Dos oraciones más grandes del apóstol Pablo, Las, por Witness Lee

EL HOMBRE INTERIOR

En este capítulo consideraremos la segunda oración del apóstol Pablo del libro de Efesios. En los capítulos anteriores, vimos que en la primera oración de Pablo, la clave es nuestro espíritu. Ahora en la segunda oración, la clave es el hombre interior. Tenemos el espíritu para poder ver, para la revelación, y tenemos el hombre interior para la experiencia. Debemos usar nuestro espíritu como un órgano para ver las cosas de la iglesia, pero el hombre interior no es sólo un órgano. El hombre interior es una persona. Mediante esta persona, podemos experimentar a Cristo para que la iglesia llegue a la existencia. Realmente, el hombre interior es simplemente nuestro espíritu con algo añadido. Cuando Cristo como vida entra en nuestro espíritu, éste llega a ser una persona. El hombre interior es nuestra persona regenerada cuya vida es la vida de Dios.

Todos tenemos que ver la diferencia que hay entre el espíritu como un órgano y como el hombre interior. Según 1 Tesalonicenses 5:23, el hombre es de tres partes: espíritu, alma y cuerpo. Nuestra alma es nuestra vida humana. Por eso, en el Nuevo Testamento la misma palabra griega psujé se traduce “alma” en algunos casos (Lc. 12:20; Hch. 2:43) y “vida” en otros (Lc. 12:22-23; Jn. 12:25). Puesto que nuestra vida humana está en nuestra alma, nuestra alma es nuestra persona, nuestro ser y nuestro yo. Por lo tanto, la Biblia se refiere a las personas como almas. En Hechos 7:14, a setenta y cinco personas se les llama setenta y cinco almas. Un alma es una persona porque la vida de un ser humano está en su alma, pero el espíritu por sí solo es meramente un órgano. Así como nuestro cuerpo es un órgano externo que tiene contacto con el mundo exterior y físico, nuestro espíritu es un órgano interior que tiene contacto con el mundo espiritual. Antes de ser salvos, cada uno de nosotros era un alma, un ser, una persona, con dos órganos: el cuerpo como un órgano externo y el espíritu como un órgano interno. Pero ahora Cristo ha entrado en nuestro espíritu como vida, y esta vida no es psujé, la vida del alma, sino la vida divina. Cuando el Nuevo Testamento habla de esta vida, siempre usa la palabra griega zoé (Jn. 1:4; 1 Jn. 1:2; 5:12). Zoé es la vida divina, eterna e increada de Dios, la cual es Cristo mismo. Cristo es nuestra vida en nuestro espíritu (Col. 3:4; Ro. 8:10). Sin esta vida, nuestro espíritu solamente sería un órgano y no una persona. Como los salvos que tenemos a Cristo como vida en nuestro espíritu, nuestro espíritu llega a ser un hombre, una persona, un ser. Ya no es meramente un órgano interior, sino que ahora es un hombre interior. Este es el hombre interior al que se refiere Pablo en Efesios 3:16.

Antes que fuéramos salvos, teníamos solamente una vida, la vida del alma, pero ahora tenemos otra vida, la vida divina que está en nuestro espíritu. Ya que ahora tenemos dos vidas, tenemos un problema. ¿Por cuál de estas vidas viviremos? Si vivimos por la vida del alma, psujé, seremos anímicos, pero si vivimos por la vida divina, zoé, seremos espirituales. Todos debemos desear vivir por la vida que está en nuestro espíritu, por la nueva vida divina, zoé, y no por la vieja vida humana, psujé.

En Efesios 1 nuestro espíritu es revelado como un órgano para que nosotros recibamos la revelación en cuanto a la iglesia. En Efesios 3 nuestro espíritu es una persona, el hombre interior, para que nosotros experimentemos a Cristo para la iglesia. Puesto que el capítulo uno se refiere a nuestra necesidad de ver la revelación espiritual, revela al espíritu como un órgano. El capítulo tres nos muestra que tenemos que vivir conforme a lo que hemos visto. Para esto necesitamos el hombre interior, una persona. Como una persona, debemos vivir por nuestro espíritu y con él debemos experimentar lo que hemos visto.

(Dos oraciones más grandes del apóstol Pablo, Las, capítulo 3, por Witness Lee)