El secreto de la santificación es la tercera sección de la salvación orgánica que Dios efectúa.
La obra santificadora que Dios realiza en los creyentes consta de tres aspectos.
El primer aspecto es la santificación que lleva a cabo el Espíritu Santo, la cual consiste inicialmente en buscar con la Palabra iluminadora (1 P. 1:2; Lc. 15:8). En 1 Pedro 1:2 se habla de “la santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo”. Aquí tenemos la santificación inicial, la santificación del Espíritu que viene antes de que uno obedezca a Cristo y tenga fe en Su obra redentora, es decir, antes de la justificación por medio de la obra redentora de Cristo (Ro. 3:24). Este aspecto de la santificación también se ve en Lucas 15:8. En Lucas 15, un capítulo acerca de la obra salvadora del Dios Triuno, el Hijo (el pastor) busca al pecador perdido de modo objetivo, y el Espíritu (la mujer) lo busca de modo subjetivo obrando en el pecador arrepentido. En el versículo 8 el Espíritu buscador es comparado con una mujer que encendió una lámpara, barrió la casa y buscó con esmero hasta que encontró la moneda perdida. Esto representa la santificación inicial hecha por el Espíritu Santo.
El segundo aspecto es la santificación relacionada con la posición, la cual realiza jurídicamente la sangre redentora de Cristo (He. 13:12; 10:29).
El tercer aspecto es la santificación de nuestra manera de ser, la cual lleva a cabo orgánicamente el Espíritu Santo (Ro. 15:16; 6:19, 22). En cuanto a los tres aspectos de la obra santificadora de Dios debemos recordar tres palabras: inicialmente, jurídicamente y orgánicamente.
Nosotros fuimos creados por Dios en el sentido especial de que somos para El. Pero caímos de El y nos perdimos en cuanto a nuestra posición y naturaleza (nuestra manera de ser), llegando a ser así comunes, lo cual es muy grave. Por consiguiente, Dios al salvarnos nos santificó en nuestra posición delante de El exterior y jurídicamente y en nuestra manera de ser caída interior y orgánicamente. Ya hemos hablado en otras ocasiones de la santificación posicional y jurídica que Dios lleva a cabo. En este mensaje nos referimos a la santificación orgánica efectuada en nuestra forma de ser.
Somos santificados en nuestro modo de ser por el Espíritu Santo (Ro. 15:16). La santificación de la posición consiste en que Dios santifica nuestra posición exterior delante de El judicialmente por la sangre redentora de Cristo; en la santificación de nuestra manera de ser El santifica orgánicamente nuestra naturaleza interior caída por el Espíritu por medio de nuestro espíritu cautivado por Cristo.
El Espíritu santifica a los creyentes en su modo de ser. La expresión modo de ser se refiere a nuestra naturaleza. La palabra naturaleza se refiere a la sustancia creada por Dios. Modo de ser, una frase negativa, denota nuestra naturaleza distorsionada y torcida. La naturaleza, la sustancia natural, creada por Dios era buena, pero en nosotros las personas caídas, la naturaleza llegó a ser el modo de ser, nuestra naturaleza distorsionada, torcida y perversa. Por tanto, al referirnos a nuestra naturaleza caída, usamos la expresión negativa modo de ser.
En la salvación orgánica que Dios efectúa somos santificados en nuestro modo de ser con la naturaleza divina y santa de Dios (2 P. 1:4) a fin de ser santos para El. Dios nos escogió para que fuéramos santos (Ef. 1:4). Ser santos nosotros significa que poseemos la naturaleza santa de Dios y participamos de Su divinidad.
El Espíritu Santo nos santifica también con el elemento de la vida de resurrección de Cristo, el cual recibimos al ser alimentados. Cuanto más nos alimentamos de la Palabra, más recibimos el elemento de la vida de resurrección de Cristo, para ser santificados en nuestra manera de ser.
Los creyentes son santificados a partir de su espíritu, pasando por su alma hasta llegar a su cuerpo, para que todo su ser sea santificado por completo. En 1 Tesalonicenses 5:23 se da a entender que la santificación empieza en nuestro espíritu, se extiende a nuestra alma y tiene su consumación en la santificación de nuestro cuerpo. De este modo todo nuestro ser será santificado.
Ya que todos los creyentes conformarán la ciudad santa, la Nueva Jerusalén, ellos deben ser santificados para llegar a ser santos como la ciudad santa, la Nueva Jerusalén. Si no somos santos, no podremos ser parte de la ciudad santa, la Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén, como ciudad santa, se compone de creyentes santos.
(Secreto de la salvación orgánica que Dios efectúa: "El Espíritu mismo con nuestro espíritu" El, capítulo 2, por Witness Lee)