Liderazgo en el Nuevo Testamento, El, por Witness Lee

LA ADMINISTRACION DE DIOS EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

La administración de Dios en la tierra está íntimamente relacionada con la administración de la iglesia. Si queremos ver la administración de Dios en la tierra, tenemos que ver la administración de la iglesia. Debemos ir al principio mismo del mover de Dios entre los hombres en el Antiguo Testamento para estudiar este asunto.

Un reino de sacerdotes y una nación santa

En el libro de Génesis, después de la caída de Adán, Dios ha obrado en la tierra entre Su pueblo escogido. Por medio de Sus actos en el libro de Génesis, Dios obtuvo a algunas personas importantes y finalmente obtuvo la casa de Israel. Las personas cruciales que obtuvo fueron Adán, Abel, Enós, Enoc, Noé, Abraham, Isaac y Jacob junto con José. Dios obtuvo la casa de Israel, unas cuantas personas, mediante Jacob junto con José, pero en esa casa no vemos mucho de la administración de Dios hasta que llegamos a los tiempos de Moisés, relatados en Exodo.

En Exodo 19 el Señor dijo a los hijos de Israel en el monte Sinaí que El quería que fueran un reino de sacerdotes y una nación santa (v. 6). En aquellos tiempos la nación de Israel constaba probablemente de más de dos millones de personas. Los hijos de Israel no salieron de Egipto individualmente. Fueron liberados corporativamente como un linaje entero. No salieron de Egipto uno por uno, sino como un pueblo, más aún, como una nación y un reino. Cuando llegaron a Sinaí, Dios les llamó “un reino de sacerdotes” y “una nación santa”. En este reino en el monte Sinaí, empezó la administración de Dios entre Su pueblo en la tierra.

Dios gobierna con la palabra que habla para el momento y con Su palabra constante y escrita por medio de algunos representantes

La administración de Dios entre los hijos de Israel no era una autocracia dirigida por un dictador ni una democracia del pueblo, sino una teocracia, lo cual indica que Dios mismo vino a gobernar, a regir, a administrar a Su pueblo directamente, pero mediante algunos representantes. Entre los hijos de Israel, estos representantes eran los sacerdotes y los ancianos que trabajaban juntos para Dios en Su teocracia. Los sacerdotes recibían la palabra y las instrucciones de Dios, y lo que hablaba. Lo que Dios decía, Sus palabras específicas para el momento, era lo que constituía a los hijos de Israel. Las palabras constantes de Dios no estaban presentes antes de que se dio la ley, pero siempre existían Sus palabras específicas para el momento. La ley constaba de las palabras que Dios dio para el momento. Así como la constitución de los Estados Unidos, la ley puede considerarse la primera constitución escrita del pueblo de Dios, escrita por Dios mismo. Sin embargo, el Antiguo Testamento nos muestra que esta constitución por sí misma no era suficiente. Se necesitaba la constitución instantánea de Dios, o sea, Sus palabras dadas para el momento. Las palabras que Dios habla para el momento siempre acompañan Su Palabra escrita. La teocracia entre la nación de Israel era un gobierno que estaba en conformidad con las palabras constantes escritas en la ley, o las palabras que Dios hablaba para el momento según eran reveladas por medio del pectoral del sumo sacerdote por el Urim y el Tumim (Ex. 28:30; Lv. 8:8; Nm. 27:21; Dt. 33:8; 1 S. 28:6; Esd. 2:63; Neh. 7:65).

La parte crucial del gobierno de Dios era las palabras que El hablaba para el momento por medio del Urim y el Tumim en el pectoral del sumo sacerdote. Entre el pueblo de Israel existían, por una parte los ancianos, y por otra, los sacerdotes. Aunque las Escrituras no indican claramente cómo habían surgido los ancianos, sí se nos dice cómo eran establecidos los sacerdotes. Dios escogió toda la nación de Israel para que fuera un reino de sacerdotes. El tenía la intención de que todo varón israelita fuera sacerdote. Pero los hijos de Israel cayeron y se alejaron del propósito de Dios. Así, Dios escogió una familia, la casa de Aarón, en vez de escoger toda la nación de Israel, para que fuera un cuerpo de sacerdotes, la cual reemplazaría la nación de sacerdotes. Aarón, el padre, fue nombrado por Dios como sumo sacerdote, y todos sus hijos eran los sacerdotes (Ex. 28:1). De este modo se produjeron los sacerdotes en el Antiguo Testamento.

Entre los sacerdotes estaba el sumo sacerdote con sus vestiduras sacerdotales. La parte más importante de estas vestiduras era el pectoral del efod (Ex. 28:15-30), pues en él había doce piedras preciosas en las cuales estaban inscritos los nombres de las doce tribus de Israel (vs. 17-21). Hace años leí un artículo en cuanto al Urim y al Tumim escrito por un erudito hebreo. Según ese artículo, los doce nombres de las doce tribus de Israel se componían de dieciocho de las veintidós letras del alfabeto hebreo. Las otras cuatro letras eran puestos en una pieza llamada el Tumim. La palabra Tumim indica perfección o culminación. Por consiguiente, en el pectoral con la pieza adicional llamada el Tumim, se hallaban las veintidós letras del alfabeto hebreo.

Además, según este artículo, el Urim, que significa luz, era un iluminador insertado en el pectoral debajo de las doce piedras. Normalmente las doce piedras del pectoral estaban bajo la iluminación del Urim. Cuando el sacerdote entraba en la presencia de Dios con el pectoral, de repente una piedra en la cual estaba escrito un nombre oscurecía. El hecho de que una piedra específica se oscureciera constituía las palabras que Dios daba para el momento. De este modo, letra por letra, el sumo sacerdote podía deletrear una palabra, luego una oración, después un párrafo, hasta que se determinaba el juicio completo de Dios. Era necesario tener el alfabeto hebreo completo de veintidós letras para que se pudiera escribir cualquiera palabra.

El escritor de este artículo dijo que mediante el Urim y el Tumim el pecado de Acán fue descubierto en Josué 7. Por medio del Urim y el Tumim supieron que el que había pecado pertenecía a la tribu de Judá. Luego la familia y la persona fueron descubiertas (vs. 16-18). El pectoral del sumo sacerdote es llamado el pectoral de juicio en Exodo 28:30 porque habla por Dios en circunstancias específicas. Cuando había un problema que no se podía resolver según la ley escrita, el sumo sacerdote llevaba el pectoral a la presencia de Dios para esperarle y leer las letras. Entonces recibía las palabras de Dios. De este modo se recibía la revelación instantánea de Dios en cuanto a Su administración. Además, por esta razón algunos eruditos han llamado a esta administración divina descrita en el Antiguo Testamento una teocracia.

Después de que el sumo sacerdote recibía las palabras que Dios daba para el momento, no ejecutaba ni llevaba a cabo directamente lo que Dios había dicho, sino que informaba a los ancianos lo que Dios decía, y éstos eran los administradores directos entre el pueblo de Dios. En los días de Josué, éste podía considerarse un anciano principal entre el pueblo de Dios. El sumo sacerdote que acompañaba a Josué era Eleazar, descendiente de Aarón. Dios pidió a Moisés que dijera a Josué que si quería saber la voluntad de Dios o lo que El quería, tenía que ir al sacerdote Eleazar, quien consultaría “el juicio del Urim delante de Jehová” (Nm. 27:21). Estas dos personas avanzaban juntas en el mover de Dios. Uno llevaba la responsabilidad de entrar en la presencia de Dios a fin de recibir lo que El decía para el momento, y el otro recibía las palabras divinas para ejecutarlas entre el pueblo de Dios. En general, los ancianos siempre llevaban a cabo la administración de Dios conforme a las palabras divinas recibidas mediante el Urim y el Tumim. Cuando los sacerdotes estaban débiles, tal como en los días de Elí (1 S. 1:12; 3:12-14), Dios levantaba profetas para fortalecer Sus palabras (3:20-21). Las palabras que Dios daba para el momento mediante los sacerdotes venían por el Urim y el Tumim, pero las que daba para el momento por medio de los profetas las daba el Espíritu de Dios que venía sobre ciertas personas para inspirarlas a hablar la palabra de Dios.

Más tarde en el Antiguo Testamento, los hijos de Israel siguieron al mundo al querer tener un rey, lo cual ofendió a Dios (1 S. 8:4-7). Su deseo de tener un rey desagradó a Dios porque querían que un hombre reinase sobre ellos en vez de Dios. Dios les concedió un rey, pero como resultado sufrieron (vs. 10-18). Después del rey Saúl, Dios estableció a un hombre como rey que estaba en conformidad con Su corazón, un hombre llamado David (Hch. 13:21-22). Incluso en el caso de David todavía se necesitaba el efod (1 S. 23:9-12; 30:7-8; 2 S. 6:14; 1 Cr. 15:27).

Cuando los reyes se debilitaban, los profetas eran levantados. Cuando David pecó, Natán vino a reprenderle y a ayudarle en la administración de Dios (2 S. 12:1-25). Todos los profetas desde los tiempos de David hasta los tiempos de Malaquías (Mal. 1:1) fueron usados por Dios para hablar a Su pueblo la palabra específica para el momento, a fin de ayudar a los administradores, o sea los reyes, a llevar a cabo la administración de Dios entre Su pueblo.

Todo lo que sucedió en el Antiguo Testamento tipificaba el gobierno neotestamentario. Si queremos entender la administración de Dios en Su mover en el Nuevo Testamento hoy, tenemos que regresar al Antiguo Testamento para entender bien la práctica de la administración de Dios. En la administración de Dios El rige y gobierna directamente, lo cual constituye una teocracia. Debemos ver el delineamiento del gobierno de Dios entre Su pueblo. El gobierna con lo que habla para el momento y con la Palabra constante escrita. La palabra era dada para el momento mediante los sacerdotes o los profetas, pero ningunos de éstos era administrador directo. Los administradores directos eran los ancianos, los jueces o los reyes.

(Liderazgo en el Nuevo Testamento, El, capítulo 3, por Witness Lee)