Cristo es todas las cosas y los asuntos espirituales, por Watchman Nee

CRISTO ES EL CAMINO

“Yo soy el camino”. Un camino puede considerarse también un método. El Señor afirma que El es el camino para ir al Padre; El es el método por el cual nos podemos acercar al Padre. Si le tenemos a El, tenemos el camino o el método; de lo contrario, no tendremos forma de avanzar. El verdadero creyente en alguna ocasión ha aprendido la lección de que Jesús es el camino o el método. Cuando uno es salvo, va al Padre por el camino que es el Señor Jesús. Como mínimo ha tenido esta experiencia. El Señor Jesús es el camino, y nadie puede ir al Padre sino por El. Todo creyente sabe que El es el único camino. Damos gracias al Señor porque muchos creyentes han aprendido por lo menos esta lección, la cual consiste en ir al Padre por medio de Su Hijo, Jesús de Nazaret, quien es nuestro camino. Nosotros hemos tomado este camino por lo menos una vez. Dicho camino es Cristo mismo, no un método aparte de El. Es necesario que entendamos que no sólo nos acercamos al Padre por medio del Señor Jesús cuando somos salvos, sino que El sigue siendo el camino cada vez que nos acercamos a Dios. Fuera de El no existe un método que nos lleve al Padre.

Algunos creyentes se limitan a buscar métodos para alcanzar espiritualidad. En cierta ocasión un hombre estaba predicando acerca de obtener la victoria por medio de Cristo y no por el esfuerzo propio. Cuando terminó su mensaje, se le acercó un hermano y le dijo: “He sido un fracaso durante años, pero hoy todo ha cambiado”. El predicador le preguntó a qué se refería, y el hermano respondió: “He buscado el método que me conduzca a la victoria, y gracias al Señor, hoy lo descubrí. La victoria se obtiene por medio de Cristo, no de nosotros mismos”. El orador le dijo con mucha sencillez: “Si lo que halló fue un método, lamento decirle que seguirá cayendo”. ¿A qué se refería con esto? El Señor Jesús dijo: “Yo soy el camino”. En otras palabras, el Señor Jesús es el método. El método no está separado de El, pues es El mismo. Si lo que buscamos no es más que un método, no obtendremos resultados. Dios no nos dio un método, sino a Su propio Hijo. Muchas veces oímos de las experiencias de otros y nos maravillamos, pero no nos damos cuenta que ellos tocaron al Señor, mientras que nosotros no pasamos de usar el método de ellos y, como resultado, seguimos fracasando. Esto se debe básicamente a que no comprendemos que el Señor Jesús es el camino.

Recordemos que creer en el Señor difiere enormemente de aplicar una fórmula. Algunos creyentes experimentan la gracia de Dios, y sus ojos se abren. Ven la clase de persona que son, se hacen al margen y ponen su fe en el Señor. Confían en que el Señor hará lo que ellos no pueden. En consecuencia, Dios los satisface y los libera. Poco después, otra persona puede acercarse a ellos y al oír su testimonio, pide a Dios que la ilumine también a ella; le pide que le permita ver cuán valioso es El, aprender a confiar en Dios, ser humilde y a negarse a sí misma. Pero para nuestra sorpresa, el primer grupo experimenta liberación, pero esta persona no. Esto obedece a que el primer grupo pone su fe en Dios, por haber tocado al Señor, mientras que esta persona no tiene fe, sino que está solamente utilizando una fórmula de fe. Ella no ha recibido a Dios, sino la receta que observa en los otros hermanos. En los métodos no hay poder alguno y no producen resultados, ya que son objetos inertes y no son Cristo.

Recordemos que en la esfera espiritual todo lo que esté separado de Cristo es muerte. Algunos personas podrían decir: “No comprendo por qué cuando algunos tienen fe, Dios contesta sus oraciones. Yo tengo la misma fe, pero Dios no me responde a mí. Cuando los demás acuden al Señor, El les da Su gracia, y aunque yo hago lo mismo que ellos, Dios no me concede la misma gracia”. Da la impresión de que estas personas culpan a Dios de esto, y no se dan cuenta de que ellas creen en una cosa que no tiene vida. Una fórmula no tiene valor alguno, y un método carece de eficacia. Solamente cuando tenemos a Cristo, todo está lleno de vida. Aunque uno conozca todos los métodos, eso no lo hace un creyente. Los hijos vienen por ser engendrados, no se producen por medio de enseñanzas.

El Señor Jesús dijo: “Yo soy el camino”. El es el camino y el método. ¿Es Cristo su camino? ¿Es El sus métodos? O ¿es su camino solamente otro camino, y su método otro método? Gloria sea dada al Señor. Si su método es Cristo, todo irá bien, pero si su método es un método más, por muy bueno y correcto que sea, seguirá siendo una receta muerta carente de valor espiritual. Muchas oraciones no reciben respuesta y muchos testimonios de creyentes no tienen efecto alguno, porque la persona no ha tocado al Señor sino que sólo imita los métodos de otros. Nosotros tenemos que tocar al Señor personalmente.

En cierta ocasión un hermano estaba predicando acerca de Romanos 6—8. Uno de los oyentes dijo: “Ahora sé cuál es el camino de la victoria. Por fin lo entiendo. Ahora sé que no volveré a fracasar”. Otro hermano se acercó al que había predicado, e hizo un gesto de escepticismo. El predicador le preguntó qué estaba pensando, a lo que contestó: “Yo no puedo decir lo mismo que este hermano. El Señor abrió mis ojos, pero yo no me atrevo a decir que le vi a El, aunque tampoco puedo afirmar que no lo he visto”. El segundo hermano no recibió un método, sino al Señor mismo, y a la larga pudo mantenerse firme, mientras que el otro, con el tiempo, volvió a caer debido a que sólo había adquirido un método y, por eso, no obtuvo resultados.

Muchas veces estamos errados hasta en la forma en que escuchamos un mensaje. No le pedimos al Señor revelación, ni anhelamos verle. Lo que hacemos es utilizar nuestra mente para memorizar un método. De hecho, aunque sigamos el método al pie de la letra, no veremos resultados. Algunas veces quizá pensemos que no hemos visto gran cosa, tal vez no nos atrevamos a decir que vimos al Señor, pero en realidad sí le vimos. Esta visión produce un verdadero cambio en nosotros. Le damos gracias al Señor porque éste es el camino. No adquirimos un método, sino que conocemos al Señor. El nos muestra claramente que El es el método. Cada vez que oigamos un mensaje, debemos preguntarnos: “¿Me encuentro ante el Señor o estoy entendiendo un método?” La comprensión de un método no puede salvarnos; sólo conocer al Señor como nuestro método puede hacerlo. Un testimonio que otros den de la manera en que confían en el Señor no podrá salvarnos; sólo cuando ponemos nuestra confianza en el Señor podremos experimentar dicha salvación. Las palabras pueden ser las mismas en ambos casos, pero los hechos son diametralmente opuestos. El Señor es el Señor de la vida, y quienes le tocan, tocan la vida y llegan a vivir.

(Cristo es todas las cosas y los asuntos espirituales, capítulo 1, por Watchman Nee)