IX. LOS HIJOS DE ISRAEL:
VIAJABAN EN LA PRESENCIA DEL SEÑOR
Cuando hablamos de los hijos de Israel, es fácil tener una mala impresión de ellos. Si nos acordamos de la manera en que adoraron al becerro de oro en el desierto, pensaremos que eran despreciables. No obstante, en el universo todo tiene dos lados. Por ejemplo, tenemos el día y la noche. Además, en todas las casas hay una sala y también un lugar para echar la basura. En la Biblia podemos ver lo positivo y lo negativo, dependiendo de lo que miremos. Por ejemplo, Abraham, que era tan bueno, tenía una concubina y no era tan admirable como pensamos. Pero no debemos mirar lo negativo sino lo positivo. Sucede lo mismo cuando llegamos a la historia de los hijos de Israel.
Durante cuarenta años los hijos de Israel anduvieron en la presencia del Señor (Ex. 13:21-22; Nm. 14:14). Tenían la columna de nube durante el día y la columna de fuego por la noche. Los israelitas no viajaban conforme a sus opiniones, sino que simplemente seguían la columna. En realidad, no eran dos columnas, sino una sola. En el día, la columna era semejante a una nube, y por la noche, a un fuego. Durante el día Dios hacía sombra al pueblo, y los protegía de los abrasadores rayos del sol. Durante la noche, El les daba la luz que iluminaba su camino. Esta columna era Dios mismo. Por consiguiente, durante los cuarenta años que los hijos de Israel vagaron por el desierto, disfrutaron de la presencia de Dios. También comieron del maná, la comida celestial, día tras día, lo cual indica que disfrutaron a Dios como el árbol de la vida. De modo que aun en el desierto vemos la línea del árbol de la vida. A pesar de nuestro concepto negativo acerca de los hijos de Israel en el desierto, ellos experimentaron el árbol de la vida, disfrutando a Dios día tras día.
¿No sería maravilloso experimentar esa columna de nube, esa columna de fuego y ese maná celestial en el condado de Orange hoy en día? No obstante, nuestra porción es mucho mejor. Tenemos el Espíritu Santo como columna de nube, y la Biblia como columna de fuego. También tenemos al Señor Jesús como nuestro maná celestial. Mientras viajamos por el desierto del condado de Orange, el Señor está presente con nosotros, y lo disfrutamos a El como el árbol de la vida.
(Estudio-vida de Génesis, capítulo 15, por Witness Lee)