EL CESE DE LA OBRA ESPIRITUAL
La obra espiritual fluye con la corriente del Espíritu Santo sin ningún impedimento y sin necesidad de la fuerza de la carne. Esto no significa que no haya oposición de parte del mundo ni ataques del enemigo, sino que en el Señor debemos tener el deseo de seguir Su unción. Cuando Dios necesita la obra del creyente, éste sentirá el fluir del Espíritu Santo, no importa qué clase de dificultad enfrente. El Espíritu Santo es necesario siempre que se quiera expresar la vida del espíritu. Esta obra es espontánea y extiende la vida en el espíritu.
Sin embargo, muchos siervos de Dios, presionados por las circunstancias (o por otras razones), inconscientemente permiten que la obra que llevan a cabo se vuelva mecánica. Si el creyente tiene esta sensación, debe detenerse e indagar si el Espíritu Santo aún necesita esta labor “mecanizada” o si ésta ya cumplió su propósito y ahora Dios lo guía al paso siguiente. Los siervos del Señor deben saber que lo que empieza como una obra espiritual, es decir, del Espíritu Santo, no siempre continúa siendo espiritual. Muchas obras provienen originalmente del Espíritu Santo, pero posteriormente tal vez no las necesite. Aún así, el hombre persiste, pensando que lo que el Espíritu Santo comenzó debe de ser eternamente espiritual. Esto convierte lo espiritual en algo carnal.
El creyente espiritual nunca verá el aceite de la unción del Espíritu Santo en una labor rutinaria. Tal vez Dios ya no necesite cierta obra, pero si el creyente continúa en ella a fin de mantener cierta organización (la cual no necesariamente es visible), entonces tendrá que valerse de su propio poder y separarse del poder del Espíritu Santo como la provisión necesaria para llevar a cabo la obra. Cuando una obra espiritual tiene que detenerse y el creyente no lo hace, tiene que utilizar su fuerza anímica y física para laborar. En toda obra espiritual genuina el creyente debe rechazar totalmente su poder intelectual, su habilidad natural, sus dones, etc., a fin de llevar a cabo una obra fructífera para Dios. Sin embargo, una obra que no sea guiada por el Espíritu Santo inevitablemente fracasará, a menos que el creyente use su poder mental, su habilidad natural, sus dones, etc.
Un obrero debe estar alerta para ver en qué parte de su obra el Espíritu Santo aplica la unción. De esta manera, sabrá cómo colaborar con El y cómo laborar de acuerdo con el fluir y el poder del Espíritu Santo. La responsabilidad del creyente es estar atento a la corriente del Espíritu Santo para seguirla. Si Dios deja de ungir la obra dejándola al margen del fluir del Espíritu Santo, lo cual contrista al obrero, y si él recupera el fluir de la vida al alejarse de dicha obra, entonces la obra debe detenerse. Los que poseen discernimiento espiritual se percatarán más rápido que otros. Así que debemos preguntarnos: ¿En dónde está la corriente del Espíritu Santo y en qué dirección fluye? Si la obra suprime la vida del espíritu, no podrá apoyar la expresión de esta vida e impedirá que el Espíritu Santo fluya en vida y en victoria; esa obra es un obstáculo, no importa cómo se haya iniciado. Si no se suspende totalmente, por lo menos debe corregirse para que obedezca a la vida del espíritu; de lo contrario, la relación del creyente con esa obra debe cambiar.
En la experiencia espiritual de los creyentes, hay muchos ejemplos de personas que han dedicado sus esfuerzos a la “organización”, la cual puede ser estructurada o no serlo, al punto de perjudicar sus propias vidas. Al principio el siervo de Dios recibe el poder del espíritu, y Dios obra con agrado; como resultado muchos son salvos y edificados. Entonces surge la necesidad de cierta “organización” o “método” para preservar la gracia. Debido a las necesidades, las exigencias y quizá órdenes, el siervo tendrá que llevar a cabo la obra de alimentar a los creyentes; en consecuencia, es atado por las circunstancias, y el Espíritu Santo ya no puede fluir libremente. La vida espiritual gradualmente disminuye, aunque externamente su labor en esa organización continúa prosperando. Esta es la historia del fracaso de muchos.
Hoy día entre las obras espirituales existe una situación alarmante en la cual el obrero considera la obra una carga pesada. Muchos dicen: “Estoy tan ocupado con ciertas actividades y con la obra que me queda poco tiempo para tener comunión con el Señor. Espero tomar un receso para tener tiempo de nutrirme espiritualmente, y luego regresaré a la obra”. Esto es muy peligroso. Nuestra obra debe ser el resultado de la comunión de nuestro espíritu con el Señor. Toda obra debe ser motivo de gozo, pues debe resultar del rebosamiento de la vida del espíritu. Si se convierte en algo que nos agota y nos separa de la vida del espíritu del Señor Jesús, esta obra debe detenerse inmediatamente. Si el fluir del Espíritu Santo cambia el curso, debemos hallar ese rumbo y seguirlo.
Hay una gran diferencia entre el cambio de dirección de la obra del Espíritu Santo y los obstáculos que Satanás pone a la obra. Sin embargo, a menudo estas dos cosas se confunden. Si Dios nos dice que detengamos la obra y nosotros seguimos laborando, tendremos que usar nuestro poder intelectual, nuestra habilidad y nuestro esfuerzo para mantenerla. Aunque podamos resistir al enemigo, carecemos de la unción del Espíritu Santo, quien no puede vencer porque tal batalla realmente es falsa. Cuando el creyente ve que existe un impedimento en el espíritu, debe discernir si proviene de Dios o del enemigo. Si el impedimento es del enemigo, debe resistirlo en el espíritu y seguir adelante juntamente con Dios mediante la oración, liberando su propio espíritu. Si ése no es el caso, Dios hará que el espíritu del creyente se sienta más oprimido y que sienta una carga pesada, y no le dará la libertad de ir adelante.
Al llegar a este punto, los siervos de Dios deben abandonar toda obra que Dios no les haya dado, la cual tal vez deberían haber abandonado hace tiempo, pues es absorbente, no proviene del Espíritu Santo y oprime al espíritu haciendo que el creyente se aparte de su espíritu; dicha obra tal vez sea buena, pero impide que el creyente sea espiritual.
(
Hombre espiritual, El (juego de 3 tomos), capítulo 17, por Watchman Nee)