NUESTRA BOCA DEBE HABLAR PALABRAS DE GRACIA
En el pasado vimos que Dios desea que todos los hombres vengan al pleno conocimiento de la verdad (1 Ti. 2:4); este deseo está en el corazón de Dios. Pero un segundo deseo que está también en el corazón de Dios es que nosotros hablemos por Él. Todos debemos hablar. Todos podemos hacerlo, es decir, todos tenemos el derecho y la capacidad. No podemos decir que no tenemos la capacidad de profetizar, pues Dios nos creó con cuerdas vocales y una lengua, y con dos labios y una boca llena de dientes. Los dientes no sólo nos sirven para comer, sino también para hablar. Sin embargo, le hemos fallado a Dios según Su creación, pues continuamente hablamos tonterías, criticamos, mentimos y propagamos rumores.
En los Estados Unidos las hermanas se disgustaron conmigo cuando les dije: “Hermanas, ustedes tienen una característica muy particular; cuando hablan por teléfono parece que tuvieran el oído pegado al teléfono, pues no son capaces de colgar”. De esta manera hemos malgastado nuestro tiempo chismeando. Debemos dar gracias al Señor porque creó al hombre con una boca, y porque, al crearlo, lo hizo de una manera muy fina y compleja, a fin de que el hombre pudiera hablar. Es un verdadero milagro que con la boca podamos hablar y producir sonidos. Además, los varones hablan con una voz más fuerte, mientras que las mujeres hablan con una voz hermosa. Sin embargo, Dios no nos creó con una boca para que habláramos palabras ociosas. La Biblia dice que “de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio” (Mt. 12:36). Quisiera advertirles a las hermanas que todo lo que ellas hablan por teléfono queda grabado, y que un día Dios les tocará esta grabación para que la escuchen. Esto no es una broma; por consiguiente, debemos estar advertidos.
Nuestras bocas deben hablar palabras de gracia, como lo hizo el Señor Jesús. De Su boca salían palabras de gracia (Lc. 4:22). Efesios 4:29 nos dice: “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena [...] a fin de dar gracia a los oyentes”. La gracia puede fluir de nuestra boca; ésta es la palabra de Dios. Hermanos y hermanas, en lugar de malgastar el tiempo hablando por teléfono, llamemos a alguien que conocemos y prediquémosle el evangelio. Debemos también visitar a nuestros parientes para hablarles la palabra del Señor, para exponerles la verdad, y para compartirles el evangelio. No sólo debemos hablar la palabra en las reuniones, sino también en nuestra vida diaria, en todo lugar y en cualquier momento.
(Todos pueden hablar la palabra de Dios, capítulo 1, por Witness Lee)