión personal, celoso de buenas obras”. Las palabras por nosotros aquí significan por nuestro bien, no en lugar nuestro. Redimir significa comprar a cierto precio (1 Co. 6:20; 1 P. 1:18-19; 1 Ti. 2:6). Cristo se entregó a Sí mismo por nosotros no solamente para redimirnos de toda iniquidad, sino también a fin de purificar para Sí un pueblo que fuese Su posesión personal. Un pueblo que fuese Su posesión personal o un pueblo especial es una expresión tomada del Antiguo Testamento (Dt. 7:6; 14:2; 26:18) y denota un pueblo que es posesión personal de Dios como Su especial tesoro (Éx. 19:5), Su posesión particular (1 P. 2:9).
Efesios 5:25 dice que Cristo amó a la iglesia y se entregó a Sí mismo por ella. El amor de Cristo por la iglesia y que Él se entregara a Sí mismo por ella tenía por finalidad la redención y la impartición de vida. Según Juan 19:34, sangre y agua brotaron del costado traspasado del Señor. La sangre fue para redención y el agua fue para impartición de vida a fin de que la iglesia llegase a existir. En Efesios 5:25 vemos que la iglesia llega a existir en virtud de que Cristo la amó y se entregó a Sí mismo por ella.
Lucas 22:19 dice: “Tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es Mi cuerpo, que por vosotros es dado”. Este pan es un símbolo que representa el cuerpo físico de Cristo que fue quebrado por nosotros en la cruz a fin de que Su vida fuese liberada para que nosotros podamos participar de ella. Al participar en esta vida, llegamos a ser el Cuerpo místico de Cristo (Ro. 12:5; 1 Co. 12:27). La frase por vosotros en Lucas 22:19 indica que el cuerpo aquí denota el cuerpo físico de Cristo. Su cuerpo físico es para nosotros, mientras que el Cuerpo místico de Cristo es para Él. El cuerpo físico de Jesús fue crucificado por nosotros, y el Cuerpo místico de Cristo es para Él.
El cuerpo físico de Jesús fue dado en la cruz a fin de efectuar la redención por nosotros. Pero ese cuerpo no guarda relación alguna con la actual administración de Dios. Sin embargo, el Cuerpo místico de Cristo está íntegramente relacionado con la administración de Dios. Aparte del Cuerpo místico de Cristo, Dios no tiene otro medio por el cual pueda llevar adelante Su administración. La redención ha sido plenamente lograda mediante la ofrenda del cuerpo físico de Jesús en la cruz. Pero hoy en día Cristo posee un Cuerpo místico, y este Cuerpo sirve al propósito de que la administración de Dios sea llevada a cabo. A fin de que lleguemos a ser miembros de este Cuerpo místico, Cristo entregó Su cuerpo físico por nosotros en la cruz.
Habiendo visto que Cristo se entregó a Sí mismo por los creyentes y por la iglesia, y que Él dio Su cuerpo físico por los creyentes a fin de que ellos pudieran ser hechos miembros de Su Cuerpo místico, ahora debemos considerar de qué manera Cristo se entregó por nosotros. Su entrega, por supuesto, se realizó en la cruz. Los cuatro Evangelios indican claramente que el Señor Jesús estuvo en la cruz por seis horas, desde las nueve de la mañana hasta las tres de la tarde. Así pues, se requirieron seis horas para que el Señor se entregase a Sí mismo por nosotros. Antes de Su crucifixión, el Señor Jesús realizó una larga travesía de Galilea a Jerusalén con el propósito de presentarse ante Dios como una ofrenda. El presentarse como una ofrenda fue para Dios, y el entregarse de este modo fue por nosotros.
Que Cristo se entregase por nosotros en la cruz era una tarea muy difícil. Esto requería que el Señor Jesús fuese cruelmente maltratado por el hombre. Durante las primeras tres horas que el Señor estuvo en la cruz, Él padeció la persecución por parte de los judíos y de los romanos. Todo lo que ellos le hicieron formaba parte de un proceso a través del cual el Señor Jesús se entregó a Sí mismo por nosotros. Sin la participación de Sus perseguidores judíos y romanos, Él no habría podido entregarse a Sí mismo por nosotros. Él no podría haber dado Su cuerpo físico por nosotros a fin de que nosotros llegásemos a ser los miembros de Su Cuerpo místico. Debe causarnos una profunda impresión que el hecho de que Cristo se entregase a Sí mismo por nosotros implicó un arduo trabajo realizado mediante un largo proceso de sufrimiento. Si el Señor Jesús no hubiera padecido persecución por parte de los judíos y romanos, no podría haber sido crucificado. Después de ser perseguido por los judíos y romanos, el Señor sufrió el vituperio por parte de los judíos y el despojo de Sus vestimentas por parte de los soldados. Todo cuanto los judíos y romanos le hicieron formaba parte del procedimiento a través del cual Él se entregó a Sí mismo por nosotros.
Después que el Señor Jesús sufrió la persecución del hombre, Él fue juzgado por Dios. Mateo 27:45 dice: “Desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena”. La hora sexta es el mediodía, y la hora novena es las tres de la tarde. Hemos visto que durante las primeras tres horas de Su crucifixión Cristo sufrió la persecución por parte de los hombres por haber hecho la voluntad de Dios, y que durante las últimas tres horas Él fue juzgado por Dios para efectuar nuestra redención. Durante este período Dios lo consideró nuestro sustituto, quien sufrió por nuestro pecado (Is. 53:10). Así pues, las tinieblas cubrieron toda la tierra debido a que nuestro pecado, nuestros pecados y todo lo negativo estaban siendo juzgados allí. Dios puso sobre el Señor Jesús todos nuestros pecados, iniquidades y transgresiones. Si Dios no hubiese puesto nuestros pecados sobre el Señor Jesús, Él no habría podido entregarse a Sí mismo por nosotros a fin de llevar nuestros pecados sobre Sí. Por tanto, el hombre hizo su parte crucificando al Señor Jesús y persiguiéndolo; después, Dios intervino para hacer Su parte al poner todos nuestros pecados, iniquidades y transgresiones sobre el Señor Jesús y juzgarlo como nuestro Sustituto para nuestra redención. Esto también formó parte del proceso por el cual el Señor pasó a fin de entregarse a Sí mismo por nosotros.
Que Cristo se entregase a Sí mismo por nosotros no fue un asunto sencillo que hubiera sucedido rápidamente. Por el contrario, fue un asunto muy complejo que requirió seis horas y para el cual fue necesario que el Señor pasara por un largo proceso. A fin de que Cristo completase la entrega de Sí mismo en beneficio nuestro, era necesario que el hombre hiciera su parte y que Dios también hiciera Su parte. En la cruz, el Señor pasó por un proceso a fin de entregarse a Sí mismo por nosotros tanto en nuestra condición de creyentes, individualmente, como en nuestra condición de iglesia, corporativamente; en particular, Él pasó por este proceso para dar Su cuerpo físico por nosotros a fin de que seamos hechos miembros de Su Cuerpo místico.
(Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 063-078), capítulo 8, por Witness Lee)