¿Cómo debemos reunirnos? El primer principio en la Biblia sobre las reuniones es que todas las reuniones son conducidas en el nombre del Señor. En Mateo 18:20 dice: “Congregados en Mi nombre”, que también puede traducirse: “Congregados bajo Mi nombre”. ¿Qué significa congregarse bajo el nombre del Señor? Significa estar sujeto a Su autoridad. El Señor es el centro y cada uno es atraído hacia El. Las reuniones no tienen el fin de visitar hermanos que nos simpatizan, ni escuchar la prédica de alguien, sino el de estar congregados con todos los santos bajo el nombre del Señor. Si el motivo por el cual nos reunimos es escuchar una predicación, me temo que estaremos bajo el nombre del predicador y no bajo el nombre del Señor. Algunos hombres usan sus propios nombres para atraer a las personas, lo cual da por resultado que el pueblo se congrega en el nombre de ellos. Pero el mandato divino requiere que nos congreguemos bajo el nombre del Señor.
Debemos congregarnos bajo el nombre del Señor porque El no está con nosotros físicamente (Lc. 24:5-6). El nombre está presente cuando la persona no está. Necesitamos el nombre del Señor porque El está ausente físicamente. El cuerpo del Señor está en el cielo, sin embargo, nos dejó Su nombre y prometió que si nos reunimos bajo Su nombre, El estará en medio de nosotros, lo cual significa que Su Espíritu estará en medio de nosotros. Aunque el Señor está sentado en los cielos, Su nombre está en medio nuestro. El Espíritu Santo es el que sostiene el nombre del Señor, y es el guardia que protege y defiende el nombre de Cristo. Así que dondequiera que esté y se manifieste el nombre del Señor, allí está el Espíritu Santo. Debemos reunirnos, bajo el nombre del Señor.
El segundo objetivo por el cual nos reuniones es edificar a otros. En 1 Corintios 14 Pablo nos dice que el principio básico sobre el cual nos reunimos es la edificación de los demás, no de nosotros mismos. Por ejemplo, hablar en lenguas edifica al que habla; sin embargo, la interpretación edifica a los demás. En otras palabras, toda actividad que sólo edifique a una persona, está al mismo nivel de hablar en lenguas. El principio de la interpretación de lenguas es dispensar en los demás aquello con lo que nosotros hayamos sido edificados, para que ellos también se edifiquen. Por esta razón, no debemos hablar en lenguas en la reunión si no hay nadie que las interprete. No debemos hablar algo que sólo nos edifique a nosotros mismos y no a los demás.
Cuando nos reunimos es muy importante pensar en los demás. Podemos hablar mucho sin edificar a nadie. Si las hermanas pueden formular preguntas en la reunión o no, depende del mismo principio: no debemos preguntar solamente pensando en nuestro propio beneficio. Antes de preguntar debemos pensar si lo que deseamos saber menoscabará la reunión. En la reunión se puede ver claramente si la individualidad de un hermano ha sido eliminada. Algunos que sólo piensan en sí mismos, cuando llegan a la reunión hacen todo lo posible por compartir un mensaje o un himno que tienen en mente, sin importarles si el mensaje ayudará a la reunión o si el himno avivará a la congregación. Estas persona perjudican las reniones.
Algunos hermanos han sido creyentes por años, pero todavía no saben reunirse. A ellos les da lo mismo el cielo o la tierra, el Señor o el Espíritu Santo; todo lo que les interesa es su propia persona. Piensan que con tal que ellos estén presentes, aunque no haya nadie más, ésa es una reunión. Para ellos, en su arrogarcia, el resto de los hermanos no existe. Cuand hablan en la reunión, no se detienen hasta quedar satisfechos; al final, los únicos que están contentos son ellos. Estas personas tienen “un sentir” que deben compartir; pero tan pronto abren la boca, los demás se ven obligados a recibir ese “sentir” y llevárselo a sus casas. A otros les gusta hacer oraciones largas hasta agotar a los demás. Cuando alguien rompe el principio de la reunión, toda la iglesia sufre. No debemos ofender al Espíritu Santo en las reuniones, porque si lo hacemos, perderemos todas las bendiciones. Si al congregarnos, nos interesamos por las necesidades y la edificación de los demás, honraremos al Espíritu Santo, quien hará la obra de edificación para que también nosotros seamos edificados. Cuando hablamos descuidadamente y no edificamos a otros, ofendemos al Espíritu Santo, y como consecuencia nuestras reuniones son en vano. Cuando nos reunimos, no debemos pensar en sacar algo de la reunión para nuestro propio beneficio. Si pensamos que lo que diremos beneficiará a otros, debemos hablar, pero si sólo nos beneficiará a nosotros, debemos callar. Siempre que nos congreguemos, tengamos como principio cuidar de los demás.
Por supuesto, no debemos estar callados todo el tiempo. Si bien es cierto que a veces lo que decimos perjudica, también el silencio lo hace. Ya sea que hablemos o nos quedemos callados, si no nos preocupamos por los demás, la reunión sufre. Tanto hablar como guardar silencio deben traer beneficio a la reunión. Siempre recordemos que todo lo que hagamos en la reunión debe edificar (1 Co. 14:26). Todos debemos asistir a las reuniones con la meta de beneficiar a otros, no a nosotros mismos. Jamás debemos hacer tropezar a los hermanos, ni con nuestras palabras ni con nuestro silencio. Debemos aprender a hablar con el propósito de edificar al Cuerpo. Lo que hagamos tiene que edificar a otros. Si hacemos esto, al final nosotros mismos seremos edificados.
Si no estamos seguros de que edificaremos a otros con lo que digamos, es mejor que lo consultemos con los hermanos que tienen más experiencia. Debemos ser humildes desde el principio, sin pensar que somos importantes. No pensemos que podemos cantar y predicar bien y que somos notables. Es preferible que no hagamos ningún juicio de nosotros mismos. Los hermanos que poseen madurez espiritual nos pueden indicar qué es lo apropiado. Hablemos si nos animan a hacerlo, y hablemos menos si es esto lo que nos recomiendan. Nuestras reuniones serán excelentes si cada uno de nosotros se humilla para aprender de los demás. Cuando esto sucede, los que llegan sienten que Dios está en medio de nosotros. Este es el resultado de la función del Espíritu Santo. Espero que pongamos atención a este asunto, porque si lo hacemos, nuestras reuniones glorificarán a Dios.
(Mensajes para creyentes nuevos: Reuniones, Las #10, capítulo 1, por Watchman Nee)