TODOS DEBEMOS HABLAR LA PALABRA DEL SEÑOR
EN TODO MOMENTO
En Taipéi tenemos más de cuatro mil hermanos y hermanas que asisten a las reuniones. Este número tal vez no sea muy grande si lo comparamos al total de la población, pero si más de cuatro mil hermanos y hermanas hablan la palabra del Señor en todo lugar, esto será muy formidable. El Señor Jesús dijo: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y seréis Mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hch. 1:8). Nosotros somos los testigos del Señor; como tales, somos personas que hablan. Los miembros de nuestra familia, nuestros parientes, nuestros amigos y nuestros vecinos son nuestra Jerusalén. Debemos hablar todos los días, aunque nuestra audiencia se canse de oírnos. Quizás algún día les sobrevenga una calamidad, y entonces se acordarán de lo que les hemos dicho. Si los cuatro mil hermanos y hermanas de Taipéi hablan todos los días y en todo lugar, ¿no saturarían a todo Taipéi con su hablar al cabo de diez años?
Sin embargo, si únicamente tenemos una reunión grande donde sólo una persona habla y los demás escuchan, cuando usted traiga a sus familiares o amigos a la reunión, ellos dirán: “¿Cuál es la diferencia? Cuando vamos a otros lugares, allí se hace lo mismo, y el pastor habla mucho mejor que ustedes. Él es elocuente, su voz es clara y sonora, y no tiene menos conocimiento que ustedes; él es mejor que ustedes”. Si nos reunimos de esta manera, no será fácil convencer a las personas. Pero si ellas vienen a la reunión y todos hablan —los jóvenes, los viejos, los hermanos y las hermanas— ellos se maravillarán y definitivamente se sentirán conmovidos.
Esta vez cuando regresé a Taiwán, un hermano me dijo que habían invitado a cierta persona a una pequeña reunión de grupo, y cuando ella vio a todos hablar, se sorprendió muchísimo y dijo: “¡Ustedes son verdaderamente maravillosos!”. Por lo tanto, cuando nos reunamos, todos debemos ser capaces de hablar. No simplemente debemos hablar, sino que además debemos hablar con la verdad, con peso espiritual, sin decir tonterías, y cada una de nuestras palabras debe contener oro y cosas preciosas. Esto, por supuesto, impactará a las personas y las conmoverá.
(
Todos pueden hablar la palabra de Dios, capítulo 1, por Witness Lee)