Primero debemos recibir la revelación. Luego esa revelación bajo la iluminación de la luz divina (Ef. 1:18b) llega a ser una visión.
Para demostrar esto, consideremos la visión de los capítulos cinco y seis de Cantar de cantares. En este libro vemos que la amada de Cristo, al vivir en la ascensión de Cristo como la nueva creación en resurrección, llega a ser madura y rica en la vida para ser un huerto para Cristo (5:1). También llega a ser el santuario de Dios en los cielos (6:4). Por tanto, es el huerto de Cristo en la tierra y el santuario de Dios en los cielos. El huerto recalca las riquezas de la vida de Cristo con toda clase de árboles bellos y especias fragantes. El santuario de Dios en los cielos indica que la vida de Cristo también tiene un elemento que edifica.
El santuario que está en los cielos tiene un velo que lo divide en dos partes; la parte exterior es el Lugar Santo, y la parte interior es el Lugar Santísimo, donde Dios mismo está. Tal vez vivamos en el santuario de Dios, pero no detrás del velo, no en el Lugar Santísimo. Así que Cristo nos llama pidiendo que vivamos detrás del velo donde está Dios. El Lugar Santísimo es tanto Dios mismo como nuestro espíritu.
Cuando la buscadora pasa detrás del velo, llega a ser como los cuerpos celestes, la luna y el sol, para ser el resplandor de la luz de Dios en el universo (6:10a). También llega a ser un ejército temible (v. 10b) que pelea la guerra espiritual, vista en Efesios 6. Finalmente, llega a ser la sulamita (Cnt. 6:13). El nombre sulamita es la forma femenina de Salomón, lo cual indica que ha llegado a ser la réplica de Salomón. Por consiguiente, la que busca y ama a Cristo llega a ser cinco cosas: el huerto, el santuario de Dios, los cuerpos celestes, el ejército temible y la sulamita. La Nueva Jerusalén es la verdadera sulamita en consumación. Esta es la visión que podemos recibir al ser iluminados por la luz divina.
Tenemos que llegar a ser un huerto con las riquezas de la vida de Cristo para que El lo disfrute. Luego debemos llegar a ser un santuario de Dios para ser Su edificio. También tenemos que pasar por la disciplina de la cruz para poder vivir detrás del velo en el Lugar Santísimo de Dios. Luego llegamos a ser como los cuerpos celestes resplandecientes. No sólo somos santificados sino también celestiales así como Dios lo es. Estas personas son los vencedores. Los vencedores son un ejército temible que derriba todos los enemigos de Dios, como se ve en Efesios 6. Esto traerá la Nueva Jerusalén, tipificada por la sulamita. La Nueva Jerusalén, por una parte, es la morada de Dios, y por otra, es la esposa de Cristo, la sulamita. La esposa de Cristo y El son unidos para ser la Nueva Jerusalén a fin de expresar a Dios. Esta es la sulamita en consumación. Con esto vemos que el libro de Cantar de cantares abarca todo el Nuevo Testamento.
Recibí la visión de Cantar de cantares 5 y 6 al repasar la revelación divina una y otra vez teniendo contacto con el Señor. Somos uno con el Señor en nuestro espíritu, así que debemos repasar la revelación divina en nuestro espíritu con el Señor. Luego la luz resplandece para traernos la visión. De otro modo, podemos tener la revelación pero no la visión. Después de repasar la revelación divina una y otra vez en nuestro espíritu con el Señor mismo, más luz viene, y la visión está allí para que la veamos.
Para poder recibir la visión, necesitamos tener la capacidad para ver. Pablo oró en Efesios 1:18 para que los ojos de nuestro corazón fueran iluminados a fin de que viéramos. Necesitamos la luz, pero también necesitamos poder ver. Tal vez esté una escena maravillosa en frente de nosotros, pero sin la luz, no podemos recibir la visión de esta escena. Cuando viene la luz, la visión aparece. Pero si no tenemos la visión, de todos modos no veremos. Necesitamos la revelación, la luz y la capacidad para ver. La luz viene de Dios; la capacidad para ver se encuentra dentro de nosotros. La revelación junto con la luz divina y nuestra capacidad para ver nos trae la visión.
El libro de Hechos demuestra que la visión divina está relacionada principalmente con el mover de Dios. Pablo recibió la visión celestial, y en esta visión Dios le mandó a moverse para predicar el evangelio al mundo gentil (Hch. 26:16-19). Pablo también recibió la visión en la cual el macedonio lo llamaba. Inmediatamente fue de Asia al otro lado del mar a Macedonia, la parte sureste de Europa (16:9-10). Esto fue un mover. En Hechos 1 el Señor les dijo a los discípulos que recibirían el Espíritu para dar testimonio de El en Jerusalén, en Judea, en Samaria y en la parte más remota de la tierra (v. 8). En Hechos 10 vemos que Pedro recibió una visión al orar (vs. 9-16; cfr. vs. 17-20). En esa visión Dios le mandó a Pedro a mudarse para estar con los gentiles por medio de un centurión italiano llamado Cornelio. Esto muestra que la visión que recibimos del Señor hará que nos movamos. Nos movemos conforme a la visión que vemos.
(Revelación del Dios Triuno y Su mover, La, capítulo 4, por Witness Lee)