El creyente no debe pecar. ¿Es esto posible? ¡Por supuesto que sí! Es posible porque tenemos una vida que no peca, ni tolera el más leve indicio de pecado, ya que es santa como Dios. Esta vida nos vuelve muy sensitivos al pecado; así que, si vivimos por ella y obedecemos al sentir que tenemos, no pecaremos.
Sin embargo, si pecamos, se debe a que aún estamos en la carne. Si no andamos conforme al Espíritu, ni vivimos según esta vida, en cualquier momento podemos pecar. En Gálatas 6:1 dice: “Hermanos, si alguien se encuentra enredado en alguna falta...” Y en 1 Juan 2:1 dice: “Hijitos míos ... si alguno peca...” Todo creyente está expuesto al pecado, y es inevitable que peque. Leemos en 1 Juan 1:8: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos”. Y el versículo 10 añade: “Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a El mentiroso”. Así que podemos decir por experiencia que es muy posible caer esporádicamente en el pecado a pesar de ser creyentes.
¿Perecerá una persona que peca ocasionalmente? ¡No! El Señor dijo claramente: “Y Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de Mi mano” (Jn. 10:28). “No perecerán jamás” indica que la salvación que recibimos es eterna. Este es un hecho inalterable. En 1 Corintios 5, aludiendo a un hermano que había cometido fornicación, Pablo dijo: “El tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que su espíritu sea salvo en el día del Señor” (v. 5). La carne del creyente que peca puede ser destruida; no obstante, su espíritu sigue siendo salvo.
¿Significa esto que no tiene importancia si una persona peca después de haber sido salva? Si una persona salva peca, afronta dos consecuencias graves: en primer lugar, sufrirá en esta vida. Si pecamos después de ser salvos, sufriremos las consecuencias del pecado. En 1 Corintios 5 el hermano que pecó fue entregado a Satanás, lo cual es terrible. Cuando una persona se arrepiente y confiesa su pecado delante del Señor, Dios lo perdona, y la sangre lo limpia. Sin embargo, con cierta clase de pecados, tenemos que afrontar las consecuencias. Por ejemplo, Jehová perdonó el pecado de David de tomar la mujer de Urías; no obstante, jamás se apartó la espada de su casa (2 S. 12:9-13). Hermanos y hermanas, no se puede jugar con el pecado, porque éste es como una serpiente venenosa cuya mordedura es muy dolorosa.
En segundo lugar, si una persona peca, será castigada en la era venidera. Si pecamos y no resolvemos el asunto en esta era, lo tendremos que encarar en la era venidera, porque cuando el Señor regrese “recompensará a cada uno conforme a sus hechos” (Mt. 16:27). Pablo dijo: “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba por las cosas hechas por medio del cuerpo, según lo que haya practicado, sea bueno o sea malo” (2 Co. 5:10).
Aparte de estas dos terribles consecuencias, el pecado: interrumpe nuestra comunión con Dios. Para el creyente, tener comunión con Dios es una bendición y un privilegio muy glorioso; sin embargo, si pecamos, la perdemos inmediatamente. Cuando pecamos, el Espíritu Santo es contristado, y la vida en nosotros se siente incómoda, lo cual hace que perdamos el gozo y la comunión con Dios. Antes de haber pecado, cuando veíamos a los demás hijos de Dios, nos sentíamos atraídos hacia ellos; sin embargo, esa afinidad desapareció y ahora existe una barrera en esa relación. Lo mismo sucede con nuestro disfrute de la Biblia y de la oración. Ya no leemos ni oramos, y todo contacto con Dios se interrumpe. ¿Y qué decir de las reuniones de la iglesia? Antes, si faltábamos a una reunión, sentíamos que habíamos perdido lo más preciado del mundo, pero ahora éstas parecen haber perdido su sabor y nos da lo mismo ir que no ir. Y si nos encontramos con un hermano, quisiéramos evadirlo. ¡Todo ha cambiado!
Es un asunto serio pecar después de haber recibido la salvación. Debemos ser muy cuidadosos en nuestro comportamiento y no tolerar el pecado ni cederle ningún terreno.
Pero, ¿qué hacer “si alguno peca”? Si un creyente peca involuntariamente y se enreda en muchos pecados, ¿qué debe hacer? ¿Cómo puede regresar al Señor? ¿Cómo puede restaurar su comunión con Dios? Este es un asunto de suma importancia y debemos prestarle la debida atención.
(Mensajes para creyentes nuevos: Si alguno peca #6, capítulo 1, por Watchman Nee)