Definición breve del reino de los cielos, Una, por Witness Lee

EL EJEMPLO DEL APOSTOL PABLO

Ciertamente somos salvos, y lo seremos por la eternidad; pero debemos preguntarnos, ¿participaré o no de la manifestación del reino? En conclusión, examinemos la historia del apóstol Pablo. Leamos 1 Corintios 9:24-27: “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos corren, pero uno solo recibe el premio? Corred así, para ganar. Todo aquel que compite en los juegos, en todo ejerce dominio propio; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera lucho en el pugilato, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo predicado a otros, yo mismo venga a ser reprobado”. Ciertamente Pablo tenía la certeza de ser salvo; sin embargo, él dijo enfáticamente que seguía corriendo la carrera. En la época de Pablo los juegos olímpicos se jugaban en Grecia, y en estos juegos los competidores corrían con el fin de recibir un premio. Pablo usó esto como ejemplo, dando a entender que él también estaba corriendo una carrera para recibir el premio.

Filipenses 3:13-15 dice: “Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya asido; pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta para alcanzar el premio del llamamiento a lo alto, que Dios hace en Cristo Jesús. Así que, todos los que hemos alcanzado madurez, pensemos de este modo; y si en algo tenéis un sentir diverso, esto también os lo revelará Dios”. En el tiempo cuando Pablo escribió a los Filipenses, él había sido un creyente ya por muchos años, pero aún proseguía hacia la meta para alcanzar el premio. El premio será el máximo disfrute que tendremos de Cristo en el reino milenario, la recompensa de los corredores victoriosos en la carrera neotestamentaria. En el capítulo nueve de 1 Corintios, el apóstol corría la carrera (v. 26). En Filipenses, que es una de sus últimas epístolas, Pablo aún seguía corriendo (3:14). No fue sino hasta el último momento de su carrera, en 2 Timoteo 4:6-8, que él tuvo la certeza de que sería recompensado por el Señor a Su regreso. Ante su inminente martirio, Pablo afirmó que recibiría la corona de justicia. La corona, un símbolo de gloria, es otorgada como premio, además de la salvación, al corredor que triunfa en la carrera (1 Co. 9:25). En contraste con la salvación que proviene de la gracia y se recibe por fe (Ef. 2:5, 8-9), este premio proviene de la justicia y se obtiene por medio de las obras (Mt. 16:27; Ap. 22:12; 2 Co. 5:10). Los creyentes serán recompensados con dicho premio no según la gracia del Señor, sino según Su justicia. Esta es la corona de justicia. El que recompensa es el Señor, el Juez justo. Pablo estaba seguro de que tal premio estaba reservado para él y que lo recibiría por recompensa el día de la segunda manifestación del Señor. Esto es ser recompensados con el reino de los cielos. Todos debemos entender claramente que ser salvos eternamente es algo muy distinto de ejercitarnos para asumir las responsabilidades en el reino. La medida en que nos ejercitemos en el reino determinará si seremos recompensados con la manifestación del reino de los cielos, o si sufriremos pérdida en la era siguiente. Debemos darnos cuenta de que hoy los cristianos estamos en el reino de los cielos: en el presente nos ejercitamos en el reino, y en el futuro, lo recibiremos como galardón.

(Definición breve del reino de los cielos, Una, capítulo 4, por Witness Lee)