Dios-hombres, Los, por Witness Lee

I. LOS DIOS-HOMBRES

A. Nacidos de Dios para ser Sus hijos

La primera característica de los Dios-hombres es que son nacidos de Dios para ser Sus muchos hijos (Jn. 1:12-13; He. 2:10). Originalmente, fuimos creados sencillamente como hombres. Después de ser creados, vinimos a ser pecadores caídos. No éramos hijos de Dios. Pero, alabemos al Señor, porque según Su economía eterna, cuatro mil años después de crear a Adán, Dios salió de la eternidad y entró en el tiempo, y se hizo hombre. Este hombre es Jesucristo. En los últimos dos mil años de la historia humana, Jesucristo como Dios-hombre ha afectado al mundo entero. Hoy sigue haciéndolo, pero no lo hace por Sí mismo, sino por los miles y los millones de Dios-hombres, quienes son la producción en serie de El, el prototipo.

Aunque somos de diferentes razas y nacionalidades, por la misericordia de Dios todos hemos llegado a ser iguales: todos somos Dios-hombres. Un Dios-hombre es alguien que nació de Dios. En el cristianismo tienen la teología que afirma que nosotros los creyentes llegamos a ser hijos de Dios no por nacimiento sino por adopción. Según esta teología, no nacimos de Dios, sino que fuimos adoptados por El. Pero, según las Escrituras, nosotros los creyentes de Cristo nacimos de Dios para ser Sus hijos. Como hijos de Dios, sin duda somos Dios-hombres. Somos iguales a Aquel de quien nacimos. Sería imposible nacer de Dios y no ser Sus hijos. Puesto que somos los hijos de Dios, somos Dios-hombres.

B. Poseen la vida divina

Como hijos de Dios y como Dios-hombres, poseemos la vida divina (Jn. 3:15, 36a). Muchos cristianos saben que tienen la vida eterna, pero no saben lo que es la vida eterna. Además, no saben lo que es la vida divina. No saben que como personas regeneradas poseen otra vida aparte de su propia vida humana. Todos debemos saber que además de nuestra vida natural, tenemos otra vida, la vida divina. La vida natural nos hace hombres naturales, y la vida divina nos hace hombres divinos. Todos podemos gloriarnos en el hecho de que somos personas divinas, porque nacimos de la vida divina. Por nacer de la vida divina y poseer la vida divina, sin duda somos personas divinas. Nacimos de la vida divina; por tanto, somos seres divinos. Es una lástima que las personas regeneradas en su mayoría no sepan que poseen, además de su propia vida, la vida de Dios. Nuestra propia vida es una vida humana; así que, todos somos seres humanos. Pero mediante la regeneración recibimos otra vida, la cual fue añadida a nuestra vida natural. Esta vida no es sólo santa y celestial, sino también divina. Por consiguiente, todos llegamos a ser personas divinas.

Aunque somos hombres divinos, debemos preguntarnos si vivimos, actuamos y nos comportamos como hombres divinos. Algunos de nosotros tal vez creamos que no estemos calificados para ser personas humanas, mucho menos lo estamos para ser hombres divinos. Tal vez nos consideramos “tortugas” y no hombres, a causa de nuestro mal comportamiento. No obstante, por nacer de Dios y por poseer la vida divina, podemos decir que no sólo somos más elevados que las tortugas, sino que somos más elevados que los seres humanos más destacados. Quizás no pensemos que estemos calificados para decir esto, pero en realidad estamos calificados de sobra. En estos mensajes tengo la carga de impartirles una visión venida de los cielos. No se miren a ustedes mismos. No somos dignos de esto. Debemos apartar la vista y mirar a los cielos. En los cielos los ángeles se regocijan porque ven que todos los creyentes son seres divinos. Los ángeles sólo tienen la vida angélica; no son seres divinos. ¡Qué honor y qué gloria que nosotros los seres humanos podamos ser divinos!

En nuestro reciente estudio de cristalización de la Epístola de Jacobo, dije que la perfección cristiana recalcada por Jacobo no es la perfección cristiana auténtica descrita en la revelación divina completa del Nuevo Testamento. Dije que la perfección recalcada por Jacobo es una imitación y que es el producto del cultivo del yo, efectuado al esforzarse la vida natural por desarrollar la “virtud brillante” en el hombre de la vieja creación. Está en contraste con la perfección cristiana auténtica, que es producida por los creyentes junto con el rico elemento de todo lo que es Cristo, por el suministro abundante del Espíritu consumado y todo-inclusivo, y mediante el poder de la resurrección de Cristo y la muerte que sufrió en la cruz. La Biblia, según la economía de Dios, les enseña a todos Sus escogidos, quienes creyeron en Cristo y fueron regenerados por el Espíritu y que llegaron a ser Dios-hombres, a ser personas divinas (Gá. 2:20; Fil. 1:19-21a).

(Dios-hombres, Los, capítulo 1, por Witness Lee)