LOS DONES SON DADOS POR LA CABEZA
QUE LLENA TODAS LAS COSAS
Después de Su ascensión, Cristo dio muchos dones a la iglesia. Estos dones son un grupo de personas. Éstas son las personas dotadas. Algunas de ellas son apóstoles, otros profetas, otros evangelistas, y otros pastores y maestros. Éstas son personas como Pedro y Pablo. Tales personas anteriormente eran pecadores caídos e hijos de Adán, cautivos que fueron capturados, dominados y atados por Satanás. Pese a todos sus esfuerzos, no tenían manera de escapar. Sin embargo, un día el Dios Triuno se hizo carne y entró en estas personas que estaban sin esperanza. De hecho, Él mismo llegó a ser una de estas personas y se hizo uno con ellas. Él vivió en este hombre sin esperanza por treinta y tres años y medio y lo llevó a la cruz, acabando así con él. Entonces destruyó a Satanás en la cruz y aplastó al diablo, aun a Satanás, quien tiene el poder de la muerte. Después de esto, capturó a estas personas de las manos de Satanás, y en Su resurrección las resucitó a todas ellas, y elevó y transformó a estas personas caídas. En Su ascensión, Él llevó a estos cautivos a los cielos y se los ofreció al Padre. El Padre entonces le dio estos cautivos a la Cabeza ascendida en calidad de dones, la cual a su vez, en Su posición de ascensión, dio estos dones a la iglesia.
Cuando el Espíritu Santo descendió el Día de Pentecostés, el Señor dio estas personas en calidad de dones al Cuerpo, la iglesia. El principal entre ellos era Pedro. Desde entonces, los dones han sido dados a la iglesia continuamente. Uno de ellos era Saulo de Tarso. Anteriormente, él era alguien que estaba en contra de Dios, en contra del Señor Jesús, perseguía a las iglesias y asesinaba a los santos. Mientras él iba camino a Damasco para perseguir a los santos, el Señor, quien lo capturó a él de las manos de Satanás, se le apareció. De inmediato, cayó en tierra, y escuchó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”. Él respondió: “¿Quién eres, Señor?”. El Señor le dijo: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues” (Hch. 9:4b-5). Saulo pensaba que Jesús estaba en la tumba, y jamás se imaginó que Jesús estuviera en el cielo. Él pensaba que estaba persiguiendo a los hombres en la tierra, pero nunca se imaginó que estaba persiguiendo al Señor que estaba en el cielo. Ese mismo día Pablo fue salvo. Más tarde, el Señor lo llevó a un lugar muy tranquilo y le mostró la revelación en cuanto a la economía neotestamentaria de Dios. Esto llegó a ser el contenido de sus catorce epístolas, las cuales son los libros más profundos del Nuevo Testamento. Esta noche leímos un pasaje de Efesios 4. De no haber sido por lo que Pablo vio, y por el hecho de que lo hubiera puesto por escrito en la Biblia, nadie jamás habría llegado a saber que la Cabeza ascendida dio los dones. Sin la revelación y explicación del Señor, nosotros jamás habríamos podido comprender este pasaje aunque lo leyéramos más de mil veces. Esto se debe a que estas palabras son profundas en la economía de Dios.
El Dios Triuno se hizo carne, pasó por el vivir humano, murió en la cruz, entró en el Hades y resucitó de entre los muertos. Por medio de este proceso de descender y ascender, Él nos capturó a nosotros, los cautivos de Satanás. Él depositó Su vida en nosotros para regenerarnos, y también depositó Su naturaleza en nosotros para que nuestra humanidad fuese elevada y transformada.
Estoy seguro de que si usted ha sido salvo por mucho tiempo o por poco tiempo, descubrirá que ha sido transformado y elevado a un plano más alto que antes. Eso no significa ser elevados de manera externa; más bien, significa que somos elevados en la naturaleza interna. Este proceso de ser elevados en naturaleza continúa creciendo cada día más hasta que llegamos a ser los apóstoles, los profetas, los evangelistas, y los pastores y maestros.
(Perfeccionamiento de los santos y la edificación del Cuerpo de Cristo, El, capítulo 1, por Witness Lee)