Mensajes para creyentes nuevos: Libres del pecado #15, por Watchman Nee

III. LA LEY DEL ESPIRITU DE VIDA NOS LIBRA DE LA LEY DEL PECADO

Romanos 8:1-2 dice: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús. Porque la ley del Espíritu de vida me ha librado en Cristo Jesús de la ley del pecado y de la muerte”. El camino hacia la victoria consiste en ser librado de la ley del pecado y de la muerte. Este versículo no dice: “El Espíritu de vida me ha librado en Cristo Jesús del pecado y de la muerte” (temo que muchos cristianos lo entienden de esta manera). Dice: “La ley del Espíritu de vida me ha librado en Cristo Jesús de la ley del pecado y de la muerte”. Muchos hijos de Dios piensan que es el Espíritu de vida quien los libra del pecado y de la muerte; no ven que es la ley del Espíritu de vida la que los libra de la ley del pecado y de la muerte. Se requieren años para comprender que la ley del pecado y de la muerte y la ley del Espíritu Santo están en nosotros. Cuando el Señor abre nuestros ojos, vemos que el pecado y la muerte son una ley, y que el Espíritu Santo es también una ley. Descubrir que el Espíritu Santo es una ley, es un gran suceso. Por eso cuando nos damos cuenta de este hecho, saltamos y exclamamos: “¡Gracias Dios, aleluya!” La voluntad del hombre no puede vencer la ley del pecado, pero la ley del Espíritu de vida nos ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Solamente la ley del Espíritu de vida puede librar al hombre de la ley del pecado y de la muerte.

Una vez que veamos el pecado como una ley, no trataremos de valernos de nuestra voluntad. Cuando Dios en Su misericordia nos permita ver que el Espíritu Santo es una ley, experimentaremos un gran cambio. Muchas personas sólo ven que el Espíritu Santo les da vida, mas no ven que es una ley que actúa en nosotros, y que cuando confiamos en ella, espontáneamente nos libra del pecado y de la muerte. No necesitamos querer, ni hacer algo, ni aferrarnos al Espíritu Santo para que esta ley nos libre de la otra ley. Tampoco necesitamos esforzarnos por hacer algo, ya que el Espíritu del Señor está en nosotros. Si en momentos de tentación tememos que el Espíritu del Señor no operará en nosotros a menos que nos esforcemos por ayudarle, aún no hemos visto al Espíritu de vida como una ley que opera en nosotros. Espero que todos podamos ver que el Espíritu Santo es una ley de vida que espontáneamente actúa dentro de nosotros. El ejercicio de nuestra voluntad no nos libra del pecado. Si usamos nuestra voluntad, terminaremos derrotados. Dios nos ha dado otra ley que nos libra espontáneamente de la ley del pecado y de la muerte. El problema de una ley, sólo puede ser resuelto por otra ley.

No necesitamos hacer ningún esfuerzo para que una ley venza la otra. Ya dijimos que la gravedad es una ley, la cual atrae los objetos hacia el suelo. El helio es un gas más liviano que el aire. Si inflamos un globo de dicho gas, comenzará a elevarse, sin necesidad de que el viento u otra fuerza lo sostenga. Tan pronto lo soltemos, el globo ascenderá. Lo que lo lleva a elevarse es una ley, y no necesitamos hacer nada para ayudarle. De la misma forma, la ley del Espíritu de vida elimina a la ley del pecado y de la muerte sin ningún esfuerzo de nuestra parte.

Supongamos que alguien lo regaña a usted o lo golpea injustamente. Es posible que usted venza la situación sin siquiera comprender lo que ha sucedido. Después de que todo pasa, posiblemente se pregunte cómo es posible que no se enojó a pesar de haber suficiente motivo para hacerlo. ¡Pero asombrosamente usted venció la situación sin darse cuenta! De hecho, las verdaderas victorias se obtienen sin que nos demos cuenta porque es la ley del Espíritu de vida, no nuestra voluntad, la que actúa y nos sostiene. Esta victoria espontánea es una victoria genuina. Una vez que uno experimente esto, comprenderá que solamente el Espíritu que mora en su interior lo puede guardar de pecar sin que uno se lo proponga. Es también este Espíritu que mora en nosotros el que nos capacita para vencer. No necesitamos querer dejar de pecar, porque esta ley nos libra de la ley del pecado y de la muerte. Estamos en Cristo Jesús, y la ley del Espíritu de vida está en usted librándolo de manera espontánea. Mientras no confíe en su voluntad y esfuerzo propio, el Espíritu Santo lo conducirá al triunfo.

La victoria sobre el pecado no tiene nada que ver con nuestros esfuerzos. De la misma manera que no tuvimos que hacer ningún esfuerzo para que la ley del pecado nos hiciera pecar, tampoco necesitamos hacerlo para que la ley del Espíritu de vida nos libre del pecado. La victoria genuina es la que no requiere ningún esfuerzo de nuestra parte. No tenemos que hacer nada. Podemos alzar nuestros ojos y decirle al Señor: “Todo está bien”. Nuestros fracasos del pasado fueron el resultado de una ley, y las victorias de hoy también son el resultado de una ley. La ley anterior era poderosa, pero la ley que hoy tenemos es aún más poderosa. La ley anterior era verdaderamente potente y nos llevaba al pecado, pero la ley que tenemos ahora es más poderosa y nos libra de la condenación. Cuando la ley del Espíritu de vida se expresa en nosotros, su poder es mucho mayor que el de la ley del pecado y de la muerte.

Si vemos esto, seremos verdaderamente librados del pecado. La Biblia no dice que podemos vencer al pecado con nuestra voluntad. Sólo habla de ser librados del pecado: “La ley del Espíritu de vida me ha librado en Cristo Jesús de la ley del pecado y de la muerte”. La ley del Espíritu dador de vida nos ha arrebatado de la esfera de la ley del pecado y de la muerte. La ley del pecado y de la muerte aún sigue presente, pero aquel sobre el cual ella operaba ya no está allí.

Toda persona que ha sido salva debe saber claramente cómo ser librada. Primero debemos ver que el pecado es una ley que actúa en nosotros. Si no vemos esto, no podemos proseguir. Segundo, necesitamos ver que la voluntad no puede vencer la ley del pecado. Tercero, necesitamos ver que el Espíritu Santo es una ley, y que esta ley nos libra de la ley del pecado.

Cuanto más pronto un creyente vea el camino de liberación, mejor. De hecho, nadie necesita esperar muchos años, ni pasar por muchos sufrimientos para experimentar y ver esto. Muchos hermanos y hermanas han desperdiciado su tiempo innecesariamente derramando muchas lágrimas de derrota. Si deseamos experimentar menos llanto y dolor, debemos ver desde el comienzo de nuestra vida cristiana, que el camino hacia la liberación se encuentra en las siguientes palabras: “La ley del Espíritu de vida me ha librado en Cristo Jesús”. Esta ley es tan perfecta y poderosa que nos salva, sin que necesitemos hacer nada para ayudarla. Esta ley nos libra del pecado, nos santifica por completo y espontáneamente nos llena de vida.

Hermanos y hermanas, no piensen que el Espíritu Santo que mora en nosotros solamente expresa Su vida por medio de nosotros ocasionalmente. Pensar de esta manera demuestra que sólo conocemos al Espíritu, y no la ley del Espíritu. La ley del Espíritu expresa Su vida continuamente y opera en todo momento y en todo lugar. No necesitamos pedirle a esta ley que se comporte de cierta manera, porque ella lo hace sin nuestra ayuda. Una vez que el Señor abre nuestros ojos, vemos que el tesoro que está en nosotros no es simplemente el Espíritu Santo o una vida, sino que también es una ley. Entonces somos librados, y el problema del pecado queda resuelto.

Quiera Dios abrir nuestros ojos para que veamos el camino hacia la liberación a fin de que veamos la clave que nos conduce a la victoria, y a fin de que podamos tener un buen comienzo en este camino estrecho.

(Mensajes para creyentes nuevos: Libres del pecado #15, capítulo 1, por Watchman Nee)