La segunda parte de Gálatas 2:20 también es muy importante: “Y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por fe, la fe en el Hijo de Dios”. Cristo vive en nosotros. Por consiguiente, vivimos por fe en el Hijo de Dios. Creemos diariamente que el Hijo de Dios vive en nosotros. Le decimos al Señor: “Creo que Tú vives por mí; Tú eres mi vida. Creo que Tú vives en mí”. Cuando creemos esto, vivimos en conformidad con ello. No importa lo que suceda, no iniciaremos ningún movimiento. La lección fundamental de Romanos 7 consiste en que no debemos hacer resoluciones. La enseñanza básica radica en que es mejor no querer hacer nada, porque tal deseo es inútil. Puesto que es cualquier esfuerzo nuestro es inútil, debemos simplemente detener todos nuestros movimientos.
Con la tentación Satanás no se propone simplemente hacernos pecar, sino hacer que el viejo hombre en nosotros se mueva. Cuando nos llegue la tentación debemos rehusarnos a actuar y debemos decirle al Señor: “Esto no me corresponde a mí, sino a Ti. Acudo a Ti para dejarte vivir en mi lugar”. Aprenda siempre a acudir al Señor. Nunca trate de moverse por su propio esfuerzo. Somos salvos por la fe, no por las obras. Del mismo modo, nuestra vida se debe basar en la fe, no en las obras. Fuimos salvos cuando acudimos al Señor. Hoy también vivimos por acudir a El. De la misma manera que el Señor nos concedió la salvación sin necesitar ninguna de nuestras obras, así también nuestra vida hoy en la tierra depende del Señor solamente, y no necesita nuestra intervención. Debemos acudir al Señor nuestro salvador y decirle: “Señor vive solamente Tú; no voy a vivir yo”.
Si seguimos actuando por nuestras propias fuerzas después de decirle esto al Señor, lo habremos dicho en vano. Debemos suspender nuestra actividad si queremos que estas palabras tengan algún significado. Hermanos y hermanas, debemos recordar que el fracaso no proviene de que no hayamos hecho suficiente, si de que hemos hecho demasiado. Mientras el hombre siga esforzándose, la gracia de Dios no podrá operar ni perdonarle los pecados. De la misma forma, mientras el hombre esté ocupado en su propia obra tratando de hacerlo todo solo, la vida de Cristo no se manifestará. Esta es una regla. La cruz no tendrá ningún efecto en quienes confían en sus acciones. Mientras sigamos tratando de ser buenos, no seremos salvos. Pero cuando nos olvidemos de nosotros mismos y dejemos que el Señor actúe, seremos salvos. Lo mismo es válido en la actualidad. Si tratamos de hacer obras, en lugar de dejar que la cruz y la vida de Cristo operen en nosotros, nuestras palabras serán en vano. Debemos aprender a dictarnos sentencia a nosotros mismos y reconocer que nunca lograremos vencer por nuestros propios esfuerzos. No debemos tratar de hacer algo. Simplemente busquemos al Señor y digámosle: “Acudo a Ti, pues vives en mí. Vive en mi lugar. Vengo a Ti para obtener la victoria. Te pido que expreses Tu vida en mí”. Si decimos esto, el Señor lo hará por nosotros. Pero si nos convertimos en un estorbo para nuestra fe con nuestras propias obras, el Señor no podrá hacer nada. Tenemos que resolver este asunto de una vez por todas. Tenemos que creer diariamente y decirle todos los días al Señor de una manera definitiva: “Señor, soy inútil. Tomo Tu cruz. Señor sálvame de moverme. Sé mi amo y expresa Tu vida en mí”. Si podemos creer, esperar y confiar de esta forma, podremos testificar diariamente: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”.
(Mensajes para creyentes nuevos: Nuestra vida #16, capítulo 1, por Watchman Nee)