Cómo ser un colaborador y un anciano y cómo cumplir con sus deberes, por Witness Lee

EL AVANCE DE LA REVELACION DIVINA EN EL RECOBRO DEL SEÑOR

En los tres capítulos anteriores, vimos el ministerio completo del Señor. Su ministerio no es pobre ni fragmentario sino pleno. Aunque este Cristo, quien es único en la historia, hizo muchas cosas en la tierra, parece que muchas personas realmente no le conocen. El cristianismo da a la gente una impresión muy superficial al decir simplemente que Cristo es Dios, el Creador de todas las cosas y que un día se hizo carne para ser el Salvador de los hombres. Hoy cualquier persona que haya recibido un poco de educación y que haya estudiado algo de la historia mundial, seguramente ha aprendido algo acerca de Jesucristo. Algunos dicen que sólo El es el Dios verdadero, y que El creó todas las cosas, y que se hizo un hombre como Salvador de los hombres. Estas cosas son verdaderas, pero no profundas.

Entre nosotros, el hermano Nee tomó la iniciativa al amar la Biblia y al seguir la verdad. Puedo testificar firmemente que yo seguí al hermano Nee simplemente a causa de estas características que vi en él. Desde el momento que fui salvo, empecé a amar la Palabra y a buscar la verdad, así que, con regularidad leía publicaciones espirituales. Entre estas publicaciones de las cuales yo leía, había una que contenía en casi todos los números los escritos del hermano Nee. Cuando leí sus escritos, sentí que eran únicos. En aquellos tiempos, se puede decir que todos los escritos cristianos que existían en toda la China provenían de aquella publicación. Sin embargo, aunque muchos habían contribuido a ella, sólo unos cuantos eran únicos. Por lo tanto, comencé a tener comunión con el hermano Nee por correspondencia.

Por la autoridad soberana del Señor, un día El me llevó a donde estaba el hermano Nee. En el momento que le vi, me atrajo su extraordinaria forma de hablar. El era sólo dos años mayor que yo. Nos conocimos por primera vez cuando él vino a mi pueblo natal. Considere esto: su pueblo natal estaba en Fucheu (al sur de China) y la mía estaba en Chifú, Shantong (al norte de China). Por lo tanto, si no hubiera sido por el arreglo de la soberanía del Señor, ¿cómo habríamos podido reunirnos? Más tarde, me pidió que trabajara con él, así que juntos trabajamos para el Señor por un total de dieciocho años. Más y más me doy cuenta de que verdaderamente él era un gran revolucionario de la Biblia; su interpretación de la Biblia era diferente de los demás. Quizás usted se pregunte si él entendía las interpretaciones de otras personas. El sí las entendían. El había leído lo que enseñaban los padres de la iglesia, lo que enseñaban los que buscaban con diligencia al Señor en los días subseguidos a los padres de la iglesia y antes del Concilio de Nicea en 325 a. de C., y las enseñanzas de Martín Lutero, de los místicos, de los que se dedicaban a la vida interior y de la Asamblea de los Hermanos. Me contó toda esta historia con el fin de perfeccionarme. Sin duda, para mí, él era un buen pastor. Puesto que recibí tal pastoreo, tal amoldamiento y tal perfeccionamiento de él, se desarrolló un entendimiento mutuo entre él y yo. En 1950 estábamos juntos en Hong Kong. El salió de la China continental y me pidió que fuese de Taiwán a Hong Kong. Estuvimos juntos por un mes y medio, desde mediados de febrero hasta principios de abril. Después de eso, con un entendimiento mutuo, nos separamos en Hong Kong.

De 1950 a 1996, por cuarenta y seis años, dediqué mucho más tiempo y energía a la Palabra. En 1950, que fue un año después de que empecé a laborar en Taiwán, tenía yo una gran determinación de edificar sobre el fundamento que el hermano Nee había puesto. Gracias al Señor que por cuarenta y seis años, casi todos los años me lleva a ver algo nuevo.

En 1951 publiqué en Taiwán una publicación mensual titulada El ministerio de la Palabra. Todos los mensajes que yo había dado fueron publicados en ella. Esa publicación duró más de treinta años. En 1960 el Señor comenzó a confirmar gradualmente, tanto en las circunstancias como en mí, que necesitaba tornarme del mundo de habla china al mundo anglohablante, es decir, a los Estados Unidos. Vine por primera vez a los Estados Unidos en 1958. En aquella ocasión me invitaron a dos lugares, Londres, en el Reino Unido y Copenhague, en Dinamarca, para que tuviera comunión con ellos y diera conferencias. Cuando hice el viaje a esos dos lugares, pasé por los Estados Unidos en abril y me quedé casi hasta octubre antes de irme a Londres. Cuando estuve en los Estados Unidos por cuatro o cinco meses, durante aquel tiempo tuve una profunda impresión en cuanto a la necesidad de los Estados Unidos. Después de un año, regresé una vez más. Luego, al final de 1961, volví otra vez. En 1962 me establecí en los Estados Unidos. Al final de aquel año, comencé mi trabajo formal en los Estados Unidos al dar la primera conferencia, en la cual di una serie de mensajes basados en Deuteronomio 8:7-9 referente a la buena tierra, los cuales se encuentran en El Cristo todo-inclusivo. No asistió mucha gente a las reuniones. Entre ellos había unos cuantos estadounidenses que recibieron los mensajes.

Luego empecé a recibir invitaciones de diferentes lugares. Desde entonces he estado trabajando en los Estados Unidos por más de treinta y tres años, y los mensajes que he dado, que son de tres mil a cuatro mil, han sido publicados como libros. En estos treinta y tres años, todos los años el Señor me ha guiado a ver nueva luz y a entrar en ella. Le alabo porque en estos dos o tres últimos años, desde que escribí el nuevo himno: “¡Milagro tal! ¡Misterio es! / ¡Que Dios y el hombre uno son!” (Himnos, #500), mis palabras han entrado a una esfera más elevada. Sabía que Satanás me atacaría, y al mismo tiempo, también sabía que necesitaba tal ataque, el cual sería para mi cuerpo un aguijón, para que no me enorgulleciera. Si usted ha prestado atención, habrá notado que desde aquel tiempo, mis mensajes han cambiado y se han renovado. Espero que todos ustedes, hermanos, se pongan al día en cuanto a estos nuevos mensajes.

En el entrenamiento de verano de este año, por ejemplo, tuvimos doce mensajes sobre el estudio de cristalización del Evangelio de Juan, y en el pasado ya se habían dado cincuenta y un mensajes del Estudio-vida de Juan. Además de esos cincuenta y un mensajes, se dieron en otras ocasiones varios mensajes sobre el Evangelio de Juan.

Todos los miércoles, en mi comunión en el entrenamiento de tiempo completo, tengo un mensaje que quiero dar a los que están en el entrenamiento en cuanto a Cristo como Hijo del Hombre que nos cuida con ternura en Su humanidad y a Cristo como Hijo de Dios que nos sustenta en Su divinidad. Efesios 5 dice que Cristo sustenta y cuida la iglesia con ternura (v. 29). Cuidar con ternura es alegrar a la gente y hacerles sentir bien. Suponga que cuando un niño está inquieto y se niega a comer, la madre intenta entretenerle para que esté contento; esto es cuidar con ternura. Después de que el niño está contento, la madre le pone la comida en su boca; esto es sustentar. Cristo vino como Hijo del Hombre para cuidarnos con ternura, alegrarnos, y después, como Hijo de Dios, nos sustenta para que estemos satisfechos en Su vida.

En los capítulos uno, tres, cuatro y ocho de Juan hay ejemplos que nos demuestran que Cristo como Hijo del Hombre vino para cuidar a la gente con ternura y como Hijo de Dios vino para sustentar a la gente. Juan 1:29 dice: “¡He aquí el Cordero de Dios!”. Vino como el Hijo del Hombre, para ser el Cordero que quita el pecado del mundo. El versículo 32 dice: “...al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre El”. Aquí, El es una paloma, el Espíritu, lo cual indica que El es el Hijo de Dios. El Hijo del Hombre redime de los pecados, mientras que el Hijo de Dios da vida y transforma.

Juan 3:14 y 15 dice: “...Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en El cree, tenga vida eterna”. El fue levantado como la serpiente de bronce; esto demuestra que El es el Hijo del Hombre. “Para que todo aquel que en El cree, tenga vida eterna”, nos dice que El es el Hijo de Dios. El versículo 34 dice: “Porque el que Dios envió, habla las palabras de Dios; pues no da el Espíritu por medida”. Esto también demuestra que El es el Hijo de Dios.

En el capítulo cuatro el Señor vino al pozo que estaba en Sicar, una ciudad de Samaria y conoció a una mujer que vino a sacar agua. Esto nos muestra que El es el Hijo del Hombre. Sin embargo, El podía dar de beber a la mujer agua viva. El Hijo de Dios es el que puede dar de beber a la gente agua viva.

En el capítulo ocho la mujer que fue sorprendida en adulterio fue llevada a Jesús (vs. 3-11), que era sin duda el Hijo del Hombre. El se inclinó hacia el suelo para escribir en la tierra, y cuando los fariseos y los escribas le insistieron en que confrontara a la mujer, se enderezó y les dijo: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”. Entonces, salieron uno a uno, comenzando por los más viejos. Más tarde, el Señor preguntó a la mujer: “¿Ninguno te condenó?”. Ella dijo: “Ninguno, Señor”. E inmediatamente el Señor le dijo: “Ni Yo te condeno”. El que hablaba era el Hijo del Hombre. Entonces dijo: “Vete, y no peques más”. Sólo el Hijo de Dios puede hacer que el hombre no peque más. Luego el Señor dijo: “Porque si no creéis que Yo soy, en vuestros pecados moriréis” (v. 24). Sin duda, el gran “Yo soy” es el Hijo de Dios. Esto es lo que se quiere decir estudiar el Evangelio de Juan según la manera de cristalización. ¡Cuán diferente es esto del estudio general de la Biblia!

(Cómo ser un colaborador y un anciano y cómo cumplir con sus deberes, capítulo 4, por Witness Lee)