Renovados de día en día, por Witness Lee

LA CAPACIDAD RENOVADORA DE LA VIDA DIVINA EN RESURRECCION

No debemos pensar que Dios está inactivo. Cuando Dios es añadido a nosotros, El no se queda allí simplemente, sin hacer nada. Filipenses 2:13 dice: “Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”. Dios no está en nosotros de una manera callada e inactiva. Dios está operando dentro de nosotros. La palabra griega traducida “produce” en Filipenses 2:13 es equivalente a la palabra energiza. Dios está produciendo en nosotros, energizando en nosotros.

El elemento divino es muy activo. Energiza, obra y es orgánico. Todo lo que es orgánico tiene una capacidad energizadora en sí mismo. En la vida divina que disfrutamos hoy, hay una capacidad renovadora. Esta capacidad no es meramente la medida de la vida divina. Cuando uso la palabra capacidad, me estoy refiriendo al potencial de la vida divina en su naturaleza. En la naturaleza divina de Dios está la capacidad que nos energiza todo el día. Una vez que la vida divina con la naturaleza divina entra en nosotros, energiza dentro de nosotros, y en este elemento divino está la capacidad renovadora.

Podemos usar el jabón como ejemplo ya que tiene la capacidad de quitar la mugre. En la naturaleza del jabón está la capacidad de quitar la mugre. De la misma manera, en la naturaleza divina, la cual hemos recibido y ahora disfrutamos, hay una capacidad renovadora según su naturaleza. Gracias sean dadas al Señor por la capacidad renovadora de la vida divina. Necesitamos disfrutar diariamente la capacidad renovadora de la vida divina en resurrección.

Esta es la razón por la cual tenemos que aprender a morir a nosotros mismos. ¿Cómo morimos a nosotros mismos? Cada mañana debemos tocar al Señor. En primer lugar, tenemos que confesar nuestros pecados. En segundo lugar, tenemos que rechazarnos a nosotros mismos. Al rechazarnos a nosotros mismos, pasamos por la muerte de Cristo, y ésta nos mata. En 2 Corintios 4, Pablo habla de “la muerte de Jesús” (v. 10). Esto significa que Jesús, en un sentido positivo, está siempre matándonos. En muchas medicinas hoy en día hay un elemento que sana y un elemento que mata, el cual aniquila los microbios y bacterias dañinos que hay dentro de nosotros. En Jesús está el elemento que mata. El es nuestra medicina que nos sana, nos aviva, y que mata todas las cosas negativas que hay en nosotros. En esta dosis está el poder que mata. Mañana tras mañana necesitamos llegarnos al Señor y tomarlo como nuestro antibiótico. Jesús es nuestro antibiótico diario. Cuando le tomamos como nuestra medicina, disfrutamos al Jesús que mata, o la muerte de Jesús. Esta muerte es el proceso de renovación. Más aún, esta muerte trae resurrección. Jesús no sólo contiene la muerte sino también la resurrección. En la resurrección de Cristo, la vida divina tiene la capacidad renovadora. Cuando en la mañana nos rechazamos a nosotros mismos para recibir a Dios, tenemos la sensación durante el día de que un proceso de muerte está ocurriendo en nosotros. También hay una capacidad en la vida divina que nos renueva en todas nuestras acciones.

Filipenses 2:13 nos dice que Dios está operando en nosotros, y luego el versículo 14 nos dice que hagamos todo sin murmuraciones y contiendas. Si en la mañana dejamos que Dios se nos añada, esto que se nos añade tiene el poder de matar; matará nuestras murmuraciones y contiendas. En el capítulo anterior, les conté que cuando yo era joven, escuché a alguien decir que la iglesia en Filipos era la mejor iglesia, pero Filipenses 2:14 nos muestra que hasta la iglesia en Filipos tenía murmuraciones y contiendas. Las murmuraciones provienen de nuestras emociones, y son las hermanas las más envueltas en esto; y las contiendas provienen de nuestra mente, y los hermanos son los que tienen más que ver con esto. En la iglesia, las hermanas son las que murmuran debido a que son emotivas, y los hermanos son los contenciosos debido a que son lógicos. Por lo general son los hermanos quienes consideran según sus razonamientos quién está equivocado y quién está en lo correcto. El Salmo 133 nos habla de cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en unidad, pero si la iglesia está llena de murmuraciones y contiendas, ¿cómo podemos vivir juntos y en paz? Las murmuraciones y las contiendas están en conformidad con la vieja creación.

En los primeros días de mi ministerio, yo le aconsejaba a las personas que tuvieran cuidado con su comportamiento, pero esto sólo les servía temporalmente. En el entrenamiento de 1953 y 1954 hablé acerca de treinta aspectos del carácter. Todos los entrenandos recibieron esta comunión y la practicaron. Sin embargo, después de un corto tiempo muchos de estos aspectos del carácter habían desaparecido de ellos. Muchos de los entrenandos, incluso los colaboradores, volvieron a su antiguo carácter. Nuestro carácter es la vieja creación que necesita ser renovada para llegar a ser la nueva creación.

La intención de Dios es al fin y al cabo hacernos nuevos. Esto no es algo que se da de la noche a la mañana. Toma un largo período de tiempo en nuestra vida y requiere que nosotros tengamos contacto con Dios, que lo recibamos y que dejemos que El sea añadido a nosotros durante todo el día. Requiere que oremos confesando nuestros pecados y rechazándonos a nosotros mismos para tomar la cruz de Cristo. Tomar la cruz de Cristo es una especie de ser muerto y este asunto de ser muerto es la muerte. Esta muerte produce la resurrección, y en esta resurrección, la vida divina en nosotros ejercerá su capacidad renovadora. Entonces seremos transformados metabólicamente. Este proceso de renovación requiere un período de años. El hermano Nee dijo una vez que esta renovación requiere veinte años.

El proceso de renovación debe ser continuo. Tenemos que recibir a Dios momento a momento, de modo que El pueda ser añadido a nosotros, y es preciso que nos rechacemos a nosotros mismos para recibir la muerte de Cristo a fin de que podamos cooperar con el Señor, quien está en nosotros. Entonces disfrutaremos no sólo la capacidad renovadora, sino también el resultado renovador, que es un cambio metabólico en nuestra conducta, en nuestro carácter, en nuestra disposición y hasta en nuestros hábitos. Lo que más cuesta renovar es nuestros hábitos. Cuando experimentemos a Dios en Cristo diariamente, veremos que la intención de Dios es renovarnos poquito a poquito, especialmente renovar nuestros hábitos. Esta es la verdadera experiencia de ser renovados de día en día. Con este propósito Dios suscita todo tipo de ambiente para que nuestro hombre exterior se desgaste, a fin de que nuestro hombre interior se renueve de día en día.

Dios desea que nosotros seamos la nueva creación. Cuando todos los hijos del Señor pasen por este proceso de renovación y lleguen a ser la Nueva Jerusalén, estarán en el estado de ser plenamente renovados. La santa ciudad es llamada la Nueva Jerusalén porque no tiene ningún elemento viejo perteneciente a la vieja creación que Dios hizo. A medida que pasamos por aflicciones, debe darse en nosotros de día en día una renovación continua a fin de que Dios pueda lograr lo que desea Su corazón.

Este mensaje fue dado por el hermano Witness Lee a la iglesia en Anaheim el 11 de junio de 1989.

(Renovados de día en día, capítulo 2, por Witness Lee)