Ejercicio de nuestro espíritu para la liberacion de nuestro espíritu, El, por Witness Lee

NUESTRO ESPÍRITU ARDE EN LA MEDIDA EN QUE ABRIMOS NUESTRO SER

La Biblia emplea muchas figuras para describir la obra que realiza el Espíritu Santo en nosotros. Una de ellas es el agua viva (Jn. 7:38-39). El Espíritu Santo está fluyendo constantemente en nuestro interior como ríos de agua viva. Otra figura del Espíritu Santo es el fuego que arde constantemente (Ap. 4:5). Debemos experimentar tanto el fluir como el arder del Espíritu en nosotros.

Hay varias maneras de apagar un fuego; una de ellas es cerrar el paso de suministro de aire, la corriente de aire. Si no hay corriente de aire, el fuego no podrá arder. Para que el fuego arda se necesita una corriente de aire. Por ejemplo, supongamos que el fuego está prendido en una estufa. Si cerramos la chimenea de la estufa y cerramos todas las puertas y ventanas, cerraremos el paso de aire, y el fuego se apagará. Si queremos que el fuego arda de manera intensa, debemos abrir la chimenea y las puertas y ventanas. Entonces el fuego arderá libremente porque habrá una corriente o entrada de aire. De manera semejante, para que el Espíritu arda se necesita una corriente espiritual de aire. Si no le proveemos al Espíritu una corriente de aire, será imposible que el Espíritu arda en nosotros.

El hecho es que el Espíritu Santo arde en nosotros continuamente, pero en nuestra experiencia es posible que el Espíritu no siempre arda. Esto se debe a que muchas veces cerramos todas las puertas y ventanas de nuestro ser y cerramos completamente la entrada de aire, apagando así al Espíritu. Esto es muy sencillo, pero al mismo tiempo muy vital. Si nos hace falta el fuego del Espíritu en nuestro interior, de nada nos servirá tener mucho conocimiento. Es mejor ser sencillos, estar encendidos y permitir que el Espíritu Santo arda en nosotros.

(Ejercicio de nuestro espíritu para la liberacion de nuestro espíritu, El, capítulo 3, por Witness Lee)