Puntos prácticos en cuanto a la compenetración, por Witness Lee

LA VIDA CORPORATIVA DE LOS DIOS-HOMBRES PERFECCIONADOS

Ahora bien, ¿qué es la realidad del Cuerpo de Cristo? En pocas palabras, la realidad del Cuerpo de Cristo es una especie de vida corporativa, no la vida que lleve algún individuo. Esta vida corporativa es la suma de muchos santos que han sido redimidos, regenerados, santificados y transformados por el Dios procesado y consumado que está en ellos. El Dios consumado que mora en los santos redimidos ha hecho de ellos verdaderos Dios-hombres.

Por la regeneración una persona es hecha Dios-hombre, pero no un Dios-hombre maduro. Cuando algunos niños nacen, son tan pequeños y tan débiles que los ponen en una incubadora. Pero después de crecer, estos niños pueden convertirse en jóvenes altos y fornidos. Nosotros fuimos regenerados, pero muchos de nosotros todavía somos tan pequeños como niños recién nacidos. Necesitamos, por tanto, ser alimentados y perfeccionados para poder crecer en vida y llegar a la madurez. El procedimiento que se sigue en la obra realizada por la iglesia consiste en engendrar, nutrir y luego enseñar a los santos y perfeccionarlos para que lleguen a la madurez y sean edificados en las iglesias locales con miras a la edificación del Cuerpo de Cristo. Damos gracias al Señor porque en Su recobro hay muchos que le buscan con seriedad, los cuales han sido perfeccionados.

Sabemos que Dios se hizo hombre para ser un Dios-hombre. Aquel pequeño Jesús que yacía en el pesebre era un Dios-hombre, pero ¿quién podría comprender esto? El no sólo vivió como hombre sino también como Dios. Por consiguiente, Su vida era la vida de un Dios-hombre. El parecía un hombre común a Sus discípulos y a la gente. Muchos al oírle se maravillaban y decían: “¿De dónde tiene éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es ésta que le es dada? ¡Qué obras tan poderosas se realizan por Sus manos! ¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿Y no están aquí con nosotros Sus hermanas?” (Mr. 6:2-3). Ellos se asombraban de que un hombre pudiese hacer tales cosas y exhibiese las máximas virtudes en la humanidad.

¿Quién es El? Es Dios hecho hombre, un hombre verdadero. Pero este Hombre no vivía por Su propia cuenta, por Su vida humana. El rechazó Su vida humana; se negó a Sí mismo; vivió como un hombre impulsado por otra vida, la vida de Dios. El nos dijo que todo lo que hacía y todo lo que decía no provenía de Sí sino del Padre que le había enviado (Jn. 14:10, 24). El era un verdadero hombre que vivía; sin embargo, moría a Su vida natural. El moría para vivir; moría a Su hombre natural para vivir por la vida de Dios. Esa muerte a Su vida natural es la cruz, y la vida que tenía por la vida divina está en resurrección.

Durante treinta y tres años y medio este Dios-hombre, Jesús, fue un hombre genuino, pero no vivía por la vida del hombre sino por la vida de Dios. Para vivir así El tuvo que ser crucificado. La crucifixión mencionada en el Nuevo Testamento ocurrió en la cruz de madera que fue erigida en el monte de Calvario. Pero ustedes deben darse cuenta de que antes de que Jesús fuera a la cruz física, El había vivido una vida crucificada todos los días durante treinta y tres años y medio. ¿Acaso no era Jesús un ser humano, un hombre genuino? Sí, pero El no vivía por el hombre genuino, sino que mantuvo ese hombre genuino en la cruz. Luego, en resurrección, El vivió la vida de Dios. La vida de Dios con todos sus atributos fue expresada en la vida de este Dios-hombre Jesús y manifestada como Sus virtudes.

Esta vida sólo estaba originalmente en un individuo, Jesucristo. Pero dicha vida se ha multiplicado, reproducido, en muchos hombres que han sido redimidos y regenerados y que ahora poseen la vida divina. Todos ellos han sido alimentados, santificados, transformados y perfeccionados, no sólo para ser cristianos maduros sino para ser Dios-hombres. La realidad del Cuerpo de Cristo es el vivir corporativo que llevan los Dios-hombres perfeccionados, quienes son hombres auténticos que viven, no por su propia vida, sino por la vida del Dios procesado, cuyos atributos se expresan por medio de las virtudes de ellos.

Después de ministrar por treinta y dos años en los Estados Unidos, tengo la certeza de que muchos de ustedes han sido perfeccionados. ¿Qué es ser perfeccionado? Es haber madurado por el ejercicio continuo de rechazar el yo y vivir por otra vida. Esto concuerda con lo que Pablo dijo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gá. 2:20a). Pablo moría continuamente para vivir. El moría a su hombre natural y vivía por su nuevo hombre, el cual posee la vida divina. Esta fue la razón por la cual dijo que por la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo él vivía y magnificaba a Cristo (Fil. 1:19-21a).

No debemos vivir por nuestra propia vida. Según lo que Dios dispuso en Su economía, nosotros ya fuimos puestos en la cruz. No debemos desclavarnos de allí. Permanecer en la cruz es llevar la cruz y estar a su sombra. Yo ya fui crucificado. Ya no existe el yo, pues se le puso fin; así que estoy acabado. Pero hay un nuevo hombre en mí. Este es el hombre creado por Dios, que ha sido resucitado y elevado mediante la divinidad que le ha sido infundida. Este hombre es en realidad Dios mismo. Ahora yo vivo por ese hombre. Pero si no mantengo al viejo hombre en la cruz, nunca podré vivir por el nuevo hombre. Por esto el primer capítulo de Filipenses Pablo nos dice que él vivía por la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo.

(Puntos prácticos en cuanto a la compenetración, capítulo 4, por Witness Lee)