EL MINISTERIO REMENDADOR DE JUAN
CONDUCE A LOS CREYENTES NUEVAMENTE A LA VIDA
Hemos visto la edificación de la iglesia como les fue revelada a Pedro y a Pablo, y ahora llegamos a Juan. El ministerio de Juan es un ministerio remendador. Este ministerio remendador se necesita urgentemente hoy porque la iglesia ha sufrido daño. Debido a que hay muchas “rasgaduras” en esta red celestial, existe la necesidad de remendar. Sin embargo, esta acción de remendar no podría llevarse a cabo eficazmente sólo mediante enseñanzas. Cuanto más tratemos de remendar con enseñanzas, más agujeros haremos. Las enseñanzas nunca remiendan la red, sino que sólo la rasgan. Solamente la vida puede remendar. Por esa razón, Juan escribe en su evangelio: “En el principio era la Palabra” (1:1) y “en Él estaba la vida” (v. 4). El ministerio remendador de Juan nos trae de regreso al principio. En el principio, en Génesis, vemos el árbol de la vida (2:9), y en el ministerio de Juan, en Apocalipsis, volvemos a ver el árbol de la vida (22:2).
Lo que necesitamos hoy en las iglesias es la vida. Nos debe preocupar más la vida que las enseñanzas. Si nos preocupamos principalmente por las enseñanzas, no tardaremos en dividirnos. Permítanme mostrarles con un ejemplo el problema de preocuparnos principalmente por las enseñanzas. En el cristianismo recibimos una enseñanza ortodoxa y fundamental en cuanto a la Trinidad que es según el credo de Nicea, el cual fue formulado en un concilio celebrado unos trescientos años después de Cristo. Este credo dice que creemos que nuestro Dios es triuno: Él es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Esto es correcto. Sin embargo, la enseñanza tradicional acerca de la Trinidad ha embotado a las personas, de modo que subconscientemente creen que hay tres Dioses. La mayoría no admitiría que es así, pero subconscientemente, en lo profundo de su ser, su concepto es triteísta. Como resultado, cuando nosotros enseñamos la Trinidad, esto causa problemas con muchos cristianos.
Cuando el Señor nos levantó en Su recobro, nos mostró mediante nuestra experiencia del Señor que no tenemos tres Dioses sino uno solo. El Señor empezó a mostrarnos que el que Dios sea tres personas es sólo un aspecto de Dios; el otro aspecto es que Dios es uno (Is. 45:5; 1 Ti. 2:5). La Trinidad es tres en uno, o tres-uno. Esto es un misterio divino. Es imposible agotar las profundidades de la Trinidad Divina con nuestra mentalidad humana. Tratar de entender la Trinidad con la mente humana es como tratar de medir el océano con una cuchara. Los cristianos tienen disputas interminables respecto a si Dios es tres o es uno. Sencillamente tenemos que entender que Él es tres en uno. El Padre, el Hijo y el Espíritu son tres, pero Ellos no son tres Dioses, sino un solo Dios.
Sabemos que el Padre, el Hijo y el Espíritu son un solo Dios porque en Mateo 28:19 el Señor Jesús habló de “el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. En este versículo la palabra nombre aparece en singular. Cuando yo era un joven creyente leí este versículo y me sentí molesto, pues pensaba que había encontrado un error. Según la gramática y la lógica, la palabra nombre en este versículo debería estar en plural; es decir, este versículo debería decir: “En los nombres del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. Yo pensaba: “¿Cómo pueden tres personas tener un solo nombre? Los traductores o impresores deben de haber cometido un error”. Sin embargo, cuando revisé varias versiones del texto griego, me di cuenta de que sin duda la palabra nombre estaba en singular. Por consiguiente, este versículo menciona tres personas pero un solo nombre. Este nombre es el nombre todo-inclusivo del Dios Triuno. Su nombre es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
En The Principles of Theology, W. H. Griffith Thomas, el famoso escritor de un estudio expositivo de Romanos, dice: “A veces también se objeta el término ‘Persona’. Como todo lenguaje humano, esta palabra no está exenta de que se le acuse de inadecuada e incluso de errónea. Ciertamente no debemos insistir demasiado en ella, pues de lo contrario ello nos inducirá al triteísmo”. Esto es exactamente lo que ha ocurrido en el cristianismo; se ha hecho demasiado hincapié en el término persona. Algunos enseñan que Dios el Padre es una persona, que Dios el Hijo es otra persona y que Dios el Espíritu Santo es otra persona. Esta clase de enseñanza hace que muchos cristianos subconscientemente crean que hay tres Dioses.
Desde el primer siglo hasta hoy los cristianos han sido divididos por las enseñanzas acerca de la Trinidad y la Cristología, el estudio de la Persona de Cristo. Si prestamos demasiada atención a esta clase de enseñanza, esto nos matará. En el recobro del Señor, hemos sido ayudados por el Señor a no dejarnos engañar por la enseñanza de que Dios es tres personas separadas. Según nuestra propia experiencia del Señor, sabemos que hay un solo Dios. Además, en la Biblia encontramos dos versículos que nos revelan que el Dios Triuno a quien experimentamos es uno solo. En primer lugar, tenemos Isaías 9:6, que dice: “Un Hijo nos es dado; / [...] y se llamará Su nombre / [...] Padre Eterno”. Este versículo indica que el Hijo es el Padre, puesto que si Él no fuese el Padre, no podría ser llamado Padre Eterno. El otro versículo es 2 Corintios 3:17, que dice: “El Señor es el Espíritu”. El Señor en este versículo es Cristo, el Hijo de Dios (4:5). No importa si entendemos estos dos versículos o no, debemos recibirlos como son, a saber: la revelación pura de la Palabra de Dios.
Algunos hermanos disidentes han venido a discutir conmigo, diciendo que el Hijo no puede ser el Padre porque en Marcos 1:11 el Padre le habló al Hijo, y en Juan 17 el Hijo le oró al Padre. A veces yo simplemente les contesto y les digo: “Hermanos, yo no sé mucho, pero antes de contestarles, díganme cómo ustedes entienden Isaías 9:6 y 2 Corintios 3:17. Estos dos versículos son la revelación pura de la Palabra de una manera muy clara. No es necesario que tratemos de adivinar su significado ni de interpretarlos. Ellos afirman el hecho sencillo de que el Hijo es llamado el Padre y que el Señor es el Espíritu”. Cuando les contesto de esta manera, los hermanos disidentes se quedan sin respuesta. Entonces les digo: “Hermanos, no debemos discutir acerca de la enseñanza de este misterio. Simplemente debemos aceptar la revelación pura de la Palabra de Dios. No debemos prestar atención a la enseñanza tradicional de ningún credo u organización más que a la revelación pura de la Palabra de Dios”.
A veces les digo a estos hermanos disidentes: “Hermanos, las doctrinas sólo acarrean muchas disputas. Dejemos de discutir. Efesios 4:6 dice que el Padre está en nosotros, Colosenses 1:27 dice que Cristo el Hijo está en nosotros y Juan 14:17 dice que el Espíritu está en nosotros. Estos tres versículos nos dicen que el Padre está en nosotros, que el Hijo está en nosotros y que el Espíritu está en nosotros. ¿Creen ustedes esto o no?”. Nadie dirá que no, sino que todos dirían: “Sí, el Padre está en nosotros, el Hijo está en nosotros y el Espíritu está en nosotros”. Entonces les pregunto: “Según su experiencia, ¿cuántos hay en usted?”. Nadie dirá que tiene tres personas en su interior, sino que todos dirán que, según su experiencia, hay una sola persona. Por lo tanto, nuestra experiencia testifica que los tres del Dios Triuno son uno.
Cuando yo era un joven cristiano, llegué a sentirme molesto porque no sabía a quién dirigir mis oraciones; ¿debía dirigirlas al Padre, al Hijo o al Espíritu? Los hermanos de la Asamblea me habían enseñado que nunca debíamos dirigir nuestras oraciones al Hijo, sino que siempre debíamos orar al Padre en el nombre del Hijo por medio del Espíritu Santo. Después de intentar orar de esta manera por cierto tiempo, me sentí confundido. Me enseñaron que debía orar al Padre celestial, pero según mi experiencia, el Padre ya no era el Padre celestial, sino el Padre que está en mí. Además, cuando oraba de esta manera, no sabía si era el Padre, el Hijo o el Espíritu el que estaba en mí ni dónde estaban los otros dos. Cuando oraba, siempre tenía temor de orar de manera equivocada. Muchas veces espontáneamente oraba: “Oh Señor”, pero entonces inmediatamente me arrepentía y pedía perdón. Entonces empezaba a orar nuevamente: “Oh Padre celestial, te pido en nombre de Tu Hijo, el Señor Jesús, por medio del Espíritu Santo. Gracias, Padre. Oh Señor”. Así que volvía a arrepentirme otra vez por haber orado al Señor, e intentaba de nuevo. Por lo tanto, el disfrute que tenía en mi oración no era agradable ni dulce.
Después de tratar de orar de esta manera por siete años, finalmente fui liberado. Desde entonces ya no me interesa la doctrina en cuanto a cuál de la Trinidad debo orar, sino que simplemente digo: “¡Oh Señor Jesús! Te doy gracias Señor Jesús. Te amo, Señor. ¡Oh Padre celestial, Tú eres tan bueno y bondadoso!”. No puedo explicar esta clase de oración doctrinalmente, pero sé por experiencia que cuando oro de esta manera, tengo una dulce comunión con el Señor. Ya no me perturban las doctrinas muertas. Nuestra experiencia nos dice que no tiene nada de malo orar de esta manera. Debemos regresar al principio, regresar al árbol de la vida. No debe preocuparnos principalmente el poder entender todas las enseñanzas y doctrinas en cuanto a la Trinidad. El Dios Triuno excede grandemente nuestro entendimiento. Sencillamente no podemos entender el misterio de la Trinidad Divina.
A los que dicen que el Padre y el Hijo no pueden ser uno solo, porque el Padre le habló al Hijo y el Hijo oró al Padre en los Evangelios, yo les mostraría Zacarías 2:8-11, que dice: “Así dice Jehová de los ejércitos: Tras la gloria Él me ha enviado [...] Porque ahora agito Mi mano sobre ellos [...] y sabréis que Jehová de los ejércitos me envió [...] porque ahora Yo vengo, y moraré en medio de ti, declara Jehová. Y se unirán muchas naciones a Jehová en aquel día, y serán Mi pueblo; entonces habitaré en medio de ti, y conocerás que Jehová de los ejércitos me envió a ti”. Cuanto más tratamos de entender quién es Aquel que envía y quién es el Enviado en este versículo, más confundidos nos encontraremos. El que habla en el versículo 8, el Enviado, es Jehová de los ejércitos, pero en los versículos del 9 al 11 Él dice: “Jehová de los ejércitos me envió”. Así, Jehová de los ejércitos es tanto Aquel que envía como el Enviado. Esto significa que Aquel que envía es el Enviado. Así como el Señor es Aquel que envía y el Enviado en Zacarías 2, el mismo Señor es el Hijo que ora y el Padre que escucha la oración en Juan 17. Eso es todo lo que podemos decir, y eso es todo lo que podemos entender, pues esto es un misterio.
(
Edificación de la iglesia, La, capítulo 4, por Witness Lee)