Ministerio de oración de la iglesia, El, por Watchman Nee

NO USAR VANAS REPETICIONES COMO LOS GENTILES

El Señor no sólo nos enseñó a orar en lo secreto sino también a “no usar vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos”. La voz “palabrería” se usa en griego para describir el sonido monótono y repetitivo que hace un tartamudo. Algunas personas en sus oraciones repiten las mismas palabras de manera monótona. Esta clase de oración tiene sonido, pero carece de significado. Cuando usted se encuentra al lado de una persona así, y oye su oración, es como si estuviera cerca de una corriente y oyera el ruido monótono e interminable del agua que golpea contra las rocas. Es como si fuera por una carretera pedregosa y oyera el ruido interminable y monótono de las ruedas del coche. Estas personas repiten muchas veces las mismas palabras. Suponen que sus oraciones serán contestadas por la mucha repetición. Pero esta clase de oración es vana; no es eficaz en absoluto y no la debemos usar.

Hermanos y hermanas, sus oraciones no deben ser simplemente sonidos sin significado. Las oraciones de muchas personas, en la reunión de oración, no tienen sentido. Si usted no les da el amén cuando oran, lo condenan por no ser uno con ellos, pero si dice amén a sus oraciones, seguirán repitiendo las mismas palabras. Tales personas no oran para que se realicen algunas metas sino para generar algarabía. Sus oraciones no tienen el propósito de aliviar la carga sino el de producir un discurso. Se ofrecen muchas oraciones como resultado de la influencia humana, y se expresan muchas palabras que van mas allá de lo que uno desea. Estas oraciones son como el ruido de una corriente de agua que golpea contra las rocas o como el ruido de las ruedas de un carruaje que va por un camino de piedras. Esta clase de oración tiene sonido pero carece de significado. No debemos orar de esa manera.

“No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis”. Esto nos muestra que la respuesta a nuestras oraciones depende de nuestra actitud delante de Dios y de nuestra necesidad; no depende de nuestras muchas palabras. Si oramos por lo que no necesitamos, no seremos oídos aunque usemos más palabras. Si lo que pedimos no procede de la necesidad, es avaricia y es pedir en vano. A Dios le place darnos lo que necesitamos; pero no le gusta satisfacer los deseos de nuestro yo. Algunos han dicho que puesto que Dios sabe lo que necesitamos, no es necesario pedirle. Decir esto es una insensatez. El propósito de nuestra oración no es notificarle a Dios nuestros asuntos, sino expresarle nuestra confianza, nuestra fe, nuestra dependencia y nuestro deseo. Por lo tanto, es correcto que oremos, pero al hacerlo, nuestro deseo y nuestra fe deben ir más allá de nuestras palabras.

(Ministerio de oración de la iglesia, El, capítulo 2, por Watchman Nee)