Mensajes para creyentes nuevos: Disciplina de Dios, La #19, por Watchman Nee

I. LA ACTITUD DE LOS QUE SE SOMETEN A LA DISCIPLINA

A. En la lucha contra el pecado aún no hemos resistido hasta la sangre

Examinemos Hebreos 12:4-13 detenidamente.

El versículo 4 dice: “Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado”. El apóstol dice que los creyentes hebreos habían luchado contra el pecado, pero aunque habían sufrido mucho, afrontado muchas dificultades y problemas, y soportado mucha persecución, todavía no habían resistido hasta la sangre. Si comparamos estos sufrimientos con los de nuestro Señor, veremos que son bastante leves. El versículo 2 nos dice que el Señor Jesús menospreció el oprobio y sufrió la cruz. Lo que los creyentes sufren no se puede comparar con lo que el Señor sufrió. El Señor Jesús menospreció el oprobio y sufrió la cruz hasta el punto de derramar Su sangre. Aunque los creyentes hebreos habían sufrido y llevado la cruz, no habían combatido hasta la sangre.

B. ¿Por qué sufrimos?

¿Qué debe esperar una persona después de ser salva? No debemos dar falsas esperanzas a los hermanos. Debemos mostrarle que encontraremos muchos problemas. Sin embargo, el propósito y el designio de Dios están detrás de todo ello. Podemos contar con que enfrentaremos muchos problemas y tribulaciones, pero ¿cuál es el propósito y la razón que yace detrás de todas estas tribulaciones? A menos que el Señor nos conceda el privilegio de convertirnos en mártires, probablemente no tendremos la oportunidad de luchar contra el pecado “hasta la sangre”. Aunque no resistamos hasta la sangre, lo importante es que estamos resistiendo. ¿Por qué nos suceden estas cosas a nosotros?

C. No desmayar ni menospreciar la disciplina

Los versículos 5 y 6 dicen: “Y habéis olvidado por completo la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: `Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por El; porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo hijo que recibe’”.

El apóstol citó en esta porción el libro de Proverbios, que está en el Antiguo Testamento. Dijo que si el Señor nos disciplina, no debemos menospreciar la disciplina como algo sin importancia, y si el Señor nos reprende, no debemos desmayar. Así debe reaccionar el creyente. Algunos consideran triviales las dificultades, los sufrimientos y la disciplina que Dios le manda. No les prestan ninguna atención ni lo evalúan, y la disciplina que Dios les administra pasa desapercibida para ellos. Otros desmayan cuando el Señor los reprende y los tiene en Sus manos. Piensan que ya han sufrido demasiado como cristianos en medio de sus circunstancias y que la vida cristiana es muy difícil. Quieren que el camino sea suave. Tienen la idea de que entrarán por puertas de perla y caminarán por calles de oro con vestiduras de lino blanco. No se les ocurre que los cristianos experimentan toda clase de dificultades. No están preparados para ser cristianos en tales circunstancias. Desmayan y tambalean ante las dificultades que encuentran en el camino. El libro de Proverbios nos muestra que ambas actitudes son incorrectas.

D. No menospreciar la disciplina del Señor

Los hijos de Dios no deben menospreciar la disciplina del Señor. Si el Señor nos disciplina, debemos prestar mucha atención. Todo lo que el Señor nos asigna, nos lo asigna con un propósito específico. El desea edificarnos por medio de nuestras experiencias y circunstancias. El nos disciplina con el propósito de perfeccionarnos y santificarnos. La disciplina que trae sobre nosotros forja Su naturaleza en nosotros. Como resultado, adquirimos un carácter disciplinado. Este es el propósito de la disciplina del Señor. El no nos castiga sin motivo. Nosotros no sufrimos al azar. Dios no nos hace pasar por tribulaciones simplemente para hacernos sufrir. El propósito de todos nuestros sufrimientos es que podamos participar de la naturaleza y la santidad de Dios. Esta es la meta de la disciplina.

Muchos hijos de Dios han sido salvos durante ocho o diez años; sin embargo, nunca dicen: “El Señor me está disciplinando, corrigiendo, castigando y moldeando para hacerme un vaso”. No ven el propósito que Dios tiene al castigarlos, disciplinarlos y esculpirlos. Pasan ciegamente por sus experiencias. No se preguntan acerca de lo que atraviesan hoy, y lo dejan pasar inadvertidamente; no les incomoda lo que ven al día siguiente, y no se preguntan cuál es la voluntad de Dios, y continuamente la desatienden. Les parece que Dios hace sufrir a la gente por crueldad. Tengan presente que la primera reacción de los hijos de Dios debe ser respetar y honrar la disciplina de Dios. Lo primero que debemos hacer cuando experimentemos algo, es encontrar el significado: ¿Por qué sucede esto? Debemos aprender a honrar y respetar la disciplina de Dios. No debemos tenerla en poco, es decir, no debemos ser descuidados acerca de ella, pues en tal caso indicamos que Dios puede hacer lo que desee y nosotros simplemente lo aceptamos sin entenderlo, pues nos parece que lo que El hace no tiene ningún objetivo.

Por una parte, no debemos menospreciar la disciplina; por otra, no debemos hacer demasiado escándalo al respecto. Si la vida cristiana se convierte exclusivamente en una historia de sufrimiento e incomodidades, nos desanimaremos mucho. A esto me refiero cuando digo que podemos exagerar la nota al centrarnos en la disciplina. Debemos aprender a aceptar la disciplina del Señor y comprender que la disciplina que nos inflige y el oprobio que llevamos siempre tienen un propósito. Así que, no debemos desanimarnos cuando somos disciplinados.

(Mensajes para creyentes nuevos: Disciplina de Dios, La #19, capítulo 1, por Watchman Nee)