Centralidad y universalidad de Cristo, La, por Witness Lee

EJERCITAR NUESTRO ESPÍRITU POR MEDIO DE LA ORACIÓN

Ahora debemos preguntarnos cómo podemos ejercitar nuestro espíritu para activar el interruptor espiritual. Podemos ejercitar nuestro espíritu por medio de la oración. Cuando una persona camina, ejercita sus pies. Antes de que un niño aprenda a caminar, tiene que gatear. Conozco a muchos cristianos que no saben orar ejercitando su espíritu. Ellos oran considerando algo en su mente. Saben orar ejercitando su mente, mas no su espíritu. ¿Ora usted ejercitando su mente o incluso su parte emotiva, o más bien, ora ejercitando su espíritu? Debe examinar la manera en que ora. Como regla general, debemos orar ejercitando el espíritu. Éste es el órgano apropiado que debemos usar cuando oramos. Como sabemos, tenemos muchos órganos que cumplen diferentes funciones. Con los oídos podemos oír, con los ojos podemos ver y con la lengua podemos saborear. En nuestro cuerpo físico, las manos sirven para tocar las cosas, y los pies sirven para caminar. Si vamos a pensar o reflexionar, usamos nuestra mente. Pero tenemos que comprender que la oración es algo diferente de todas estas cosas; nosotros oramos con nuestro espíritu, es decir, oramos ejercitando nuestro espíritu.

Hay algunos versículos de las Escrituras que nos muestran que debemos orar con el espíritu y en el espíritu. Por ejemplo, Romanos 8:26 dice: “De igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles”. Efesios 6:18 dice: “Con toda oración y petición orando en todo tiempo en el espíritu, y para ello velando con toda perseverancia y petición por todos los santos”. Judas 20 dice: “Orando en el Espíritu Santo”. Estos versículos confirman que la oración debe llevarse a cabo en el espíritu. Andar o correr es ejercitar los pies, ver es ejercitar los ojos y oír es ejercitar los oídos. De la misma manera, orar es ejercitar el espíritu.

El problema es que muchas veces cuando oramos, no ejercitamos nuestro espíritu; en lugar de ello, ejercitamos nuestra mente. A veces nos ponemos muy emotivos cuando estamos contentos. Quizás hayamos recibido cierta cantidad de dinero o hayamos conseguido un buen trabajo. Así que nos sentimos emocionados cuando oramos al Señor. Me temo que esta clase de oración no sea una oración hecha en el espíritu, sino una oración hecha en la parte emotiva. Algunas veces si usted se siente triste, deprimido e incluso oprimido, cierra la boca y no puede orar por largo tiempo. Esto sencillamente significa que usted no es fuerte en su espíritu. A veces cuando nos reunimos, hay hermanos que componen una oración muy buena y agradable usando las mejores expresiones, frases y terminología; sin embargo, es una oración hecha con la mente. Esta clase de oración no puede tocar los espíritus de las personas.

Cuando una persona ora en el espíritu, su oración tocará el espíritu suyo. Por tanto, tenemos que aprender a ejercitar nuestro espíritu para orar. La palabra ejercitar implica que tenemos que aprender o practicar. Conozco a muchos cristianos que aman al Señor, pero que no saben cómo orar para contactar al Señor de una manera viviente. A veces simplemente oran de una manera sencilla ejercitando su mente para expresar unas palabras con su boca. Esta clase de oración es una oración muerta y seca, debido a que no oran en su espíritu. Si al orar ejercitamos nuestro espíritu, nuestra oración será viviente y refrescante. Nuestra oración refrescará los espíritus de los demás.

Algunos de entre nosotros quizás digan que no saben orar. Pero alabamos al Señor porque hay una manera de orar para los que no sabemos orar; y esa manera consiste en gemir. Muchas oraciones que se ofrecen con palabras entendibles no son oraciones genuinas. Si oramos con muchas palabras entendibles, es posible que nuestra oración proceda de la mente. Cuando las oraciones genuinas son expresadas, muchas veces tartamudeamos o gemimos. Romanos 8:26 habla de “gemidos indecibles”. Quisiera sugerirles algo. Si no tienen palabras claras para expresar lo que sienten internamente, no se pongan a pensar, a reflexionar ni a ejercitar su mente. Olvídense de su mente. Simplemente ejerciten su espíritu; y si no saben qué decir, simplemente giman. Si gimen por unos minutos, serán regados y refrescados por el Señor, y no se sentirán secos. Después de que hayan gemido por un rato, tendrán muchas cosas que decir. Sin embargo, si van al Señor con su mente de la misma manera que van a un laboratorio, cuanto más oren, se sentirán cada vez más secos. Aprendan a rechazar su mente. Pasamos demasiado tiempo en nuestra mente. Debemos aprender a ejercitar nuestro espíritu.

Creo que ahora nos ha quedado claro que Cristo es el Espíritu, y que este Espíritu, quien es Cristo mismo, está en nuestro espíritu. La mejor manera y, de hecho, la manera apropiada de contactar a Cristo, es ejercitar nuestro espíritu para orar. Debemos aprender a orar ejercitando nuestro espíritu. Sé que cada vez que acudimos al Señor llevamos muchos problemas en nuestra mente. Nos sentimos perturbados por los problemas, aflicciones, dificultades, pruebas, tribulaciones, tristezas y dolores, y por la manera injusta en que otros nos han tratado. Nada nos perturba más que el hecho de ser tratados injustamente. Quizás un hermano lo haya tratado injustamente al punto de que usted no lo olvidará por la eternidad. En tal caso le es muy difícil orar con él porque la manera injusta en que lo trató quedó grabada en usted y lo afectó a tal punto que jamás podrá olvidarlo; esto lo perturba todo el tiempo. Es por eso que digo que cuando usted acuda al Señor, debe olvidarse de los pensamientos que están en su mente. Olvídese de todo. Olvídese de sus problemas, tristezas, penas, pruebas, tribulaciones y demás cosas, y simplemente acuda al Señor en el espíritu y por medio del espíritu. Cuando usted ore, no trate de recordar tantas cosas. Hay personas que tratan de pensar en demasiadas cosas cuando acuden al Señor en oración. Algunos me han preguntado: “Hermano Lee, si usted habla de esa manera, ¿qué dice entonces de nuestra lista de oración?”. Mi respuesta es que si usted acude al Señor de una manera viviente, sabrá qué hacer con su lista de oración.

Ahora sabemos que necesitamos contactar al Señor ejercitando nuestro espíritu. Además, a fin de ejercitar nuestro espíritu, debemos olvidarnos de muchas cosas. Si tantas cosas ocupan nuestro ser, esto sólo contribuirá a que ejercitemos nuestra mente e impedirá que ejercitemos nuestro espíritu. De ahora en adelante, cada vez que acudamos al Señor, olvidémonos de todo lo que está en nuestra mente y en nuestra memoria.

Un esposo podría preguntar: “Mis hijos están enfermos, y mi esposa no se encuentra muy bien; ¿no debo recordar estas cosas delante del Señor? ¿Debo olvidarme de ellas?”. O tal vez una esposa diga: “Mi esposo se quedó sin trabajo; ¿no debo orar por esto?”. Yo les diría que si ustedes pudieran olvidarse de estas cosas, serían muy bendecidos. Su esposa y sus hijos se sanarían pronto, y su esposo conseguiría un mejor trabajo. Usted está demasiado preocupado en su mente, en su entendimiento y en su comprensión. Se encuentra demasiado ocupado por otras cosas, y no por Cristo. Aprendamos a darnos cuenta de que hoy en día Cristo como el Espíritu está en nuestro espíritu. La única manera, la manera apropiada, en que debemos contactarlo a Él es orar ejercitando nuestro espíritu. Una vez que usted empiece a orar de esta manera, con el tiempo descubrirá que no es sólo usted el que ora, sino que Él también está orando en usted. Comprenderá que mientras ora, Él está orando. Él ora con usted y ora en usted. Él llega a ser su oración.

Andrew Murray dijo una vez que la mejor oración es la oración que el Cristo que está en nosotros hace al Cristo que está en lo alto. Eso significa que el Cristo que está en nosotros, o sea, el Cristo que mora en nosotros, ora al Cristo ascendido. Este pensamiento lo expresan las últimas dos líneas de las estrofas 8 y 9 de Hymns, #762 escrito por A. B. Simpson. La estrofa 8 dice: “¡Enséñanos! Ora en nosotros, hasta que nuestra oración sea / ¡El Cristo que está en nosotros orando al Cristo que está en lo alto!”. Y la estrofa 9 dice: “¡Enséñanos! Ora en nosotros, hasta que nuestra oración sea / El Dios que está en nosotros respondiendo al Dios que está en lo alto”. La verdadera oración es algo que se efectúa en el espíritu. Mientras oramos en nuestro espíritu, Cristo como el Espíritu que mora en nosotros ora junto con nosotros. Él ora en nuestra oración, y nosotros oramos en Su oración. Estamos mezclados con Él.

Cuanto más usted ore de esta manera, más disfrutará a Cristo, pues absorberá algo de Cristo. Asimismo, su oración será contestada. Sin embargo, el hecho de que su oración sea contestada es algo secundario; lo más importante es que mientras usted ore de esta manera, disfrutará a Cristo y lo absorberá. Cuanto más usted ore en el espíritu, más contacto tendrá con Cristo como el Espíritu. Entonces comprobará que Él es la vida, el alimento y su suministro interior. Al orar, usted lo disfrutará a Él, y podrá aplicarlo a todo lo que le suceda en su vida cotidiana. Ésta es la manera apropiada de tener contacto con Cristo.

Cuando usted se mezcla con Cristo al grado que sea uno con Él, les resultará difícil a los demás saber si la persona que ora es usted o es Cristo. Ni siquiera usted mismo sabrá con claridad qué parte es su oración y qué parte es la oración de Cristo, por cuanto estará completamente mezclado con Él. Ésta es la oración genuina, y éste es el principio neotestamentario de vida. El principio neotestamentario de vida consiste en que el Dios Triuno —Dios el Padre, en Dios el Hijo y por medio de Dios el Espíritu— se mezcla con nosotros en nuestro espíritu.

Sin embargo, a fin de que esto ocurra, debemos darle al Señor la libertad de obrar en nosotros. Esto significa que debemos orar ejercitando nuestro espíritu. Cuanto más ejercitemos nuestro espíritu, más cabida le daremos al Señor en nosotros. Entonces Él nos ocupará, nos saturará y se mezclará con nosotros para llegar a ser nosotros y para que nosotros lleguemos a ser Él. Entonces seremos uno con Él en el espíritu de manera práctica. Es de esta manera que podemos vencer muchas dificultades y pecados que son contrarios a Cristo. Es únicamente cuando estamos en Cristo, viviendo por Cristo y compenetrándonos con Cristo, que Su victoria llega a ser nuestra. Cuando estamos en Cristo, le disfrutamos como el todo: como vida, como poder y como la luz que resplandece en nuestro interior para guiarnos continuamente. Todas estas cosas son subjetivas en nuestro interior. Esto es exactamente lo que necesitamos hoy.

Si somos uno con Cristo y nos compenetramos con Él, nos será fácil recibir sanidad cuando la necesitemos. Sin embargo, nuestro enfoque no es la sanidad, sino el Sanador; y nuestro centro no son los dones, sino el Dador. Por supuesto, si tenemos al Sanador y al Dador, tendremos la sanidad y los dones. Asimismo, tampoco daremos mucha importancia al poder, sino que estaremos satisfechos y contentos con el Poderoso. Lo que poseemos no son cosas, sino una Persona viva. No poseemos algo de Cristo, sino a Cristo mismo (véase Himnos, #235 escrito por A. B. Simpson). Ésta es la realidad de la vida cristiana. Ésta también es la realidad de la vida de iglesia. Esto es lo que Dios anhela y lo que Cristo busca. Debemos comprender que Cristo es tal persona que vive en nosotros a fin de que lo experimentemos de una manera viva y práctica. Que Dios tenga misericordia de nosotros.

(Centralidad y universalidad de Cristo, La, capítulo 3, por Witness Lee)