Constitución y la edificación del Cuerpo de Cristo, La, por Witness Lee

III. EL SIGNIFICADO DE LA TRANSFORMACION

A. No es meramente un cambio externo

La transformación no es meramente un cambio externo. Cuando yo vine a los Estados Unidos en 1962, empecé a recalcar, en mis mensajes, la verdad en cuanto al espíritu humano, que se usa para ponerse en contacto con Dios y disfrutar a Cristo. El segundo aspecto que recalqué fue el Cristo todo-inclusivo y el Espíritu todo-inclusivo y vivificante. El tercer aspecto al cual puse énfasis fue la transformación. En 2 Corintios 3:18 algunas versiones usan la palabra cambiados en vez de transformados. Pero, eso es una traducción inadecuada, porque esta palabra griega significa transformados. Necesitamos ver que la transformación no es meramente un cambio exterior.

Para poder explicar qué es la transformación, consideremos el ejemplo de una persona sana. El color sano del rostro de una persona no viene al aplicar los cosméticos a la piel. Aplicar cosméticos constituye un cambio meramente exterior. Uno adquiere una apariencia sana al comer comida sana. La comida sana metabólicamente nos hace sanos, dándonos una apariencia exterior sana. Para crecer en la vida y tener la transformación en vida, necesitamos comer a Cristo como nuestro alimento sano espiritual. Cuando comemos a Cristo, lo digerimos y lo asimilamos como nuestro alimento espiritual, la esencia de esta comida entra en nuestro ser y produce la transformación. Muchos cristianos hoy son débiles porque no comen a Jesús. Si comemos a Jesús todos los días, estaremos llenos espiritualmente de energía y seremos transformados en nuestra vida.

B. Es una transformación interna en naturaleza y esencia

La transformación no es meramente un cambio externo, sino una transformación interna en la naturaleza y la esencia. Es un cambio interior y metabólico. Para tener un cambio metabólico necesitamos que un elemento nuevo sea añadido a nosotros. Luego el elemento nuevo toma el lugar del viejo elemento desechado, y tenemos un cambio metabólico interiormente en nuestra naturaleza y esencia.

C. El mover de la vida divina en el ser interior de los creyentes

La transformación es el resultado del mover de la vida divina en el ser interior de los creyentes. Esto es muy intrínseco. Todo ser viviente se mueve. El mover de la vida dentro de nosotros es el resultado de comer. Lo que comemos es digerido y asimilado en nuestras células. Esta digestión y asimilación es lo que llamamos el mover de la vida divina en el ser interior de los creyentes. Cuando comemos y bebemos a Cristo, El llega a ser el elemento nuevo dentro de nosotros que reemplaza y desecha lo viejo que hay en nosotros. La esencia divina entra en nosotros para reemplazar el elemento humano caído haciendo que seamos interiormente transformados, de manera metabólica.

Después de ser salvo, usted desea llevar una vida como la de Jesús. Así que, cuando se enoja, lo siente mucho y pide perdón al Señor. Luego tal vez ore diciendo: “Señor, Tú sabes que soy débil. No puedo controlar mi enojo. Tienes que entrar y hacer algo con ello”. Pero cuando se enoja de nuevo, no deja que Jesús trate con ello. Usted trata de hacerlo por sí sólo, y es derrotado. En vez de intentar subyugar el enojo, usted tiene que darse cuenta de que la vida divina está en usted. Esto es algo básico. Todos tenemos la vida de Jesús, y esta vida es divina y viva, se mueve, es orgánica y tiene mucha energía. Mientras esta vida se mueve, vive y obra, tratará con su enojo.

El apóstol Pablo dijo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gá. 2:20a). Debemos decir: “No puedo hacer nada y no quiero hacer nada. Fui crucificado. Ya no trato con mi enojo ni me preocupo por él, sino que Cristo vive en mí”. No se olvide que usted tiene otra vida, la vida divina, y que esta vida es más fuerte que su primera vida. Cuando su enojo empieza a surgir, sólo diga: “Oh, Señor Jesús”. No intente hacer nada. Sólo espere y deje que El lo haga. Cuando El haga algo, causará que coopere con El. La mayoría de los cristianos no conocen esta clave, y es una clave muy fina. Cuando surja una ocasión que haga que usted se enoje, haga todo paulatinamente. Si su esposa le tienta a enojarse, es mejor no hacer nada. Recuerde que usted fue crucificado, y que ya no es usted, sino Cristo quien vive en usted. Luego, El empezará a encargarse del enojo, no por Sí solo sino con usted. El hará que usted ande con El de manera tan espontánea, y el mal genio se desvanecerá.

También nos gusta hablar de otros, lo cual es otra debilidad nuestra. Mayormente nos gusta hablar de otros en forma de crítica. Tal vez después lo sentimos y confesemos al Señor nuestro pecado. Luego quizás digamos: “Señor, ayúdame para que no haga esto de nuevo”. Pero el Señor no oye esta clase de oración. No debemos intentar en nosotros mismos ni por nosotros mismos vencer nuestro enojo ni nuestras críticas contra los demás. Esto no está bien.

Más bien, mañana tras mañana, y día tras día, debemos disfrutar a Cristo, dándonos cuenta de que “ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. Fuimos regenerados, y otra persona vive en nosotros y con nosotros. Así que, no necesitamos hacer nada. No es necesario preocuparnos por muchas cosas ni tener ansiedad por ellas, porque todo está en Su mano. El está en nosotros y nos cuida. No necesitamos hacer nada con respecto a nuestro enojo. Al contrario, sólo debemos decir: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. En cosas grandes y cosas pequeñas, siempre debemos permitir que El viva en nosotros y a través de nosotros.

En ciertas ocasiones quizás estemos enojados con alguien y queramos hablar con él, pero el Señor nos dice: “Si vas, yo no voy contigo”. Debemos responder diciendo: “Señor, si Tú no vas, yo no voy”. Esto es lo que significa vivir a Cristo. El camino de la victoria es vivir a Cristo. No existe una situación en que debamos actuar. Más bien, debemos permitir que El actúe porque Su vivir es nuestra victoria. Cuando vivimos a Cristo, El como vida divina se añade a nosotros. Luego, somos renovados metabólicamente con el elemento nuevo de la vida divina, la vida de resurrección. El elemento nuevo de la vida divina viene a sustituir nuestro elemento viejo y caído.

(Constitución y la edificación del Cuerpo de Cristo, La, capítulo 5, por Witness Lee)