Todos pueden hablar la palabra de Dios, por Witness Lee

ACERCARNOS A LAS PERSONAS, AYUDARLAS Y CONOCERLAS

El séptimo punto que corresponde a “Todos pueden hablar la palabra de Dios” es “Acercarnos a las personas, ayudarlas y conocerlas”. Si ustedes desean hablarle a la gente, deben acercarse a ellas. Cuando vean a las personas en la calle, no deben simplemente gritarles desde lejos: “¡Vengan, es bueno creer en Jesús!”. Si ustedes desean hablar con alguien, deben acercarse a dicha persona e ir donde ella está.

Seguir la dirección del Espíritu para acercarnos a las personas

La manera en que Felipe predicó el evangelio en Hechos 8 es un buen ejemplo de lo que significa seguir la dirección del Espíritu al acercarnos a las personas. Él fue enviado por un ángel del Señor para que viajara por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza. Mientras estaba en el desierto, un hombre etíope, un eunuco, volvía de adorar a Dios en Jerusalén. Él iba sentado en su carro leyendo Isaías 53. En ese momento, el Espíritu del Señor le habló a Felipe, diciendo: “Acércate y júntate a ese carro” (Hch. 8:29). Entonces Felipe corrió hacia el eunuco y le oyó que leía el capítulo 53 de Isaías, y le preguntó: “¿Entiendes lo que lees?” (v. 30). El eunuco le dijo: “¿Y cómo podré, si alguno no me guía?”. Y le pidió a Felipe que subiera a su carro (v. 31). Entonces Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura: “Como oveja al matadero fue llevado...”, le anunció las buenas nuevas de Jesús (vs. 32-35).

Ayudar a las personas a entender la Biblia

Cuando hablemos, debemos acercarnos a las personas y también debemos ayudarlas. Si ayudamos a las personas a conocer la Biblia, explicándosela a ellas, serán salvas. Supongamos que cuando el Espíritu Santo dirigía a Felipe, pidiéndole que se acercara al eunuco, él no tuviera un entendimiento de la Biblia. Al oír al eunuco leer las Escrituras, le habría preguntado: “¿Realmente entiendes lo que lees?”. El eunuco le habría dicho: “¿Y cómo podré entender, si alguno no me guía?”. Entonces Felipe le habría dicho: “Pues yo tampoco entiendo; ¿qué tal si oramos juntos?”. Después de haber orado, seguirían sin entender; el eunuco habría regresado a su tierra de gentiles, y Felipe habría regresado a su propia tierra. Habría perdido completamente esa oportunidad para hablarle al eunuco.

Hermanos y hermanas, ¿les sucede esto a ustedes con frecuencia? Tal vez su compañero de clase abra a usted un capítulo de la Biblia y le pregunte: “Compañero, ¿no eres tú cristiano? ¿Qué es lo que dice este pasaje de las Escrituras?”. Es posible que usted le diga: “Lo siento, yo tampoco lo entiendo. ¿Por qué no vienes conmigo el domingo a escuchar la predicación?”. A esto su compañero tal vez diga: “¿No has escuchado tú la Palabra por bastante tiempo? Si tú no entiendes, yo tampoco podré entender aun si voy a escuchar. Así que, no me interesa escuchar”. Ésta es la situación lamentable en que nos encontramos hoy.

Colosenses 3:16 dice: “La palabra de Cristo more ricamente en vosotros en toda sabiduría”. La palabra debe morar en nosotros al grado en que entendamos pasajes como Isaías 53, Juan 4, Génesis 1 y cada capítulo de la Biblia. De este modo, la gente nos respetará. De lo contrario, si tratamos de traer a las personas para que vengan a escuchar a un predicador y ellas no vienen, seremos inútiles. Si todos podemos ser como Felipe, podremos acercarnos a las personas y ayudarlas a entender las palabras de las Escrituras en la escuela, en la oficina, en la barbería, en casa o en cualquier otro lugar.

Ahora quisiéramos dar un paso adicional. No importa adónde usted vaya, lleve siempre consigo una Biblia pequeña o unas tarjetitas con versículos impresos. Cuando usted vaya a cortarse el pelo, mientras el barbero lo atiende, usted puede leerle y hablarle. Si usted le habla a cien personas y sólo una de ellas se salva, habrá valido la pena todo el esfuerzo. En un año, si usted trae a una persona, otro trae a otra persona, y cada hermano y hermana trae a una persona, el número de hermanos en la iglesia aumentará en un cien por ciento. Por consiguiente, ustedes deben acercarse a las personas y ayudarlas a entender las Escrituras.

Conocer a las personas

Cuando les hablen a las personas, deben conocer qué clase de personas son. Creo firmemente que ese día, cuando Felipe vio al hombre en su carro, en seguida supo que era etíope y que era un funcionario de alto rango. Después de conversar un poco con él, Felipe conoció su carácter. Cuando ustedes conversen con las personas, no les hablen como si fueran un robot o una grabación, sin conocer qué clase de personas son. Cuando hablen con una persona, después de observarla deben conocer su carácter y su estado de ánimo. De este modo, sabrán que algo la tiene triste, o que algo la tiene contenta. Con base en estas dos cosas, su carácter y su estado de ánimo, ustedes sabrán cuáles son sus necesidades.

La Biblia es sumamente rica. Debemos familiarizarnos con ella, es decir, permitir que la palabra de Cristo more ricamente en nosotros en toda sabiduría, a fin de poder dar a las personas una palabra apropiada. Tal vez sería apropiado leerle a una persona la historia del hijo pródigo en Lucas 15, y a otra leerle las palabras de Romanos 2, diciéndole que aunque a nosotros los gentiles no nos fue dada la ley de Dios, tenemos una conciencia dentro de nosotros. Así, en todo lo que hagamos, la conciencia que está en nuestra naturaleza innata sopesa nuestras acciones, al condenarlas o justificarlas. Ustedes deben observar la situación. Si la persona con quien ustedes hablan es un mendigo en la calle, deben tener una clase de mensaje del evangelio para él. Si es un catedrático universitario, deben tener otra clase de mensaje de la Biblia para él. De esta manera, podrán dar una palabra acertada.

Los cirujanos usan muchos instrumentos cuando operan a un paciente; es por eso que es muy difícil ser el asistente de un cirujano, pues deben saber qué instrumento va a necesitar el cirujano en un momento dado, sin cometer errores. Cuando hablamos con las personas acerca de la Biblia, también debemos usar muchos “instrumentos”, y debemos saber cuál es la función de cada uno.

Por último, espero que ustedes puedan ver que a fin de que todos puedan hablar la palabra de Dios, deben orar, ser llenos en el espíritu, y al mismo tiempo, aprender a hablar las palabras apropiadas. Cuando hablen, deben estar llenos de las riquezas de las palabras de la Biblia y de las experiencias de vida. También deben saber con qué clase de persona están hablando. Deben acercarse a las personas, ayudarlas y deben conocer qué la clase de personas son, y hablarles a cada una la palabra específica. De este modo, nunca errarán el blanco, y asegurarán el éxito. Si hacen esto, la iglesia aquí ciertamente se propagará, y el número de creyentes ciertamente aumentará. Entonces, habrá una iglesia en Taipéi, un candelero genuino de oro, que resplandecerá intensamente.

(Todos pueden hablar la palabra de Dios, capítulo 4, por Witness Lee)