El Señor hace que nos enfrentemos con muchas cosas, la mayoría de las cuales no nos agradan. Por eso la Biblia nos manda: “Regocijaos en el Señor siempre” (Fil. 4:4). Solamente en el Señor nos podemos regocijar siempre. Aparte de El, ¿qué podría traernos un regocijo constante? ¿Por qué Dios permite que lleguen a nosotros las adversidades? ¿Qué se propone al permitirnos pasar por estas cosas? Su meta es derribar nuestra vida natural. Si leemos Jeremías 48:11, podremos entender.
Jeremías 48:11 dice: “Quieto estuvo Moab desde su juventud, y sobre su sedimento ha estado reposado, y no fue vaciado de vasija en vasija, ni nunca estuvo en cautiverio; por tanto, quedó su sabor en él, y su olor no se ha cambiado”. Los moabitas eran los descendientes de Lot (Gn. 19:36-37). Estaban emparentados con Abraham pero su origen era carnal. Moab había estado quieto desde su juventud y nunca había pasado por tribulación, ni pruebas, ni azotes, ni penas ni dolor. No le había sucedido nada que le hiciera derramar lágrimas; jamás cosa alguna rompió su corazón ni estorbó su camino. A los ojos de los hombres, esto era una gran bendición. No obstante, ¿qué dijo Dios acerca de los moabitas? El dijo: “Sobre su sedimento ha estado reposado, y no fue vaciado de vasija en vasija”. El vino reposado en su sedimento denota impureza. Cuando el vino se fermenta, en la parte superior se ve un líquido limpio, y en el fondo se asienta el sedimento. Cuando se agita la vasija, el sedimento y el líquido se mezclan de nuevo. Para tener un líquido libre de sedimentos, se debe vaciar cuidadosamente el vino en otra vasija. En tiempos antiguos no había filtros, y la única manera de eliminar el sedimento era decantar el líquido, vertiéndolo en otra vasija. Originalmente el líquido y el sedimento estaban mezclados. Al pasar el líquido a otra vasija, se dejaba el sedimento. Algunas veces el sedimento se escapaba con el líquido a la otra vasija, y era necesario decantar el líquido de nuevo. Hacían esto reiteradas veces hasta que el sedimento se eliminaba por completo. Moab nunca fue trasvasado; fue como el vino asentado sobre su sedimento. No había sido librado de su “sedimento”. Por esto dice que “quedó su sabor en él”, y que “su olor no se ha cambiado”. El sabor y el olor de Moab nunca cambiaron. Su condición jamás varió. Pero a Dios no le interesa el antiguo olor. El desea cambiar el olor.
Algunos han sido creyentes por diez años, pero su sabor permanece igual que el primer día. Son como Moab, cuyo sabor permanece y cuyo olor no cambia. Algunas personas eran muy descuidadas cuando recibieron al Señor Jesús, y después de veinte años siguen siendo irresponsables. El primer día vivían en ignorancia e insensatez, y hoy continúan en la misma condición; todavía conservan el mismo sabor, y su olor no ha cambiado. Dios no desea tal cosa. El desea quitarnos nuestros viejos hábitos, y librarnos de nuestra naturaleza y carácter; quiere eliminar todo elemento indeseable de nosotros. El quiere verternos en otra vasija, y luego en otra. Después de haber sido trasvasados unas cuantas veces, nuestro “sedimento” quedará atrás, y el sabor original habrá desaparecido.
Moab tuvo una vida muy cómoda, pero como resultado “su sabor quedó en él, y su olor no se ha cambiado”. Quizás nuestra vida no haya sido fácil. Tal vez no hayamos estado quietos desde la juventud y hayamos pasado por “muchas tribulaciones” como Pablo (Hch. 14:22). Si éste es el caso, tengamos presente que el Señor está eliminando nuestro sedimento y nuestro sabor original. El Señor desea librarnos de nuestro propio sabor y de nuestro olor natural. Lo viejo que hay en nosotros se debe eliminar; necesitamos que el Señor lo desarraigue. Para eso, El nos está pasando de una vasija a otra, y luego a una tercera. El permite que esto nos suceda hoy, y que aquello nos suceda mañana. El Señor nos lleva de una experiencia a otra. Cada vez que El disponga nuestras circunstancias y nos quebrante, dejaremos atrás algo de nuestro viejo sabor y olor. Poco a poco seremos purificados de nuestro viejo sabor. Cada día seremos un poco diferentes. Esta es la manera en que el Señor opera en nosotros; El derriba un poquito hoy y un poquito mañana, hasta que todo nuestro sedimento desaparezca, se pierda nuestro sabor y cambie nuestro olor.
Dios no solamente nos está quebrantando, sino que también nos está constituyendo [de Sí mismo]. Al examinar la vida de Jacob, en Génesis, podemos ver el significado de la constitución.
La vida de Jacob comenzó en un nivel bajo. El luchó con su hermano mayor, estando todavía en el vientre de su madre, procurando nacer antes que él. El era codicioso y astuto, y siempre estaba engañando a los demás. El engañó a su propio padre, a su hermano y a su tío. Pero luego él fue engañado por su tío y por sus hijos. Hizo lo que pudo para prosperar, pero al final se encontró en una terrible escasez. Podemos decir que el camino de Jacob estaba lleno de sufrimientos. Algunas personas pasan sus vidas en quietud y comodidad, pero la vida de Jacob estaba cargada de aflicciones.
Mientras padecía todo aquello, Dios lo derribaba una y otra vez. Jacob sufrió constantemente. Cada experiencia por la que pasó era un sufrimiento. Pero damos gracias a Dios porque después de pasar por tantos sufrimientos en las manos de Dios, finalmente adquirió un toque de la santidad de Dios. Vemos esto cuando él estaba en Egipto. Ahí vemos a un hombre gentil, humilde, resplandeciente y lleno de dignidad. El era tan manso y humilde que pudo pedirle a su hijo gracia y misericordia. El tenía un entendimiento tan claro que pudo comunicar profecías que ni siquiera Abraham pudo; impartió bendiciones que Isaac no pudo. El estaba tan lleno de dignidad que hasta Faraón inclinó la cabeza ante él para recibir su bendición. Esto demuestra que por el quebrantamiento que Dios llevó a cabo en Jacob, éste llegó a ser humilde y útil a Dios. ¡Jacob se volvió un hombre de Dios!
Después de años de quebrantamiento, Dios constituyó a Jacob consigo mismo. Por eso podemos ver una escena tan hermosa en el lecho de muerte de Jacob, cuando se inclinó sobre su bastón y adoró a Dios. Aunque él estaba enfermo en cama, pudo inclinarse sobre su cayado y adorar a Dios. Esto prueba que recordaba su vida de peregrino. Se esforzó por sentarse, bajó los pies de la cama, y profetizó. Después de profetizar, recogió los pies y expiró. Tuvo una muerte muy apacible. Esta es verdaderamente una escena llena de belleza.
Podemos repasar detenidamente la vida de Jacob. Cuando nació, me temo que nadie tenía un “sabor” peor que el suyo. Pero cuando partió de este mundo, aquel sabor había desaparecido totalmente. Lo que vemos es un hombre totalmente constituido de Dios.
Tengamos presente que todo lo que enfrentamos, de una manera u otra, nos puede edificar. Dios nos derriba valiéndose de toda clase de sufrimientos. Esta demolición puede ser bastante dolorosa. Pero después de pasar por esas pruebas, algo es forjado en nosotros. En otras palabras, cuando pasamos por sufrimientos, parece que estuviéramos cayendo, pero la gracia de Dios siempre nos lleva adelante. En el proceso de vencer en medio de nuestros sufrimientos, algo es forjado en nosotros. A medida que vencemos en las pruebas, algo nos va constituyendo día tras día. Por una parte, Dios nos hace pasar por adversidades y nos demuele por medio de las dificultades; por otra, algo es depositado en nosotros cuando nos levantamos de nuestras pruebas.
Damos gracias a Dios porque tenemos la disciplina del Espíritu Santo. ¡Que Dios tenga misericordia de nosotros, nos quebrante y nos constituya por medio de la disciplina del Espíritu Santo para que lleguemos a la madurez!
(Mensajes para creyentes nuevos: Disciplina del Espíritu Santo, La #20, capítulo 1, por Watchman Nee)