El Señor dijo: “Pues a todo el que en Mí confiese delante de los hombres, Yo en él también confesaré delante de Mi Padre que está en los cielos” (Mt. 10:32). Agradecemos al Señor porque si lo confesamos a El hoy, en aquel día El también nos confesará a nosotros. El Señor también dijo: “Pero a cualquiera que me niegue delante de los hombres, Yo también le negaré delante de Mi Padre que está en los cielos” (v. 33). “Mas el que me niegue delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios” (Lc. 12:9) ¡Qué contraste! Todo lo que tenemos que hacer es confesar que el Señor excelente, el caudillo entre millares, es el Hijo de Dios, y entonces El nos confesará delante del Padre celestial y de los ángeles de Dios. Si usted piensa que es difícil confesar al Señor ante los hombres, para el Señor también será difícil confesarlo a usted cuando descienda con la gloria del Padre. No debemos evitar confesar al Señor por temor a los hombres (Is. 51:12) Si hoy es difícil para nosotros confesar a Jesucristo, El Hijo del Dios viviente, en aquel día, cuando El regrese, le será difícil a El confesarnos ante Su Padre y ante todos los ángeles gloriosos. ¡Esto es algo muy serio!
En realidad, no es difícil confesar al Señor, especialmente si comparamos nuestra confesión con la Suya. Es muy difícil que El nos confiese a nosotros porque somos los hijos pródigos que recién regresamos a casa, y no hay nada bueno en nosotros, pero El nos confesará en el futuro. ¡Confesemos ante los hombres hoy nuestra fe en El!
Quiera Dios que desde el principio los recién convertidos no se avergüencen de confesar al Señor. No seamos cristianos secretos.
(Mensajes para creyentes nuevos: Confesión, La #8, capítulo 1, por Watchman Nee)