Edificación de la iglesia, La, por Witness Lee

CRISTO ESTÁ FORJÁNDOSE EN NOSOTROS PARA HACERNOS PIEDRAS PRECIOSAS ÚTILES PARA EL EDIFICIO DE DIOS

En Hechos 4 el apóstol Pedro se puso de pie delante de los líderes judíos y testificó que el Cristo a quien él predicaba era el Salvador-Piedra, el cual es útil no solamente para nuestra salvación, sino también para el edificio (vs. 11-12). Cristo es el material apto para el edificio de Dios. Hoy en día este Cristo está forjándose en nuestro ser. Aquel que es la piedra de fundamento, la piedra angular y la piedra cimera está ahora mismo forjándose en nosotros. Según nuestro nacimiento natural no somos de piedra, sino de barro (Gn. 2:7). Para que el barro llegue a ser piedra, el elemento pétreo debe entrar en él. Esto hará que el barro sea transformado en piedra. La transformación requiere que se añada otro elemento al elemento original. La madera petrificada llega a ser piedra, no porque la madera cambie en sí misma, sino porque el elemento de ciertos minerales se forja en la madera. De igual manera, nosotros que somos de barro no necesitamos cambiar nuestra naturaleza de “barro”; antes bien, necesitamos que se nos añada la naturaleza pétrea de Cristo.

Una manera en que el elemento de Cristo puede añadirse a nosotros es que invoquemos el nombre del Señor. No debemos tener en poco el invocar del nombre del Señor Jesús; esto no es algo insignificante. Si usted juega con el invocar del nombre del Señor, puede ser atrapado. Sé de un joven que estaba burlándose de nuestra práctica de invocar el nombre del Señor, y bromeando repetía: “Oh Señor Jesús, oh Señor Jesús”. A la mañana siguiente algo ocurrió; ya no podía fumar y algo en su interior lo instaba a ir a ver a las personas de quiénes se había estado burlando. Él fue inconscientemente atrapado al invocar el nombre del Señor, porque cuando invocó, Jesús entró en él. Una persona puede abrirle la puerta al Señor al invocar de una manera apropiada, y otra puede abrirle la puerta al invocar de manera burlesca; pero de uno u otro modo, mientras la puerta esté abierta, el Señor entrará.

Invocar el nombre del Señor no es algo que se hace en vano, puesto que Jesús es real y presente. Si una persona es real y viviente y está cerca de nosotros, cada vez que invoquemos el nombre de esa persona, ella vendrá a nosotros. Jesús es real y viviente; Él está presente y disponible. Por lo tanto, si invocamos Su nombre, Él vendrá a nosotros y entrará en nosotros. Himnos, #95 dice: “¡Jesús, Jesús, oh mi Señor! / Yo amo repetir / Tu santo nombre por amor, / Mil veces hacia Ti”. Las palabras de este himno no deben parecernos exageradas. Una hermana puede estar aburrida mientras lava los platos en casa. La mejor manera de hacer que esa tarea se convierta en una experiencia agradable es que ella invoque el nombre del Señor mientras trabaja. Cada vez que invocamos el nombre del Señor, gustamos de Él, puesto que Él es viviente y real, y está presente y disponible.

Satanás en su astucia permite que la gente crea en Jesús y ore a Él sin abrir su boca. Aunque podemos creer en Jesús y recibirlo como nuestro Salvador, si no invocamos Su nombre, nos será difícil disfrutarle. Hoy el Señor Jesús está forjándose en nuestro ser por causa del edificio de Dios. Una manera en la que Él puede forjarse en nosotros es que invoquemos Su nombre. Tal vez no estemos muy convencidos de esto, pero si simplemente invocamos el nombre del Señor Jesús por tres minutos, nunca más seremos los mismos. Podemos leer toda la Biblia y seguir siendo iguales, pero si invocamos, diciendo: “¡Oh Señor Jesús!” por tres minutos, no podremos ser los mismos porque Jesús se forjará en nuestro ser.

Una vez que el elemento divino, que es Jesús mismo, entra en nosotros, este elemento no está silencioso. Al contrario, este elemento dinámico y activo, está operando y moviéndose para incomodarnos. Si invocamos al Señor por la noche, a la mañana siguiente algo en nuestro interior empezará a reprendernos, a incomodarnos, a dirigirnos y a restringirnos, y cada vez nos dirá que no. Tal vez estemos pensando en ir al cine, pero algo en nuestro interior nos dirá que no. Si pensamos ir a jugar baloncesto, algo en nuestro interior podría decirnos que no. Quizás cuando vayamos a comprar cierto par de zapatos, algo en nuestro interior nos dirá que no. Ciertamente, todos hemos sido perturbados del mismo modo. Éste es Jesús que nos perturba y se mueve dentro de nosotros. Me agrada sentir esta clase de movimiento y perturbación.

Todo proceso de cocinado implica una especie de “perturbación”. Por ejemplo, preparar la carne metiéndola en un horno caliente, “perturba” la carne. Hoy el Señor nos está “cocinando”, al moverse en nuestro interior para perturbarnos. Día a día, Él nos está perturbando. Incluso hoy yo pasé unos minutos con el Señor que no fueron muy agradables. Estaba pensando en decir algo para complacerme a mí mismo, pero este Jesús que nos perturba me dijo que no en mi interior. Los que estaban conmigo no lo oyeron, pero yo sí lo oí claramente. Él está operando en nuestro interior, y Su operación nos está transformando de forma metabólica. Por lo tanto, no volveremos a ser los mismos. Todos somos trozos de madera natural, pero la corriente celestial está fluyendo diariamente a través de nosotros con el elemento celestial. Finalmente, todos seremos “petrificados” y llegaremos a ser piedras preciosas. Es así como el Señor está edificando Su iglesia hoy.

(Edificación de la iglesia, La, capítulo 4, por Witness Lee)