Hoy en la iglesia el sacerdocio ya no se restringe a unas pocas personas; se ha vuelto un sacerdocio universal. La nación de Israel fracasó; la iglesia no puede fracasar de nuevo. El fracaso de Israel radicaba en que el pueblo de Dios y los sacerdotes de Dios se separaron. ¡Que el Señor tenga misericordia de nosotros! ¡Que no haya separación entre el pueblo de Dios y Sus sacerdotes en la iglesia hoy! En la iglesia, quienes constituyen el pueblo de Dios son Sus sacerdotes. Todos somos sacerdotes de Dios. La cantidad de sacerdotes debe equivaler a la cantidad de hermanos y hermanas. Cada persona debe acercarse a Dios para ofrecer sacrificios espirituales y sacrificios de alabanza. Todos debemos participar en este servicio espiritual. Este no es un ministerio selectivo. Todos debemos acudir a Dios para servirle. Si una iglesia carece de acceso directo a Dios no es la iglesia.
Tengamos presente que no hay iglesia si el sacerdocio no es universal. La nación de Israel fracasó, pero la iglesia no debe caer en lo mismo. Durante los pasados dos mil años, el sacerdocio que incluye a todo el pueblo de Dios nunca ha sido recobrado. Los dos mil años de la historia de la iglesia frecuentemente nos muestran una separación entre el pueblo y los ministros que ejercen el sacerdocio. Repetidas veces una clase intermediaria se ha interpuesto entre Dios y Su pueblo. Esta es la obra y la enseñanza de los nicolaítas.
Ya no debemos tolerar la clase mediadora ni aceptar la jerarquía. No podemos permitir que los sacerdotes se interpongan entre Dios y Sus hijos; no podemos aceptar una clase que tenga que mediar. Necesitamos ver que la iglesia es el lugar donde todo hijo de Dios es un sacerdote. No podemos permitir que una persona o varias monopolicen el servicio espiritual. Dios no habla solamente a unos cuantos, a quienes los demás se acercan para que les solucione los problemas espirituales. La clase mediadora no tiene lugar en la iglesia.
La diferencia que existe entre nosotros y las denominaciones no yace en formalismos externos, sino en el contenido interno. Existe una jerarquía en las denominaciones. Un grupo de personas sirve a Dios, y los demás simplemente ocupan las bancas. Los que constituyen el clero son profesionales en el servicio de Dios, mientras que los demás miembros de la congregación, aunque también nacieron de Dios, se acercan a El por medio de aquellos. La práctica de esta jerarquía es tolerada por muchas organizaciones cristianas hoy. Pero nosotros no podemos permitir la existencia de una clase mediadora; no podemos hacer a un lado la gracia dada a la iglesia en el Nuevo Testamento. No podemos desecharla como lo hicieron los israelitas.
Debemos abolir la clase mediadora. Para hacerlo, tenemos que convertirnos en parte de ella. Cuando todos nosotros llegamos a ser la clase que se acerca a Dios, la jerarquía desaparece. ¿Cómo podemos hacer de tres grupos dos grupos? ¿Cómo podemos convertir el tráfico que circula en tres direcciones en un tráfico de doble sentido? ¿Cómo pueden estos tres —Dios, los sacerdotes y el pueblo— ser sólo dos entidades? Sólo postrándose ante el Señor y diciendo: “Señor, estoy dispuesto a servirte; deseo ser un sacerdote”. Cuando todos los hijos de Dios lleguen a ser Sus sacerdotes, estas tres partes se reducirán a dos.
El sistema jerárquico procede del mundo, de la carne, de la adoración de ídolos y del amor al mundo. Si todos los hermanos desde el principio se niegan al mundo y rechazan la idolatría, se entregarán a Dios y dirán: “De este día en adelante, viviré en la tierra con el único propósito de servir a Dios”. Entonces la jerarquía desaparecerá espontáneamente. Si todos los hermanos se dan cuenta de que la única ocupación que tienen es servir a Dios, y si todos sirven a Dios en coordinación, la clase mediadora desaparecerá.
(Mensajes para creyentes nuevos: Sacerdocio, El #23, capítulo 1, por Watchman Nee)