Enseñanza de los apóstoles, La, por Witness Lee

EN CUANTO A LA ECONOMIA NEOTESTAMENTARIA DE DIOS, DESDE LA ENCARNACION DE DIOS HASTA LA CONSUMACION DE LA NUEVA JERUSALEN

La enseñanza de los apóstoles es todo lo que Dios habla en cuanto a Su economía neotestamentaria, a partir de Su encarnación hasta la consumación de la Nueva Jerusalén (Mt. 1:18-25; Ap. 21:1-3, 9-11). Este hablar no se refiere al bautismo, el cubrir la cabeza, el lavamiento de pies, ni a la mesa del Señor; tiene que ver con la economía neotestamentaria de Dios. Muchos cristianos nunca han oído la expresión la economía neotestamentaria de Dios. La palabra griega que se traduce “economía”, también podría traducirse “arreglo”, “administración” o “plan”. Dios tiene un plan, y por ende, El tiene un arreglo. A fin de llevar a cabo Su plan conforme a Su arreglo, El necesita una administración.

Yo tengo un plan todos los días. Me levanto en la madrugada para estar con el Señor. Luego tomo el desayuno. Después del desayuno, camino durante unos diez minutos. Luego voy a mi trabajo diario. Es posible que lea o responda la correspondencia, o escuche la lectura de algún mensaje, o escriba algunos bosquejos, o estudie algunos versículos. A las 11:30 tal vez tenga una cita. Después de eso como el almuerzo. En la tarde después de que descanso, quizá tenga otra cita; luego ceno. Después de cenar quizá tenga una reunión en la noche. Esto muestra que yo tengo un plan.

La encarnación del Dios Triuno

El plan neotestamentario de Dios es encarnarse (Lc. 1:30-31, 34-35). ¡Cuán maravilloso es esto! Durante miles de años Dios permaneció como el Dios divino, pero tenía un plan neotestamentario. El primer paso de Su plan fue encarnarse, mezclarse con el hombre a fin de entrar en el hombre. Este fue el procedimiento por el cual Dios fue introducido en el hombre para poder mezclarse con éste.

Dios nació en una virgen (Mt. 1:18, 20) y permaneció nueve meses en el vientre de María. De este modo El participó de la sangre y la carne del hombre (He. 2:14a). Después de Su nacimiento El pasó por el vivir humano (Hch. 10:38; 1:21). El vivir humano es parte de la encarnación. Dios se hizo hombre para poder vivir en esta tierra. El no se hizo hombre para quedarse en la tierra unas pocas horas nada más y luego volvió a los cielos. No, El se quedó aquí durante treinta y tres años y medio. El pasó aproximadamente treinta años en el hogar de un carpintero. Luego comenzó a viajar como un predicador ambulante. Esa fue Su vida. El sufrió mucho, y conoció lo que eran el invierno y el verano. El conoció todos los conflictos comunes al hombre.

La muerte todo-inclusiva de Jesucristo

El segundo paso en el plan de Dios es la muerte todo-inclusiva y maravillosa de Jesucristo. Tal muerte todo-inclusiva resolvió el problema del pecado (2 Co. 5:21) y de los pecados (1 P. 2:24; 3:18; 1 Co. 15:3). También puso fin al viejo hombre (Ro. 6:6) y a la carne (Gá. 5:24). La muerte todo-inclusiva de Cristo puso fin además a Satanás, la serpiente (Jn. 3:14; He. 2:14b), y al mundo (Jn. 12:31-33, 24a), el cual está bajo Satanás (1 Jn. 5:19). Esta muerte resolvió todos los problemas entre el hombre y Dios, y efectuó la eterna redención, lo cual es representado por la sangre que fluyó del Jesús crucificado (He. 9:12; Jn. 19:34).

La muerte todo-inclusiva de Jesucristo también liberó la vida divina como vida eterna, lo cual es representado por el agua que fluyó del Cristo crucificado (19:34). Debido a que estamos en El, la muerte todo-inclusiva de Cristo es nuestra muerte y nuestra historia. ¡Cuán maravillosa es Su muerte!

La resurrección de Jesucristo

Después de Su muerte todo-inclusiva, el Señor Jesús resucitó (Mt. 16:21b; Hch. 2:24; 3:15; 5:30). La resurrección de Jesucristo testifica que Dios está satisfecho con Su muerte por nosotros y que nosotros somos justificados por Dios en El y con El (Ro. 4:25b). Que nosotros seamos justificados en El es la justificación objetiva, y que seamos justificados con El es la justificación subjetiva. Cristo ahora vive en nosotros, y nosotros vivimos con Cristo. Así que, vivimos una vida que nos capacita para ser justificados subjetivamente.

En Su resurrección el hombre Jesús fue engendrado Hijo de Dios (Hch. 13:33; Ro. 1:4). La resurrección de Jesucristo fue el nacimiento de Cristo. El hombre Jesús nació como Hijo de Dios. La resurrección de Cristo también impartió la vida divina a los creyentes en Jesucristo, y los engendró como los muchos hijos de Dios (1 P. 1:3; Ro. 8:29; Jn. 12:24b).

La resurrección de Jesucristo también le hizo Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Por último, esta resurrección consumó al Dios Triuno e hizo al Espíritu de Dios la máxima consumación del Dios Triuno como el Espíritu (Mt. 28:19; Jn. 7:39; Ap. 22:17). Antes de Su encarnación el Dios Triuno, como persona divina, no tenía naturaleza humana. Así que, podríamos decir que El era perfecto pero no completo. A El le faltaba la naturaleza humana. Por medio de la encarnación El obtuvo la naturaleza humana; aun así, a El todavía le faltaba algo, en el sentido de que El no había entrado en muerte. Aun después de que El murió en la cruz, al Dios Triuno todavía le faltaba algo porque no había entrado todavía en resurrección. En la resurrección se efectuó la consumación del Dios Triuno. No fue sino hasta la consumación del Dios Triuno en resurrección, que se mencionó el título “el Padre, el Hijo y el Espíritu”. Después de Su resurrección, el Señor Jesús se reunió con los discípulos en un monte de Galilea (Mt. 28:16), y les dijo que fueran e hicieran discípulos a todas las naciones, bautizándoles en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Mt. 28:19).

El Dios Triuno ha sido ahora completado; El ha sido consumado. La resurrección de Cristo fue la consumación del Dios Triuno. El Espíritu de Dios ha sido ahora liberado, y el Espíritu de Dios es la máxima consumación del Dios Triuno como Espíritu. El título “el Espíritu” es simple, pero el significado de este título, no lo es. El Espíritu es el Dios Triuno procesado. Juan 7:39 dice: “Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en El; pues aún no había el Espíritu, porque Jesús no había sido aún glorificado”. Jesús fue glorificado en Su resurrección. Después de que El fue glorificado, el Espíritu estaba allí. En el último capítulo del último libro del Nuevo Testamento, se usa el título “el Espíritu” (Ap. 22:17). En este título no se hace referencia alguna a Dios, a Cristo, al Hijo, o al Padre. El Espíritu es el Dios Triuno consumado y procesado, y El es el Novio. Nuestro Novio es una persona maravillosa: el Dios Triuno, procesado y finalmente consumado como Espíritu. En el Espíritu están el Padre, el Hijo, la naturaleza humana, la muerte todo-inclusiva y la resurrección. Todo está en el Espíritu. El Espíritu es el Novio, y el hombre tripartito, regenerado, santificado, transformado, conformado y glorificado, es la novia. Al final de la Biblia tenemos una maravillosa pareja, que constituye una maravillosa historia del Novio y la novia. Con la resurrección de Cristo, el plan de Dios no estaba todavía terminado.

(Enseñanza de los apóstoles, La, capítulo 1, por Witness Lee)