¿Cómo toma Dios las medidas necesarias para nuestro bien?
Todos tenemos diferentes naturalezas, caracteres, estilos de vida y costumbres. Por esta razón, todos necesitamos una clase diferente de quebrantamiento. Hay tantas clases de disciplina como individuos. Cada persona es puesta en situaciones muy específicas. Dos cónyuges pueden tener una relación muy estrecha; aún así, Dios dispondrá ambientes diferentes para cada uno de ellos. Lo mismo sucede entre padre e hijo, y entre madre e hija. Al valerse de nuestras circunstancias, Dios nos asigna la disciplina a cada uno de nosotros según nuestra necesidad individual.
Todo lo que Dios nos asigna nos sirve de adiestramiento. Romanos 8:28 dice: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, a los que conforme a Su propósito son llamados”. Todo no se limita a cien mil cosas ni a un millón. No podemos determinar cuán grande es el número. Todo es arreglado por Dios para nuestro bien.
Por consiguiente, nada nos viene por casualidad. Las coincidencias no existen para nosotros. Todas las cosas son preparadas por Dios. Desde nuestro punto de vista, nuestras experiencias parecen confusas y desconcertantes y no vemos el propósito que yace detrás de todas ellas. Tal vez ni entendamos lo que significan; pero la Palabra de Dios dice que todas las cosas cooperan para nuestro bien. No sabemos que beneficio nos traerá cada situación. Tampoco sabemos cuántas cosas nos esperan ni qué provecho nos traerán. Lo que sí sabemos es que todo obra para nuestro bien. Todo lo que nos suceda nos traerá beneficio. Tengamos presente que lo que Dios ha dispuesto tiene como fin producir santidad en nuestro carácter. Nosotros no forjamos esta santidad en nosotros mismos; es Dios quien produce un carácter santo en nosotros valiéndose de nuestro entorno.
Un ejemplo servirá para explicar la forma en que todas las cosas cooperan para nuestro bien. En Hangchow hay muchos tejedores de seda. Al tejer se usan muchos hilos y colores. Si miramos la tela por el revés, parece un caos. Una persona que no sepa de tejidos quedaría perplejo, pues no sabría cuál es el estampado que se ve por el otro lado de la tela. Al dar vuelta a la tela, se verán en ella hermosos motivos de flores, montañas y ríos. No se ve nada definido cuando se está tejiendo la tela; sólo se ven hilos rojos y verdes que van y vienen. De igual modo, nuestra experiencia va de un lugar a otro aparentemente sin rumbo. No sabemos qué diseño tiene Dios en mente. Pero todo “hilo” que Dios usa, toda disciplina de Sus manos tiene una función. Cada color tiene su propósito, pues el diseño es preparado de antemano. Dios dispone nuestras circunstancias con el fin de forjar Su santidad en nuestro carácter. Todo encuentro tiene significado, y es posible que no lo entendamos hoy, pero un día lo entenderemos. Algunas situaciones no se ven muy bien en el presente, pero más adelante, cuando miremos hacia atrás, entenderemos por qué el Señor hizo esto y qué se proponía cuando lo hizo.
(Mensajes para creyentes nuevos: Disciplina del Espíritu Santo, La #20, capítulo 1, por Watchman Nee)