Lucas 15 revela que el Dios Triuno busca a los pecadores perdidos. El hombre fue creado por Dios pero cayó, y ahora los hombres caídos son pecadores perdidos. No obstante, Dios seguía amando al género humano perdido y cumpliría Su deseo con miras a Su beneplácito; hace dos mil años el Dios Triuno vino a rescatar a los pecadores perdidos.
El segundo de la Trinidad Divina, el Hijo, vino a buscar a los pecadores perdidos, lo cual realiza fuera de ellos de una forma objetiva, igual que un pastor busca sus ovejas perdidas (Lc. 15:4). El buscó a los pecadores perdidos exteriormente en la cruz. Juan 10 comprueba que la búsqueda de Cristo es objetiva, fuera de nosotros, en la cruz. El Señor Jesús dijo: “Yo soy el buen Pastor; el buen Pastor pone Su vida por las ovejas” (v. 11). Por medio de la muerte en la cruz el Señor Jesús puso Su vida por nosotros. De este modo nos buscó objetivamente en la cruz.
Luego el tercero de la Trinidad Divina, el Espíritu, viene a buscar a los pecadores perdidos usando la Palabra iluminadora dentro de ellos en su corazón de una forma subjetiva, como la mujer que enciende una lámpara para buscar la moneda que se le perdió (Lc. 15:8). Mientras que el Hijo busca objetivamente en la cruz, el Espíritu busca de modo subjetivo en el corazón del pecador. Primero, a los ojos de Dios somos ovejas perdidas, y en segundo lugar, somos monedas perdidas. Eramos seres perdidos y comunes, pero el Dios Triuno vino a santificarnos para que no fuéramos comunes. Esta es la santificación inicial que lleva a cabo el Espíritu por la cual separa al pecador perdido de los demás conduciéndolo al arrepentimiento ante Dios para que reciba la redención de Cristo (1 P. 1:2; véase el capítulo dos, punto II.1.a.). Aquí la palabra para significa “que da por resultado”. La santificación inicial del Espíritu da por resultado el arrepentimiento.
(Secreto de la salvación orgánica que Dios efectúa: "El Espíritu mismo con nuestro espíritu" El, capítulo 1, por Witness Lee)