Cuando una persona ha creído en el Señor, no lo debe mantener en secreto, tiene que confesar al Señor con su boca. Confesar al Señor con la boca es de suma importancia.
Tan pronto como una persona cree en el Señor, debe confesar al Señor ante los hombres. Supongamos que una mujer da a luz un hijo. ¿Qué pensaríamos si el niño todavía no habla después de tres años? ¿Diríamos que quizás es lento para hablar? ¿Sería posible que una persona comenzara a contar a los treinta años de edad y empezara a decir “papá” y “mamá” a los cincuenta años? No, si una persona es muda desde su infancia, probablemente lo seguirá siendo por el resto de su vida, y si no puede decir “papá” o “mamá” cuando es joven, tampoco podrá cuando sea viejo. De la misma manera, si un recién convertido no confiesa al Señor inmediatamente después de creer en El, me temo que no lo hará por el resto de su vida. Si no pudo hablar cuando era joven, probablemente tampoco lo hará cuando sea viejo.
Muchos han sido cristianos por diez o veinte años y todavía permanecen mudos. Esto se debe a que no abrieron sus bocas en la primera o la segunda semana de su vida cristiana. Estos continuarán siendo mudos hasta que mueran. Confesar a nuestro Señor comienza en el mismo instante en que la persona cree. Si usted abre su boca el día que cree en el Señor, el camino a la confesión se abrirá para usted. Si una persona no confiesa al Señor en las primeras semanas, o los primeros meses, o los primeros años, lo más probable es que no lo haga por el resto de su vida. Por lo tanto, tan pronto como una persona cree en el Señor, debe esforzarse y hablar de El a otros, aunque le sea difícil y no le agrade hacerlo. Debe hablar a sus familiares y amigos. Si no aprende a hablar sin inhibición, me temo que en cuanto a Dios, será un mudo por el resto de su vida. No queremos que los creyentes sean mudos. Por esta razón desde el primer momento debemos aprender a abrir nuestra boca. Si una persona no lo hace al principio, mucho menos lo hará más tarde. A menos que Dios les conceda especial misericordia, o haya algún avivamiento, estas personas jamás abrirán sus bocas. Si no confiesan desde el comienzo les será muy difícil hacerlo más tarde. El recién convertido debe buscar la oportunidad de confesar al Señor ante los hombres, porque tal confesión produce mucho fruto. Esto es un asunto de vital importancia.
En Romanos 10:10 dice: “Porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación”. Uno cree para justicia, ante Dios, y confiesa con la boca para salvación, ante los hombres. Si usted ha creído, lo ha hecho ante Dios, nadie lo puede ver. Si usted ha creído sinceramente, ha sido justificado ante Dios, pero si sólo cree en su corazón y no lo confiesa con su boca, nadie podrá saber que usted ha sido salvo, y lo seguirán considerando un incrédulo, sin ver ninguna diferencia entre ellos y usted. Por esta razón, la Biblia hace énfasis en la necesidad de confesar con la boca además de creer con el corazón. Debemos confesar de modo evidente.
El nuevo creyente debe buscar oportunidades para confesar al Señor. A los compañeros de clase y de trabajo, a los amigos, a los familiares y a todos aquellos con quienes tenga contacto, tan pronto se presente la oportunidad, les debe decir: “¡He creído en el Señor Jesús!” Cuanto más pronto abramos nuestra boca, mejor, porque una vez que lo hagamos, los demás reconocerán que hemos creído en el Señor Jesús. De esta manera nos libraremos de la compañía de los incrédulos.
He visto que muchas personas no se deciden a aceptar al Señor, pero una vez que se levantan y proclaman: “¡Creo en el Señor Jesús!”, adquieren seguridad. Lo peor que le puede suceder a un cristiano es quedarse con la boca cerrada. Si habla, habrá dado un paso hacia adelante y adquirirá más seguridad. Muchos creyentes dudan al principio, pero tan pronto proclaman: “Yo creo”, adquieren seguridad.
(Mensajes para creyentes nuevos: Confesión, La #8, capítulo 1, por Watchman Nee)