Hemos visto que la iglesia es el misterio escondido en la economía eterna de Dios. Ahora, en este mensaje, comenzaremos a considerar la revelación del misterio de Cristo (la iglesia).
La revelación de la iglesia como misterio de Cristo es completada mediante dos pasos que involucran al Dios Triuno. En la Deidad el Padre es la fuente, el Hijo es la expresión y el Espíritu es la Trinidad Divina que llega a nosotros. Como fuente, el Padre posee toda la revelación, pero Él mismo no da esta revelación directamente; más bien, la revelación divina es dada primero mediante el Hijo y, después, mediante el Espíritu. Por tanto, en el primer paso, la revelación de la iglesia —el misterio de Cristo— es dada por Cristo.
La revelación de la iglesia es dada por Cristo en los Evangelios. Sin embargo, muchos lectores del Nuevo Testamento no han visto en los Evangelios la revelación de Cristo como corporificación de Dios; ellos tampoco han visto la revelación de la iglesia.
La revelación de la iglesia dada por Cristo en los Evangelios fue impartida al primer grupo de apóstoles.
La primera vez que la iglesia fue revelada por Cristo fue en Mateo 16:15-20. Como veremos, la segunda vez fue en Mateo 18:15-20.
En Mateo 16:18 el Señor Jesús dice: “Yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré Mi iglesia”. Aquí, en la primera ocasión en la que el Señor menciona a la iglesia, lo revelado es la iglesia universal que constituye el único testimonio del Señor en el universo. En el aspecto universal, la iglesia es únicamente una sola. Al final de Efesios 1 se habla de la iglesia como Cuerpo de Cristo. Cristo tiene un solo Cuerpo, el cual es único en el universo. Efesios 2:15 dice que de los creyentes judíos y gentiles Cristo creó en Sí mismo un solo y nuevo hombre, el cual es la iglesia. Por tanto, la iglesia, como nuevo hombre, es universal y una sola.
La expresión Mi iglesia en Mateo 16:18 indica que la iglesia pertenece al Señor, y no a alguna otra persona o cosa. La iglesia no es como las denominaciones, que toman el nombre de alguna persona o de algún asunto. La iglesia que Cristo está edificando es la iglesia universal, no la iglesia en una nación ni la iglesia en una ciudad. La iglesia en Mateo 16:18 es la iglesia universal, la única iglesia en el universo entero.
La revelación de la iglesia como misterio de Cristo está basada en la revelación de Cristo, el Hijo del Dios viviente. Un día el Señor Jesús preguntó a Sus discípulos: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?” (Mt. 16:13). Ellos dijeron: “Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o uno de los profetas” (v. 14). Esto indica que lo único que la gente puede comprender es que Cristo es el mayor de los profetas; sin la revelación celestial, nadie puede saber que Él es el Cristo y el Hijo del Dios viviente (v. 16).
Después que el Señor pidió a Sus discípulos que le dijeran quién pensaban ellos que Él era (v. 15), respondiendo Simón Pedro, dijo: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (v. 16). El Cristo, el Ungido de Dios, se refiere a la comisión del Señor, mientras que el Hijo del Dios viviente, el segundo del Dios Triuno, se refiere a Su persona. Su comisión consiste en cumplir el propósito eterno de Dios por medio de Su crucifixión, resurrección, ascensión y segunda venida, mientras que Su persona corporifica al Padre y tiene su consumación en el Espíritu para expresar plenamente al Dios Triuno.
Al recibir la revelación divina, Pedro declaró que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente. El uso del artículo definido antes de la palabra Cristo es de suma importancia. Cristo es la forma castellanizada de la palabra griega Cristós, la cual equivale al término hebreo Mesías. Tanto Mesías en el hebreo como Cristós en el griego significan “el Ungido”. El término Mesías, el Ungido, se usa en Daniel 9:26: “Después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, y no tendrá nada”. Esto se refiere a Jesucristo, quien es el Ungido.
Según el principio antiguotestamentario, todo aquel que fuese usado por Dios para llevar a cabo Su administración tenía que ser ungido. Por esta razón, los reyes, los sacerdotes y los profetas eran todos ungidos cuando comenzaban a ejercer su función. Esto indica que la unción sirve al propósito de llevar a cabo la administración de Dios. Todo cuanto Dios desea que nosotros hagamos o logremos está relacionado con Su unción.
Cristo es el Ungido, Aquel sobre quien Dios se derramó como ungüento para llevar a cabo Su administración. Por tanto, en Mateo 16 tenemos a Cristo con Dios derramado sobre Él como ungüento. El día que Cristo fue bautizado, el Espíritu de Dios descendió sobre Él (Mt. 3:16), ungiéndolo para la realización del propósito eterno de Dios.
Debe impresionarnos el hecho de que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Él es la Persona particular, la Persona única, que lleva a cabo la comisión de Dios. Él ha sido comisionado por Dios con el gran propósito de producir muchos hijos de Dios. A fin de llevar a cabo este propósito, Él tiene que ser tanto el Cristo como el Hijo del Dios viviente, pues este propósito requiere tanto de Su comisión como de Su ser, Su persona misma. En Su ser, en Su persona, el Señor Jesús es el Hijo del Dios viviente.
La comisión que Cristo recibió por parte de Dios no consiste meramente en redimir pecadores caídos. Esta redención es simplemente el aspecto inicial de la comisión de Dios. El resultado final de tal comisión consiste en producir, en engendrar, muchos hijos de Dios. Que Cristo engendre a los creyentes como los muchos hijos de Dios implica que Él ha impartido Su ser, Su elemento y esencia, en nosotros. Dios comisionó a Cristo no solamente que nos redimiera como pecadores caídos, sino además que produjera, engendrase, a los creyentes como hijos de Dios.
Esta gran comisión requiere de la persona de Cristo, Su ser, como Hijo del Dios viviente. ¿Quien puede dar a luz a los muchos hijos de Dios? Únicamente el Hijo del Dios viviente puede producir a los muchos hijos de Dios. Jesús es el Cristo para cumplir la comisión de Dios. Llevar a cabo esta comisión requiere de Su ser, con Su esencia, elemento, vida y naturaleza. Si el Señor fuese únicamente el Cristo y no el Hijo del Dios viviente, Él habría recibido la comisión de Dios, mas no podría producir a los muchos hijos a fin de cumplir la comisión dada por Dios. Por tanto, por causa de la comisión de Dios, Él requiere tanto del Cristo como del Hijo del Dios viviente. Por consiguiente, el Señor posee tanto la comisión como la capacidad para dar a luz a los muchos hijos de Dios. Su capacidad procede de Su esencia, elemento, vida y naturaleza. Él tiene plena suficiencia para dar a luz a los muchos hijos de Dios.
Después que Pedro declaró que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente, el Señor le dijo: “Bienaventurado eres, Simón Barjona, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino Mi Padre que está en los cielos” (16:17). Aquí, “carne ni sangre” se refiere al hombre, compuesto de carne y sangre. Sólo el Padre conoce al Hijo (11:27); así que, sólo Él puede revelarnos al Hijo. El Padre es la fuente de la revelación de Cristo, que sirve de base para que la revelación de la iglesia como misterio de Cristo sea dada.
(Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 189-204), capítulo 3, por Witness Lee)