I. ABRE LA PRIMERA SECCION,
LA REGENERACION
A. El Espíritu de realidad
viene a convencer a los pecadores
El Espíritu de realidad vino a convencer a los pecadores en cuanto al pecado, la justicia y el juicio (Jn. 16:8-11). El pecado está relacionado con Adán. Adán es la fuente del pecado. La justicia está relacionada con Cristo. Cristo es nuestra justicia. El juicio debe de ser el juicio de Satanás. Aquí vemos a Adán, la fuente del pecado; a Cristo, la fuente de la justicia; y a Satanás, aquél que debe recibir el juicio. En todo el universo Dios no acusa a nadie más que a él. Todo el universo actual está lleno de rebelión por un solo arcángel, Satanás, así que el juicio le pertenece a él. El pecado procedió de Adán, Cristo da la justicia, y el juicio se aplica a Satanás. El Espíritu de realidad vino para convencernos de esto, haciéndonos arrepentirnos de nuestra condición caída y entrar en la muerte y sepultura de Cristo (Mt. 3:2, 5-6). Esto nos llevó a la muerte y la resurrección de Cristo para recibirle y ser regenerados.
B. El Espíritu de realidad
hace germinar a los creyentes arrepentidos
Primero, somos convencidos de que nacimos de Adán en el pecado y que debemos tomar a Cristo como nuestra justicia. Si no lo hacemos, experimentaremos el juicio junto con Satanás. Estar convencidos nos introduce en la muerte y resurrección de Cristo. En ese momento el Espíritu de realidad nos hace germinar a nosotros los creyentes arrepentidos con la vida de resurrección de Cristo para regenerarnos, para engendrarnos de nuevo en nuestro espíritu (1 P. 1:3; Jn. 3:3, 5). Debemos prestar atención a los dos espíritus que están aquí. El Espíritu hace germinar nuestro espíritu. Esta es la llave que nos permite entender la regeneración.
C. Un espíritu nacido del Espíritu
“Lo que es nacido del Espíritu [de Dios], espíritu [del hombre] es”, un espíritu nacido del Espíritu (Jn. 3:6).
D. El Espíritu da testimonio
juntamente con nuestro espíritu
Inmediatamente el Espíritu de Dios da testimonio juntamente con el espíritu de los creyentes regenerados, de que son hijos (espirituales) de Dios (Ro. 8:16). Los hijos de Dios son divinos y espirituales. No debemos decir que son místicos, porque está claro y evidente que son hijos de Dios.
(Esfera divina y mistica, La, capítulo 4, por Witness Lee)