Presentación breve de lo que es el recobro del Señor, Una, por Witness Lee

I. LA COMUNION DE LAS IGLESIAS EN EL RECOBRO DEL SEÑOR

Lectura bíblica: Ef. 4:3-6; Hch. 2:42a; 1 Jn. 1:3; Jn. 17:11b, 20-23; Ap. 1:11; Ro. 14:1-6; 15:1-7; 16:17; 2 Jn. 7-11; 1 Co. 5:9-13; 2 Co. 2:5-11; Tit. 3:10

En esta palabra adicional, tengo la carga, primero, de compartir con ustedes acerca de la comunión de las iglesias en el recobro del Señor. Hoy necesitamos tener un conocimiento cabal con respecto a la comunión del Cuerpo de Cristo, y también con respecto a la comunión de las iglesias locales.

Como hemos visto en este libro, el recobro del Señor es el recobro de la revelación divina con respecto a ocho puntos principales y básicos: Dios, Cristo, el Espíritu, la vida eterna, los creyentes, la iglesia, la base apropiada de la iglesia, o sea el terreno mismo, y la práctica de las iglesias locales. Entre estos puntos, el recobro de la base apropiada de la iglesia toca un problema práctico importante al que nos estamos enfrentando hoy. Hoy el recobro es, en su forma más práctica, el recobro de la base apropiada de la iglesia. Hoy todas las divisiones y confusiones entre los cristianos provienen de esta única fuente: el hecho de que la mayoría de los cristianos carecen del conocimiento de la base apropiada de la iglesia. Hoy todo el cristianismo está lleno de divisiones. Con el tiempo la división produce confusión; de hecho, estos dos asuntos son dos lados de una misma cosa. En los últimos tres años hemos estado afrontando un verdadero problema entre nosotros, un problema al que se le puede llamar una rebelión, un disturbio, o una división. Este problema no ha sido causado por la falta de conocimiento con respecto a la base apropiada de la iglesia, sino al hecho de que aquellos responsables del problema no están dispuestos a practicar la verdad con respecto al terreno apropiado de la iglesia. No quisieron guardar el terreno apropiado de la iglesia. Además de la necesidad de conocer el terreno de la iglesia, también se necesita el conocimiento adecuado de la comunión del Cuerpo de Cristo para tener la práctica apropiada de las iglesias locales.

A. La comunión del Cuerpo de Cristo

Ahora necesitamos ver, en breve, la comunión del Cuerpo de Cristo. En nuestro cuerpo físico hay un torrente sanguíneo, al cual podemos llamar la circulación de la sangre. Este torrente o esta circulación fluye continuamente en nuestro cuerpo. Si este torrente, o esta circulación sanguínea se detuviera por sólo unos minutos, moriríamos. Por lo tanto, es la circulación de nuestra sangre lo que nos mantiene vivos. Nuestra salud corporal depende de la circulación de la sangre. Podemos decir que esta circulación es la comunión de nuestro cuerpo.

La comunión del Cuerpo de Cristo es muy parecida a la circulación sanguínea de nuestro cuerpo. Hemos sido iluminados para ver que Cristo tiene un Cuerpo y que nosotros somos miembros de Su Cuerpo, es decir, miembros de Cristo mismo. Así como nuestro cuerpo físico tiene muchos miembros, así también el Cuerpo de Cristo tiene muchos miembros. Y así como el hombre tiene un solo cuerpo —este es un principio que Dios ordenó en Su creación— Cristo también tiene un solo Cuerpo. Si no entendemos lo que es la iglesia como Cuerpo de Cristo, simplemente debemos mirar nuestro propio cuerpo. Podemos entender lo que es el Cuerpo de Cristo conociendo nuestro propio cuerpo. He aprendido mucho en cuanto al Cuerpo de Cristo por medio de aprender a entender mi propio cuerpo. Si llegamos a conocer nuestro cuerpo, conoceremos el Cuerpo de Cristo.

La circulación de la sangre es la comunión de nuestro cuerpo. La comunión del Cuerpo de Cristo también es una clase de circulación. En nuestro cuerpo físico tenemos la circulación de la sangre, pero el Cuerpo místico de Cristo no tiene sangre. Entonces la comunión del Cuerpo de Cristo es la circulación del Espíritu. Hoy, el Espíritu es la “sangre” del Cuerpo de Cristo. Si no hubiera sangre en nuestro cuerpo, éste se secaría y moriría. De igual manera, si el Cuerpo de Cristo no tuviera el Espíritu, sería como un cadáver. Así que, la comunión del Cuerpo de Cristo es simplemente la circulación, es decir, el torrente, del Espíritu; no el Espíritu Santo o el Espíritu de Dios, sino el Espíritu. En el Nuevo Testamento el Espíritu denota el Espíritu consumado, el Espíritu que ha sido consumado, compuesto y mezclado y que hoy se dispensa. En este Espíritu hay divinidad, es decir, la naturaleza divina de Dios, y hay humanidad, es decir, la naturaleza humana del hombre. También en este Espíritu está la persona de Cristo, la muerte todo-inclusiva y maravillosa de Cristo, y la resurrección de Cristo, la cual imparte poder, y también Su ascensión. Todos estos elementos han sido combinados con este Espíritu. Cuando este Espíritu circula dentro del Cuerpo de Cristo, circulan la divinidad, la humanidad, la persona de Cristo, la muerte de Cristo y la resurrección de Cristo. ¡Qué maravilloso es esto!

La circulación de la sangre es muy importante para nuestro cuerpo físico. Esta circulación lleva nutrición a cada parte de nuestro cuerpo, y también hace que nuestro cuerpo esté bien cuidado. Algunas veces necesitamos hacer algún ejercicio físico para mejorar la circulación de nuestro cuerpo. Esto puede hacer que tengamos mejor salud. En Romanos 10:12 se nos dice que cuando invocamos el nombre del Señor, el Señor es rico para con nosotros. Yo he descubierto que cuanto más invocamos al Señor en voz alta, más se libera nuestro espíritu y más somos sanados y fortalecidos. Invocar al Señor de esta manera es muy saludable porque invocar de esta manera es un ejercicio. Si siempre estamos callados y cerrados dentro de nosotros mismos, seremos muy débiles. Pero si invocamos, diciendo: “¡Oh, Señor Jesús!, ¡Oh, Señor!, ¡Oh, Señor, Amén, Aleluya!” por diez minutos, el Señor llegará a ser muy rico para nosotros. Tendremos disfrute, y con el tiempo tendremos fuerza. El gozo del Señor será nuestra fuerza (Neh. 8:10). Yo he aprendido el secreto de invocar el nombre del Señor. El Señor es rico para con todos los que le invocan. Invocar no es meramente orar. La palabra en griego que se traduce invocar significa clamar, llamar a gran voz. En ciertas situaciones no es apropiado que invoquemos el nombre del Señor a gran voz. Sin embargo, cuando estemos en una situación apropiada para hacerlo, debemos invocar a gran voz, clamando: “¡Oh, Señor Jesús!, ¡Amén!” Por medio de invocar al Señor de esta manera, disfrutaremos las riquezas de Cristo y seremos fortalecidos. Esto es debido a que al invocar el nombre del Señor el Espíritu circula en nosotros. Este Espíritu circulante es el Espíritu compuesto, que incluye divinidad, humanidad, la persona de Cristo, la muerte de Cristo y la resurrección de Cristo. Las riquezas de este Espíritu compuesto son inescrutables. Cuando este Espíritu circula en nosotros, disfrutamos de todas las riquezas de Cristo. Esta circulación es la comunión del Cuerpo de Cristo.

(Presentación breve de lo que es el recobro del Señor, Una, capítulo 2, por Witness Lee)