Estudiamos ya el aspecto de la obra redentora del Señor, la cual elimina nuestros pecados. Pero, ¿qué debemos hacer nosotros?
En 1 Juan 1:9 dice: “Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados, y limpiarnos de toda injusticia”. En este versículo, la expresión si confesamos se refiere a los creyentes, no a los pecadores. Cuando un hijo de Dios peca, debe confesar sus pecados, porque si no lo hace, no podrá ser perdonado. No debemos encubrir el pecado. En Proverbios 28:13 dice: “El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia”. Cuando un creyente peca, debe confesar su pecado. No le cambiemos el nombre al pecado, ni nos justifiquemos. Mentir es un pecado. Así que cuando mintamos, debemos confesar que hemos pecado. No debemos decir a manera de pretexto: “Exageré un poco en lo que dije”. Lo correcto es confesar: “He pecado”. No demos explicaciones tratando de encubrir el pecado; sencillamente confesemos que hemos mentido. La mentira es pecado y debemos condenarla.
Confesar es mantenerse del lado de Dios y condenar al pecado como tal. Tenemos aquí tres entes: Dios, nosotros y los pecados. Dios está en un extremo, los pecados en el otro y nosotros en el centro. ¿Qué significa cometer un pecado? Es estar del lado del pecado, y lejos de Dios. No podemos estar en la presencia de Dios si nos unimos a nuestros pecados. Cuando Adán pecó, inmediatamente se escondió tratando de evitar a Dios (Gn. 3:8). En Colosenses 1:21 dice: “Y a vosotros también, aunque erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente por vuestras malas obras”. El pecado ocasiona que Dios nos vea como extraños. ¿Qué significa confesar nuestros pecados? Significa que regresamos a Dios y reconocemos que pecamos. Sólo aquellos que andan en la luz y tienen un profundo sentimiento de repulsión por el pecado, confiesan genuinamente sus faltas. Los que se han endurecido y piensan que pecar es normal, no confiesan de corazón. Los creyentes somos hijos de luz (Ef. 5:8) e hijos de Dios (1 Jn. 3:1). Ya no somos extranjeros, sino miembros de la familia de Dios; por consiguiente, debemos conducirnos con dignidad. Somos hijos de Dios y debemos reconocer el pecado. Si pecamos, debemos admitir nuestra culpa. En la casa de Dios hay confesión cuando los hijos condenan el pecado como lo hace el Padre. Así como el Padre rechaza y repudia el pecado, nosotros también debemos hacerlo.
Si confesamos nuestros pecados, Dios es fiel y justo para perdonarnos y limpiarnos de toda injusticia. Si después de pecar admitimos que lo hicimos y lo confesamos, Dios nos perdona y nos limpia de toda injusticia, porque El es fiel, lo cual significa que honra y cumple Sus propias palabras y promesas. El también es justo; por tanto, tiene que aceptar la obra redentora de Su Hijo. Debido a Su promesa y a Su redención El tiene que perdonarnos. El es fiel y justo; por tanto, debe perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda injusticia.
Necesitamos prestar atención a las palabras todo y toda en 1 Juan 1:7 y 9. El Señor nos perdonó y nos limpió de “todo pecado” y de “toda injusticia”, lo cual indica que no solamente perdonó los pecados que cometimos en el pasado, antes de creer, sino la totalidad de ellos.
(Mensajes para creyentes nuevos: Si alguno peca #6, capítulo 1, por Watchman Nee)