Definición breve del reino de los cielos, Una, por Witness Lee

EL SEÑOR REALIZA SU OBRA EN CUATRO DISPENSACIONES

Debemos saber que existen cuatro dispensaciones, o eras, en las cuales el Señor llevará a cabo Su obra: la era que se extiende desde Adán hasta Moisés (Ro. 5:14); luego, la era que abarca desde Moisés hasta Cristo (Jn. 1:17); posteriormente, la era de la iglesia; y por último, la era del milenio. El milenio será una era de restauración pero no de perfección, lo cual significa que en ella el Señor seguirá juzgando a fin de obtener Su objetivo. En la era del milenio aún habrá maldición, y algunos morirán a causa de ella (Ap. 20:5); además, al final de esos mil años las naciones se rebelarán nuevamente (Ap. 20:8-9). Aunque la humanidad será restaurada durante esos mil años, su naturaleza rebelde aún permanecerá. Esto demuestra que el milenio no será una era de perfección, sino de restauración. El Señor disciplina a los creyentes durante dos dispensaciones: la de la iglesia y la del milenio. Si estamos dispuestos a recibir la disciplina del Señor en esta era, disfrutaremos la recompensa en la era siguiente; pero si no aceptamos ser quebrantados por el Señor hoy, El lo hará a Su regreso. Tarde o temprano hemos de ser disciplinados, ya sea en esta era o en la venidera. No obstante, existe una gran diferencia entre estas dos opciones: si estamos dispuestos a ser disciplinados por el Señor en esta era, seremos recompensados en la era venidera; de lo contrario, seremos castigados. De cualquier forma, el Señor nos disciplinará.

¿Por qué tendría el Señor que disciplinarnos aún en la era siguiente? Porque somos Su cosecha (Ap. 14:15; 1 Co. 3:9), Su mies. Como mies Suya, debemos madurar; de otra forma, el labrador no nos puede poner en el granero. Si no deseamos madurar en esta era, el Señor hará que maduremos en la próxima era. La mies tiene que madurar; éste es un principio establecido. Nosotros, la cosecha del Señor, debemos madurar. Pero si no estamos dispuestos a ser perfeccionados y madurados en esta era, el Señor hará que lo seamos en la era siguiente; no obstante, en ese entonces, sufriremos.

Muchos cristianos piensan, equivocadamente, que una vez hayan muerto, todo estará bien. ¡Pero no será así! Después de la muerte, todos los problemas que tengamos con el Señor seguirán vigentes. Si antes de morir no hemos sido perfeccionados ni estamos maduros, permaneceremos en la misma condición aun después de haber fallecido. Cuando el Señor Jesús regrese y nos resucite, El nos dirá que aún no estamos listos, y tendremos que pagar el precio necesario para ser perfeccionados y madurar. Este principio es coherente y lógico: por una parte, corresponde con el calvinismo, el cual afirma que somos salvos eternamente; y por otra, corrige el arminianismo, pues aunque no pereceremos eternamente, sí podemos sufrir pérdida. Cuando el Señor regrese, los creyentes inmaduros no perecerán ni perderán su salvación, pero sí sufrirán cierto castigo. Si hoy no vivimos en la realidad del reino de los cielos ni nos sometemos al gobierno celestial, no participaremos de la manifestación del reino como recompensa en la era venidera. Si deseamos participar de dicha manifestación, debemos vivir en la realidad del reino hoy; en otras palabras, si deseamos reinar en la era siguiente, debemos ser gobernados en esta era. Tenemos que ejercitarnos hoy en cuanto al reino, a fin de entrar en el reino y gobernar en la era venidera.

El evangelio nos impone el requisito de que nos sometamos al reino, y la vida que recibimos mediante la regeneración nos capacita para cumplir esta exigencia. Ser cristiano no es un asunto frívolo ni trivial, sino algo muy serio. Somos salvos y hemos nacido en la familia celestial; por tanto, tenemos que ejercitarnos en la esfera celestial y ser gobernados por la norma celestial, con el fin de ser reyes celestiales en la próxima era.

(Definición breve del reino de los cielos, Una, capítulo 4, por Witness Lee)