DEBEMOS SER SENCILLOS Y PERMANECER ABIERTOS
Hoy en día en el cristianismo hay dos clases de personas. Por un lado, están los creyentes mundanos que se han descarriado, quienes no sienten ningún interés por el Señor. Ellos son indiferentes hacia las cosas espirituales, las cosas del Señor, y vienen a las reuniones con una actitud de indiferencia. Obviamente, les resultará muy difícil a tales personas abrir su ser. Por otro lado, están aquellos que supuestamente son creyentes espirituales, quienes por lo general son tan espirituales que cierran su ser. Por consiguiente, tanto los creyentes descarriados como los creyentes espirituales cierran su ser, de tal modo que no hay ninguna abertura en ellos por donde pueda entrar la corriente de aire y, como resultado, el Espíritu no podrá arder en ellos.
No debemos pensar que nosotros seamos mejores que los creyentes descarriados. No debemos pensar que ellos no han visto la visión y que nosotros sí la hemos visto. No debemos pensar que somos muy espirituales o que somos superiores a otros. En lugar de ello, debemos quitar cualquier obstrucción que haya en nuestro ser y permitir que entre la corriente de aire, de modo que el Espíritu Santo pueda arder. Debemos ser sencillos y abiertos como un niño (Mt. 18:3). Por ejemplo, cuando oremos, no debemos orar de una manera exageradamente espiritual; más bien, debemos orar como niños (cfr. Lc. 18:10-14). Nuestra necesidad más urgente como cristianos que buscan del Señor es abrirnos, volvernos sencillos y quitar toda obstrucción para que el Espíritu pueda actuar libremente y arder en nosotros.
(Ejercicio de nuestro espíritu para la liberacion de nuestro espíritu, El, capítulo 3, por Witness Lee)