La renovación es la cuarta sección de la salvación orgánica realizada por Dios.
Todos los creyentes regenerados fueron creados como un nuevo hombre en Cristo (Ef. 2:15; Col. 3:10); así que, ellos son la nueva creación (2 Co. 5:17; Gá. 6:15). En Cristo nosotros, los creyentes judíos y los creyentes gentiles, fuimos creados como un nuevo hombre.
La nueva creación procede de la creación original de Dios, en la cual muchas cosas viejas deben ser renovadas para que sean hechas nuevas. Tal vez nos consideremos personas buenas, pero no importa si somos buenos o malos, pertenecemos a la vieja creación, así que necesitamos ser renovados.
De hecho, la creación del nuevo hombre la completó Cristo en la cruz (Ef. 2:15); pero en la práctica, los creyentes, quienes son los miembros del nuevo hombre, deben aplicarse lo que Cristo logró, siendo renovados en su vida práctica. Necesitamos aplicarnos lo que Cristo ya logró.
La santificación implica renovación, la cual hace nuevos a los creyentes mientras opera en ellos. Cuanto más somos santificados, más somos renovados. Por consiguiente, ser renovados se basa en la santificación constante.
Tito 3:5 dice que Dios “nos salvó ... mediante el lavamiento de la regeneración y la renovación del Espíritu Santo”. Esto nos dice que la renovación es la continuación del lavamiento de la regeneración. Primero Dios nos regenera, y luego nos renueva. La regeneración pone el fundamento de la vida divina sobre el cual la renovación edifica la vida divina en el creyente. La regeneración se logra una vez por todas, pero la renovación es un proceso que se efectúa durante toda la vida del creyente hasta que llega a ser un hombre plenamente maduro.
En la regeneración una vida nueva, la vida divina, es añadida a nuestra vida natural, haciendo que estas dos vidas lleguen a ser una sola. En la santificación nuestra naturaleza distorsionada, torcida y perversa es corregida por la naturaleza santa de Dios. En la renovación, el espíritu mezclado penetra nuestra mente problemática, transformándola en la mente de Cristo (Fil. 2:5; 1 Co. 2:16). Nuestra mente es la fuente de muchos problemas y sin duda necesita ser renovada.
Somos renovados por el Espíritu (Tit. 3:5). Esto se logra al mezclarse el Espíritu renovador con el espíritu regenerado de los creyentes en el cual mora Cristo y el cual es un solo espíritu que se extiende a la mente de ellos (Ef. 4:23) para renovar todo su ser como miembros del nuevo hombre.
Nosotros los santos regenerados, como parte del nuevo hombre y como nueva creación, debemos andar en la novedad de la vida divina en la resurrección (Ro. 6:4).
Los creyentes tienen que despojarse de su viejo hombre, es decir, renunciar a su viejo yo y negarse a éste (Ef. 4:22; Mt. 16:24), para ser renovados por el espíritu mezclado, el Espíritu renovador con el espíritu regenerado de ellos. Negar el yo y llevar la cruz es aplicarse la cruz.
Los creyentes también deben vestirse del nuevo hombre, es decir, aplicar lo que Cristo logró al crear el nuevo hombre, viviendo y magnificando a Cristo mediante la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo (Ef. 4:24; Fil. 1:19-21). Con la cruz uno se despoja del viejo hombre, y con el Espíritu uno se viste del nuevo hombre. Para vestirse del nuevo hombre se necesita la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo.
La renovación ocurre al ser desgastados los creyentes por los sufrimientos que experimentan en sus circunstancias (2 Co. 4:16). Los sufrimientos matan el hombre exterior de los creyentes y renuevan su hombre interior de día en día. La vida humana es más una vida de sufrimiento que de disfrute. Muchos de los sufrimientos que los creyentes experimentan en sus circunstancias se relacionan con su vida familiar, o sea, su vida diaria con su cónyuge, sus niños y sus parientes. Nuestras circunstancias concuerdan con la disposición soberana de Dios, y no podemos escaparnos de ellas. Dios dispone nuestras circunstancias para que poco a poco nuestro hombre exterior se desgaste y nuestro hombre interior se renueve de día en día.
(Secreto de la salvación orgánica que Dios efectúa: "El Espíritu mismo con nuestro espíritu" El, capítulo 3, por Witness Lee)