II. CADA PARTE DEL CUERPO ORGANICO
DE CRISTO ES EL FRUTO DE LA GRACIA
EN LA ECONOMIA DE DIOS
Cada parte del Cuerpo orgánico de Cristo es el fruto de la gracia en la economía de Dios. La gracia es el disfrute que tenemos del Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— como el disfrute de vida. Y la vida de Dios está con Dios el Padre como sustancia, con Dios el Hijo como elemento y con Dios el Espíritu como esencia.
A. Con Dios el Padre en Su naturaleza como sustancia, representado por el oro puro
Primero, el Cuerpo orgánico de Cristo toma a Dios el Padre en Su naturaleza como su propia sustancia, representado por el oro puro (1 Co. 3:12; Ap. 21:18b). El oro representa la naturaleza divina de Dios el Padre como la fuente con todos sus atributos.
B. Con Dios el Hijo en Su redención como elemento, representado por las perlas
En segundo lugar, el Cuerpo orgánico de Cristo toma a Dios el Hijo en Su redención como su propio elemento, representado por las perlas (1 Co. 3:12; Ap. 21:21a). Las perlas representan a Cristo el Hijo, en Su muerte vencedora y en Su resurrección que imparte vida, juntamente con todas las virtudes y atributos.
C. Con Dios el Espíritu en Su obra transformadora como esencia, representado
por las piedras preciosas
En tercer lugar, el Cuerpo orgánico de Cristo toma a Dios el Espíritu en Su obra transformadora como su propia esencia, representado por las piedras preciosas (1 Co. 3:12; Ap. 21:18a, 19-20). Las piedras preciosas representan la obra transformadora del Espíritu juntamente con todos Sus atributos. El oro, la plata y las piedras preciosas representan los variados deleites y las diferentes experiencias que los creyentes tienen de Cristo en las virtudes y atributos del Dios Triuno. Todos estos materiales preciosos son el fruto de nuestra participación y disfrute de Cristo en nuestro espíritu por medio del Espíritu Santo. Unicamente estos elementos sirven para producir el edificio de Dios.
El Cuerpo orgánico de Cristo, el cual es la iglesia, es producido mediante la transformación que experimentan los santos redimidos y regenerados por medio del Dios Triuno consumado, a saber, el Espíritu. Por lo tanto, necesitamos llenarnos del Espíritu, quien es la esencia de la Trinidad Divina. Hoy el Espíritu es el Espíritu todo-inclusivo y vivificante, y El es Cristo hecho real en los creyentes. Cristo, el postrer Adán, después de pasar por una muerte todo-inclusiva, en la resurrección llegó a ser el Espíritu vivificante como esencia de la Trinidad Divina, a fin de entrar en nosotros para ser nuestra vida y nuestro todo. Día tras día necesitamos ser llenos y saturados de El, así como impregnados e infundidos por El. Por lo tanto, al leer el Nuevo Testamento, no podemos evitar encontrarnos con la palabra Espíritu. Especialmente en las epístolas vemos que el énfasis recae en el Espíritu, y el Espíritu frecuentemente está ligado a la gracia. Cuando enseñamos y pastoreamos a otros, no los exhortamos a que hagan algo; esto es lo que hace la religión, pero no es así como opera el Espíritu. Necesitamos ser llenos del Espíritu, que es la esencia de la Trinidad Divina, a fin de que nuestra mente llegue a ser más sobria, que nuestra voluntad se haga más firme y que nuestra parte emotiva se llene de amor. Cuando tenemos el Espíritu en nosotros, tenemos la esencia del Dios Triuno en nuestro ser.
El Dios Triuno pasó por varios procesos. El se hizo carne, llevó un vivir humano y pasó por una muerte todo-inclusiva. En Adán, la muerte no es agradable, pero en Cristo, la muerte es muy preciosa. La muerte de Cristo, al igual que los antibióticos, mata todos los gérmenes. La muerte de Cristo dio fin a la vieja creación, a la carne, al viejo hombre, al pecado, a Satanás, al mundo, a las ordenanzas, a los mandamientos y a todas las diferentes costumbres de la humanidad. La muerte de Cristo también liberó la vida divina que estaba en El. A partir de esta muerte, El entró en el poder generador de vida, que es la resurrección. En esta resurrección, El fue engendrado como Hijo primogénito de Dios. En un principio El sólo era el Hijo unigénito de Dios, que no poseía humanidad. Pero después de Su encarnación, debido a que Su carne, o sea Su humanidad, no era el Hijo de Dios, El tuvo que pasar por la resurrección y ser “hijificado”. Ahora El ya no es solamente el Hijo unigénito de Dios, sino que también es el Hijo primogénito de Dios. En la eternidad pasada El era el Hijo unigénito de Dios, quien poseía divinidad pero no humanidad. Pero en Su resurrección, El fue engendrado como Hijo primogénito de Dios, y ahora posee tanto divinidad como humanidad. Además, en Su resurrección El nos regeneró, a fin de que naciéramos como hijos de Dios. El es el Hijo primogénito de Dios, y nosotros somos los muchos hijos de Dios. En la resurrección El también fue transfigurado para llegar a ser el Espíritu vivificante. En la eternidad pasada El no tenía todos estos elementos, pero una vez que pasó por estos procesos, El llegó a ser el Espíritu vivificante, todo-inclusivo y compuesto que mora en los creyentes. Este Espíritu es el Dios Triuno consumado, el Dios Triuno procesado, quien está disponible para que nosotros le comamos, le bebamos y le disfrutemos. El mismo dijo que podíamos comerle, y que todo aquel que le comiera ciertamente viviría por causa de El (Jn. 6:57).
(
Ley y gracia de Dios en Su economÃa, La, capítulo 4, por Witness Lee)