En la Nueva Jerusalén, Cristo seguirá siendo el Cordero redentor (Ap. 22:1). Esto indica que en la eternidad disfrutaremos de lo que Dios ha preparado para nosotros mediante Cristo como Cordero. Cristo logró la redención en la tierra. Esta redención fue diseñada por Dios en la eternidad pasada. Antes de la fundación del mundo Cristo fue designado por Dios para ser el Cordero que redimiese al linaje humano caído (1 P. 1:19-20). Por tanto, la redención fue diseñada en la eternidad y lograda en el tiempo. El hecho de que Cristo será el Cordero en la Nueva Jerusalén significa que la redención lograda por Él en el tiempo será llevada a la eternidad. En la eternidad pasada sólo había el diseño de la redención, pero en la eternidad futura tendremos la conmemoración de la redención. En la Nueva Jerusalén habremos de recordar que fuimos personas caídas y que fuimos redimidos por Cristo como Cordero.
En la eternidad disfrutaremos algo parecido a la mesa del Señor. Cuando Cristo estableció la mesa, Él dijo: “Os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de Mi Padre” (Mt. 26:29). Aquí vemos que celebraremos la mesa del Señor en el reino. En la Nueva Jerusalén celebraremos la mesa del Señor eternamente. Entonces recordaremos cómo Cristo dio Su cuerpo por nosotros a fin de que podamos llegar a ser Su Cuerpo místico y cómo Él derramó Su sangre por nuestros pecados a fin de que podamos ser redimidos para Dios y tengamos derecho a venir a Él y disfrutarle como árbol de la vida. Habrá tal conmemoración en la eternidad. Por esta razón, Cristo será el Cordero en la Nueva Jerusalén. Él fue designado Cordero en la eternidad pasada, Él murió como Cordero en el tiempo y, en la eternidad, Él seguirá siendo el Cordero para conmemoración.
En la eternidad Cristo, el Cordero, será el Marido. Esto significa que el Redentor es el Marido y que la Nueva Jerusalén es la esposa. Los mil años del reino milenario serán el día de las bodas del Cordero (Ap. 19:7). En este día de bodas los santos vencedores serán la novia para el Novio. Después del día de bodas, por la eternidad Cristo llevará una vida matrimonial con Sus redimidos. En esa vida matrimonial Él será el Marido eterno, y todos Sus redimidos serán Su esposa eterna.
Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento Dios compara a Su pueblo escogido con Su esposa (Is. 54:6; Jer. 3:1; Ez. 16:8; Os. 2:19; 2 Co. 11:2; Ef. 5:31-32). La esposa es para satisfacción del Señor en amor. Como novia de Cristo, la Nueva Jerusalén procede de Cristo mismo, quien es su Marido, y llega a ser Su complemento, tal como Eva procedió de Adán, su marido, y llegó a ser su complemento (Gn. 2:21-24). Como esposa de Cristo, la Nueva Jerusalén es preparada al participar en las riquezas de la vida y naturaleza de Cristo.
Apocalipsis 21:9 habla tanto de la novia como de la esposa. La novia es principalmente para el día de bodas, mientras que la esposa es para la vida entera. La Nueva Jerusalén será la novia en el milenio, durante los mil años que son como un día (2 P. 3:8), y será la esposa en el cielo nuevo y la tierra nueva por la eternidad. La novia, en la era del reino, incluirá a los vencedores (Ap. 3:12; 19:7-9), pero la esposa, en la eternidad, incluirá a todos los redimidos por Dios.
En el libro de Génesis Adán tipifica a Cristo como Marido, y Eva tipifica a la iglesia como esposa. Eva fue edificada con un hueso, una costilla, tomada de Adán, y después fue traída de regreso a Adán para ser una sola carne con él. El cumplimiento final de este tipo tendrá lugar en la Nueva Jerusalén. Cristo será el Adán eterno, y el pueblo redimido por Dios será la Eva eterna. Los dos, Cristo y Su esposa, disfrutarán su vida matrimonial eternamente.
En la eternidad, Cristo con Dios también será el templo (Ap. 21:22). Según la Biblia, el templo es donde Dios mora y donde Su pueblo le adora. En la eternidad, Cristo con Dios será tal templo, un templo que es tanto la habitación de Dios como nuestra morada.
En Apocalipsis 21:3 vemos que la Nueva Jerusalén, la morada de Dios, será el tabernáculo de Dios con los hombres por la eternidad. El tabernáculo hecho por Moisés era un tipo (Éx. 25:8-9; Lv. 26:11). Ese tipo tuvo su cumplimiento primero en Cristo, quien era el tabernáculo de Dios entre los hombres (Jn. 1:14), y finalmente tendrá su cumplimiento de manera más plena en la Nueva Jerusalén, la cual será el agrandamiento de Cristo como morada de Dios. Este tabernáculo también será la morada eterna del pueblo redimido por Dios. Por tanto, la Nueva Jerusalén será una morada mutua para Dios y para nosotros.
En Apocalipsis 21 primero tenemos a la Nueva Jerusalén como tabernáculo, y después tenemos a Cristo con Dios como templo. La Nueva Jerusalén es una composición de todos los redimidos por Dios, tanto los redimidos de Israel como la iglesia redimida. Ella consiste de los redimidos por Dios que conforman un tabernáculo para ser la morada de Dios. En el Antiguo Testamento, el tabernáculo de Dios fue un precursor del templo de Dios. La Nueva Jerusalén como tabernáculo de Dios será el templo de Dios. Esto indica que en el cielo nuevo y en la tierra nueva el templo de Dios será ensanchado hasta llegar a ser una ciudad. En un sentido, la ciudad santa —compuesta por el pueblo redimido por Dios para ser el tabernáculo de Dios— tiene por finalidad que Dios more en ella; en otro sentido, la ciudad santa —constituida de Cristo con Dios para ser el templo— tiene por finalidad que nosotros moremos en ella. Por tanto, en el cielo nuevo y la tierra nueva, la Nueva Jerusalén será una morada mutua tanto para Dios como para el hombre por la eternidad. En realidad tanto el tabernáculo como el templo representan una sola cosa: la morada mutua de Dios y Su pueblo redimido. El tabernáculo representa al pueblo redimido por Dios, y el templo representa a Cristo con Dios. Éstas no son dos cosas separadas, sino dos aspectos de una misma cosa. Esto indica que el pueblo redimido por Dios y Cristo con Dios no son dos entidades separadas, sino una sola entidad corporativa en dos aspectos.
En la eternidad, la Nueva Jerusalén como tabernáculo para Dios y Cristo con Dios como templo para nosotros, servirán ambos al propósito de que Dios habite entre Sus redimidos a fin de que Él pueda impartirse en ellos. La Nueva Jerusalén será la congregación de todo el pueblo redimido por Dios a fin de que Dios pueda tener una morada en la cual, en Cristo, se imparta en dicho pueblo continuamente por la eternidad, y a fin de que este pueblo pueda comer y beber del Dios Triuno todo-inclusivo por la eternidad.
(Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 021-033), capítulo 13, por Witness Lee)