EL TESORO EN VASOS DE BARRO
Ahora leamos 2 Corintios 4:7, que dice: “Tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros”. A fin de comprender cabalmente este versículo, debemos leer algunos de los versículos del contexto anterior, es decir, del capítulo 3. Leamos 2 Corintios 3:6: “El cual asimismo nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, ministros no de la letra, sino del Espíritu; porque la letra mata, mas el Espíritu vivifica”. ¿Quién es este Espíritu que da vida? En 1 Corintios 15:45 vimos que el Espíritu vivificante es Cristo mismo.
Ahora llegamos a 2 Corintios 3:17: “El Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad”. El Espíritu mencionado en este versículo es el Espíritu que da vida mencionado en el versículo 6, en la primera parte del mismo capítulo. El Espíritu que da vida es Cristo mismo. El Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. ¿Dónde está el Espíritu del Señor? Está en nuestro espíritu.
El versículo 18 añade: “Mas, nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu”. El Señor es el Espíritu, y el Espíritu es el Señor. Este Espíritu es el que nos da vida, nos libera y nos transforma. En estos tres versículos se mencionan tres acciones: dar vida, liberar y transformar. Todas estas acciones están relacionadas con el maravilloso Espíritu, quien es Cristo mismo. Cristo es el Espíritu que da vida, nos libera y nos transforma.
Cristo como el Espíritu nos ha dado vida, y ahora Él espera encontrar una oportunidad para liberarnos y transformarnos. ¿Cómo puede Él hacer esta obra? ¿Podría Él hacer esto mientras está lejos, muy lejos de nosotros en el cielo? Él puede hacer esta obra únicamente estando en nosotros. Al morar en nosotros, Él opera para liberarnos y transformarnos. Él nos libera de muchas ataduras y nos transforma de la vida natural a la imagen del Señor.
En 2 Corintios 4:7 se nos dice que “tenemos este tesoro en vasos de barro”. Cristo como el maravilloso Espíritu, el Espíritu vivificante, el Espíritu que libera y el Espíritu que transforma es el tesoro en vasos de barro. Nosotros somos vasos de barro, vasos hechos de arcilla, de tierra. Así como los radios transistores tienen un receptor capaz de recibir sonidos, del mismo modo, nosotros tenemos en nuestro interior un pequeño órgano con el que podemos recibir a Cristo. El estómago es el órgano donde recibimos el alimento; asimismo, dentro del ser del hombre hay un espíritu humano que es el órgano con el cual podemos recibir en nuestro ser a Cristo como el tesoro. Este tesoro está en vasos de barro; no se encuentra afuera, ni sobre, ni por encima de dichos vasos. Esto es muy subjetivo. “Tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros”. Eso significa que tenemos que expresar a Dios, hacerlo manifiesto, desde nuestro interior.
(Centralidad y universalidad de Cristo, La, capítulo 4, por Witness Lee)