Como creyentes, tenemos una historia muy larga. De hecho, tenemos una historia eterna, pues nuestra historia comenzó en la eternidad pasada. En la eternidad fuimos conocidos de antemano por Dios, escogidos por Dios y predestinados por Dios.
Romanos 8:29a se refiere a los creyentes como aquellos que fueron conocidos de antemano por Dios. En la eternidad Dios nos conoció de antemano según Su presciencia (1 P. 1:2a). En el Nuevo Testamento la raíz de las palabras presciencia y conocimiento de antemano es “conocer”. A esta raíz se le añade el prefijo griego pro, que significa antes o anticipado. En el griego del Nuevo Testamento, los términos que se tradujeron “conocimiento de antemano” y “presciencia” implican más de lo que podríamos entender por las respectivas traducciones a nuestro idioma. La raíz griega para estas expresiones incluye acepciones tales como: estimar, aprobar y poseer. Si aprobamos algo, sentiremos estima por ello; después, desearemos apropiarnos de ello y poseerlo. La presciencia de Dios mencionada en 1 Pedro 1:2 implica que en la eternidad pasada Dios nos aprobó y nos tuvo en alta estima. También implica que en la eternidad pasada Él nos tomó, nos poseyó y se adueñó de nosotros. Podríamos incluso afirmar que así como José se desposó con María, Dios en Su presciencia “nos desposó” en la eternidad pasada. (Con Dios no existe el elemento del tiempo). Todo esto está incluido en la connotación de la palabra presciencia.
La presciencia de Dios incluye también ordenar de antemano. En su traducción expandida del Nuevo Testamento, Kenneth S. Wuest usa la expresión ordenó de antemano en 1 Pedro 1:2, afirmando que los creyentes son los escogidos, cuya elección había sido determinada por Dios el Padre al ordenarlos de antemano. Por tanto, la presciencia de Dios significa no solamente que Él nos conoció en la eternidad pasada, sino también que Él nos ordenó de antemano. Todos fuimos ordenados de antemano por Dios el Padre en la eternidad pasada.
En la eternidad pasada fuimos conocidos de antemano por Dios “según Su beneplácito, el cual se había propuesto en Sí mismo” (Ef. 1:9). El beneplácito de Dios es el deseo de Su corazón. El libro de Efesios habla desde el punto de vista del beneplácito de Dios, el deseo del corazón de Dios. Según 1:9, el beneplácito de Dios es lo que Él se propuso en Sí mismo. En términos humanos, el beneplácito de Dios es lo que le hace feliz. Hay algo en el corazón de Dios que le complace y le hace feliz. Éste es el beneplácito de Dios.
El beneplácito de Dios es lo que Él se había propuesto en Sí mismo. Esto significa que Dios mismo es la iniciación, el origen y la esfera de Su propósito. Dios tiene un plan, un deseo, y conforme a Su plan Él tiene un propósito. La existencia del universo se conforma al propósito de Dios. Los cielos, la tierra, millones de cosas y el linaje humano existen todos conforme al deseo que Dios se propuso cumplir. A la postre, todas estas cosas resultarán en aquello que Dios desea. En el universo hay un deseo, el deseo de Dios. Debido a que Dios se ha propuesto cumplir este deseo, nadie ni nada podrá subvertir tal propósito. Todo cuanto ocurre sobre la tierra tiene por finalidad este propósito. Nosotros, los que hemos creído en Cristo, somos el enfoque central del propósito de Dios y, por ende, todas las cosas operan en pro de nosotros. Dios se propuso este deseo en Sí mismo. Él no buscó consejo de nadie con respecto a ello.
En la eternidad pasada fuimos escogidos por Dios el Padre. “Según nos escogió en Él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de Él en amor” (Ef. 1:4). Que Dios nos escogiera equivale a Su elección. De entre innumerables personas Dios nos eligió. La palabra escogidos implica que algunos fueron elegidos y otros no. ¡Alabamos al Señor por estar entre los escogidos!
El hecho de que fuimos escogidos en la eternidad significa que nuestra salvación comenzó en la eternidad, que empezó antes de la creación y antes del tiempo. Si nos volvemos a nuestro espíritu y contactamos al Señor sobre este asunto, comprenderemos que así como Dios es eterno, también Su elección al escogernos está relacionada con la eternidad. Todos debemos dar gracias a Dios el Padre por Su elección eterna, la elección que Él realizó en la eternidad pasada con miras a la eternidad futura.
(Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 114-134), capítulo 3, por Witness Lee)